El padrino: abajo Robert De Niro, Francis Ford Coppola, Al Pacino; arriba Diane Keaton, Robert Duvall, James Caan, Talia Shire.

Estilo de vida > COLUMNA / VALENTÍN TRUJILLO

A Tribeca le gusta el pasado

La última edición del festival fue la excusa para la reunión de los elencos de El padrino y de Perros de la calle, películas tan diferentes como emblemáticas
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07 de mayo de 2017 a las 05:00
Pocos días después de que los aviones se estrellaran contra las torres gemelas y dejaran al mundo boca abierta, el matrimonio compuesto por los millonarios Craig Hatkoff y Jane Rosenthal convocaron a su amigo, el actor Robert De Niro, para generar un proyecto que levantara el ánimo del golpeado barrio de Tribeca (sigla de "Triangle Below Canal"), donde se habían criado en la década de 1950. Del trío surgió la idea de un festival de cine chico, íntimo, literalmente barrial, que uniera a través de la magia de la pantalla a una vecindad que había experimentado el terror en la piel.

En 2002, el festival de Tribeca tuvo su primera edición y el padrinazgo de De Niro ya fue suficiente para colocarlo en el circuito independiente. Pero ese lugar rápidamente trepó hasta convertirse en uno de los eventos referentes dentro de la grilla del séptimo arte en Nueva York.

En la edición 2017 coincidieron los aniversarios de dos películas emblemáticas de épocas muy diferentes. El padrino cumplió 45 años desde su estreno en 1972 y su camino arrasador por los premio Oscar, el impacto mundial y el mojón en la historia del cine, considerada hoy como una de las mayores obras maestras de todos los tiempos.

Con De Niro como anfitrión, se reunió el elenco del filme y el director, Francis Ford Coppola. Salvo el gran John Cazale, fallecido en 1978, el resto de la troupe de El padrino está viva y coleando, aunque con suerte diversa en estas cuatro décadas y media. La "foto de familia" lo dice todo. En primera línea, Coppola cual padre padrone de la criatura, con su panza escondida tras las manos grandes, la barba canosa de patriarca bíblico y la mirada calma. A sus costados, los dos viejos mastines: De Niro toma del brazo a Coppola con gesto cariñoso, barba de tres días y cara de resaca, mientras un Al Pacino de cara arrugada por los años y pelo mal teñido sonríe a media boca, tomándole la mano a Talia Shire (hermana de Coppola), de errónea cirugía en la nariz. Sobre un hombro de Shire descansa una de las dos manos de James Caan (la otra está en el hombro de Coppola), cuyo rostro bastante desfigurado e hinchado ni siquiera mantiene alguna pizca de aquel arrasador de Sony Corleone de la película. La dureza pétrea y la simpleza de la sonrisa de Robert Duvall son el elemento más cercano al año 1972 de toda la imagen. La delicadeza estética y la elegancia de cada cana del pelo de Diane Keaton cierran el grupo.

Perros de la calle reservoir dogs
Los Perros de la calle: Steve Buscemi, Michael Madsen, Quentin Tarantino, Harvey Keitel y Tim Roth
Los Perros de la calle: Steve Buscemi, Michael Madsen, Quentin Tarantino, Harvey Keitel y Tim Roth


Pero El padrino no fue la única película homenajeada. Como festejo de sus 25 años, Quentin Tarantino reunió a parte del elenco de Perros de la calle, el filme que en 1992 lanzó al estrellato internacional a su director. En este caso, la foto es diferente. Un cadavérico y pálido Steve Buscemi abre la fila desde la izquierda, le sigue un risueño Michael Madsen, abrazando a un Tarantino de amplias entradas y campera de jean, mientras un distraído Harvey Keitel mira a escorzo y abraza a un Tim Roth de sonrisa satisfecha.

A pesar de todas las diferencias, cada película en su década marcó un rumbo del cine, desde perspectivas casi opuestas. El padrino fue opera magna de un joven director casi debutante, que a partir de un best seller casi como por acto de magia forjó en su mente y en sus manos una piedra preciosa. Perros de la calle puso en la autopista de la fama a otro joven director casi debutante, intuitivo, que a base de un guión propio de género más que trillado logró una pieza de culto.

El festival de Tribeca, amante del pasado y la tradición, las acercó en sendos aniversarios. Ambos son una buena oportunidad para revisar las películas, que se mantienen intactas en su calidad, en su energía y su voracidad visual.

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