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A partir de 2015 será obligatorio el etiquetado de los transgénicos

Las empresas elaboradoras e importadoras tendrán plazo hasta fin de año para declarar la composición y ajustar el etiquetado; hace dos años que no se autorizan nuevos eventos en el país
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16 de octubre de 2014 a las 15:39

Ya está reglamentada la normativa de la Intendencia de Montevideo (IM) que obliga a etiquetar los alimentos con componentes transgénicos a partir de 2015. La iniciativa no es menor en un país como Uruguay que se ubica décimo en el mundo con mayor área de siembra destinada a cultivos transgénicos, y cuarto en Sudamérica, detrás de Brasil, Argentina y Paraguay, de acuerdo a datos del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (Isaaa, por su sigla en inglés) de 2013.

En la otra punta de la cadena productiva, no se han aprobado nuevos eventos transgénicos desde hace más de dos años. Un tema que le aparecerá en la agenda al próximo gobierno.

En Uruguay, se siembran hasta la fecha 14 eventos transgénicos –también llamados organismos genéticamente modificados (OGM)– aprobados para uso comercial y consumo: 10 de maíz y cuatro de soja, según el listado actual del Gabinete Nacional de Bioseguridad.

Paralelamente, hay en curso nuevas solicitudes de evaluación de transgénicos –cuatro de soja y cinco de maíz– para uso comercial. Algunas con el objetivo de producir semillas transgénicas destinadas a la exportación; otras para participar de los ensayos de investigación para ingresar al Sistema Nacional de Evaluación de Cultivares. Además de maíz y soja, se está evaluando una especie de papa y una de tomate transgénicos, de momento no para su uso comercial, sino con fines de investigación.

En este escenario, irrumpió la noticia de la nueva normativa montevideana que obliga a etiquetar todos los alimentos elaborados con transgénicos. Norma que ha generado una movida, cuyas consecuencias aún no están del todo claras.

La nueva normativa

El decreto departamental –firmado en diciembre de 2013 y reglamentado el 22 de setiembre pasado– establece que “los alimentos que han sido manipulados genéticamente o que contienen uno o más ingredientes provenientes de estos, que superen el 1% del total de cada ingrediente considerado individuamente, deberán ser etiquetados”.

Esos alimentos llevarán una etiqueta con un triángulo amarillo con una T. Pero la norma no rige para los alimentos que se sirven en “restaurantes o establecimientos similares” y aquellos que “incluyen únicamente el uso de un auxiliar tecnológico modificado genéticamente, como levaduras y enzimas”.

Las empresas elaboradoras e importadoras tienen plazo hasta fin de año para declarar la composición y ajustar el etiquetado, dijo el director de la división Salud de la comuna, Pablo Anzalone, a El Observador Agropecuario.

El 1º de enero de 2015 comienzan los controles en los puntos de venta. Habrá un “seguimiento” a las empresas para corroborar que la declaración de uso de transgénicos respete la norma y también se vigilará que todos los productos con componentes transgénicos hayan sido declarados como tales. Quienes no cumplan deberán pagar una multa.

Uno de los aspectos que preocupa a los empresarios es si la medida encarecerá los productos que requieren la etiqueta. Según Anzalone, no habrá encarecimiento porque los análisis de alimentos se solventan con la tasa bromatológica ya existente, “que permite al gobierno departamental cubrir los costos del control alimentario”.

Asimismo, descartó que la nueva reglamentación tenga un impacto negativo en el consumo. “La decisión está en el consumidor. Nosotros no le agregamos carga positiva ni negativa. Lo que sí decimos es que tiene derecho a saber si lo que está consumiendo tiene o no elementos transgénicos”, sostuvo el jerarca.

Algunas repercusiones

Marcos Carrera, director de Asuntos Corporativos de Monsanto, una de las empresas más conocidas por producir este tipo de materiales genéticos, dijo que esta norma no tiene impacto directo sobre la empresa.

Aclaró que todas las medidas que mejoren la transparencia de la información “son bienvenidas”, siempre y cuando se apliquen para todos y no se tornen una barrera para algún producto específico. Pero dijo que “llama la atención” la norma de etiquetado de transgénicos en tanto no existe “una similar para contenido de azúcar (pensando en los diabéticos), gluten (pensando en los celíacos) y otras tantas enfermedades en cuales es claro y constatable el impacto en la salud humana, pero sí una para contenido de OGM cuando no hay ningún efecto nocivo verificado”.

En Uruguay el primer “evento transgénico” autorizado fue una variedad de soja (la soja RR) creada, patentada y vendida por Monsanto. La siembra de esta soja fue autorizada en 1996 por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, durante la presidencia de Julio María Sanguinetti. En el marco normativo nacional no hay ninguna legislación similar.

En Uruguay se cultiva maíz y soja transgénicos. Los solicitantes de nuevos eventos son los representantes legales en Uruguay de las multinacionales Monsanto, Bayer, Syngenta, Dow y Pioneer. Las características incorporadas por modificación genética, hasta el momento, son la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas, o las dos combinadas en la misma planta. Este último es el caso de la soja Intacta que se comercializó por primera vez en Uruguay el año pasado. Intacta ocupó 4% del área total de soja y los resultados de ensayos mostraron un incremento del rendimiento entre 8% y 15%, informó Carrera.

A la par de la expansión de los cultivos genéticamente modificados crecen las voces a favor y en contra de su desarrollo y consumo. Para unos, el uso de transgénicos permite incrementar el rendimiento de los cultivos, bajar costos de producción, reducir el uso de agroquímicos y dar herramientas para mejorar el acceso a los alimentos a una población mundial creciente, con recursos naturales limitados, a través del uso de tecnologías ambientalmente más amigables.

Quienes se oponen argumentan que el mal uso de estas tecnologías genera un impacto negativo sobre el medioambiente y sobre la salud humana (aunque no hay pruebas científicas concluyentes que lo avalen). Cuestionan a las empresas multinacionales que las desarrollan, principalmente a los sistemas regulatorios de patentes.

“En los últimos 10 años, mientras el área de agricultura se multiplicó por cuatro, las importaciones de agrotóxicos se multiplicaron por seis”, dijo el bioquímico Pablo Galeano, integrante de la Red de Ecología Social (Redes)- Amigos de la Tierra, una organización de grupos ecologistas en más de 60 países.

El hecho de que las malezas sean cada vez más resistentes a los agroquímicos también se manifiesta como una contra para el uso de transgénicos.

Sin embargo, para Daniel Bayce, gerente de la Cámara Uruguaya de Semillas, las resistencias van a aparecer inevitablemente con o sin uso de transgénicos.

“Hay que tratar de que sea lo más lejos en el tiempo posible. Un buen manejo es fundamental. Los planes de uso y manejo vinieron muy bien”, dijo Bayce. (Producción: María Cecilia Ferreira)

Contra la "coexistencia regulada"

Pablo Galeano, bioquímico, integrante de la Red de Ecología Social (Redes)-Amigos de la Tierra y detractor del uso de transgénicos fue crítico con respecto a la normativa actual que se refiere a “coexistencia regulada” de maíz y soja transgénicos y de aquellos que no lo son.

Según Galeano, ya se encontraron maíces “supuestamente no transgénicos que se han cruzado con el maíz transgénico”. El bioquímico agregó que “eso es preocupante por la identidad del cultivo en sí”.
El integrante de Redes-Amigos de la Tierra agregó además que Uruguay se perdió una oportunidad de mercado con la soja no transgénica.

“Nosotros no competimos en volumen. Como los del arroz apostaron a no incorporar el cereal transgénico, con soja podríamos haber hecho lo mismo” acotó Galeano.

Por otra parte, cabe recordar que la Real Academia Española (RAE) definie como transgénico a aquel organismo que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos para lograr nuevas propiedades”.

Mirando hacia adelante

En 2013 la superficie mundial de cultivos biotecnológicos siguió aumentando, con una tasa de crecimiento anual sostenido de 3% –equivalente a 5 millones de hectáreas– para llegar a 175,2 millones de hectáreas, de acuerdo a los datos de Isaaa. Desde el inicio de la comercialización de estos productos, en 1996, han pasado 18 años de aumento constante. En 2013, 18 millones de agricultores plantaron cultivos biotecnológicos en 27 países.

China es el principal demandante mundial de soja transgénica. Sin embargo, a comienzos de octubre suspendió el proceso de aprobación de las importaciones de una variedad de soja GM con el argumento de “la baja aceptación pública” a los alimentos transgénicos, según informó Reuters. Antes había rechazado también algunos embarques de maíz. En la actualidad permite la importación de ocho productos de soja transgénica y 15 de maíz, que se utilizan principalmente en la alimentación animal y no para consumo humano.

Al menos 60 países tienen requisitos de etiquetado, entre ellos Japón, Brasil y toda la Unión Europea. La seguridad alimentaria es centro de preocupación a escala mundial. Y aunque los alimentos transgénicos no se consideren un riesgo para la salud humana por la Organización Mundial de la Salud el debate sobre su uso permanece con la misma vigencia que desde sus comienzos.

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