Opinión > ANÁLISIS/ EDUARDO BLASINA

Advertencia naranja hasta nuevo aviso

No podremos predecir dónde y cuándo, pero podemos esperar más turbonadas
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08 de enero de 2017 a las 05:00
Luego de siglos en que el ser humano vivió sin pensar que el planeta que habitaba era muy pequeño, Malthus se dio cuenta de ello. Advirtió que la población crecía el consumo aumentaba, y que la superficie sobre la que debíamos vivir era siempre la misma. La presión sobre el ambiente sería inevitable. Y la presión sobre el ambiente ha llegado. No han subido los precios delos alimentos en forma exponencial como él pensaba, a pesar de que la década pasada envió advertencias al respecto. El cambio tecnológico, por ejemplo el desarrollo de alternativas a la extracción tradicional de petróleo corrigió la aguda escasez de energía y alimentos del período 2003-13.

Aunque la tecnología permita ir gradualmente sustituyendo el petróleo o sacarlo de distintas maneras y eso lo haya aterrizado desde los más de US$ 100 por barril que llegó a costar en la década pasada, aunque la expansión de áreas sembradas y los altos rendimientos delos cultivos hayan reabastecido al mundo de granos, el núcleo duro de la lógica malthusiana nos acompañará todo este siglo y será cada vez peor. El costo oculto de alterar el ambiente se hace visiblemente globalmente en un clima alterado. También se hace visible localmente en zonas desérticas del mundo donde la población crece velozmente en medio de guerras terribles que Malthus también había anunciado. Para sostener una civilización consumista de 7.000 millones de personas, para construir ciudades enormes de cemento, para trasladarnos nosotros y los productos que consumimos usando motores de combustión, hemos usado el carbón que la naturaleza había guardado bajo tierra y lo hemos devuelto a la atmósfera súbitamente.

Estamos en la era geológica del antropoceno, la peligrosa era en la que la influencia del hombre sobre el planeta es decisiva.

Y la emisión de esos gases sumada a la tala masiva de selvas ha traído como consecuencia un aumento de la temperatura global. Con más calor la atmósfera se vuelve más inestable, el ciclo del agua se acelera y no hay que tener un doctorado en física para saber que si el clima ya es caótico en su naturaleza, al calentarlo más y al tener más precipitaciones y humedad se volverá más inestable cada vez.

No podremos predecir exactamente dónde y cuándo ocurrirán, pero podemos esperar más turbonadas cada vez. Más lluvias también, lo que no nos viene mal en general. Pero como todo en exceso, en tiempos de siembra y cosecha es un riesgo incremental. Uruguay ya no es el país de 1.000 a 1.200 milímetros de lluvia por año. Es un país de 1.500 a 1.700 mm. Bueno para los ganaderos, terrible para los granjeros que estaban por cosechar frutas y las han perdido.
Aunque pronosticar tornados, como pronosticar la cotización del dólar con un año de anticipación puede ser una tarea que parezca imposible, hay que seguir estimulando a que los pronósticos se hagan.
El 2016 fue el año más cálido desde que se tienen mediciones y seguramente el más cálido en miles de años. En el 2016 la "fiebre" del planeta, el desvío desde lo que fue su temperatura normal fue 1,3º C, informaron esta semana los servicios meteorológicos de la Unión Europea. La temperatura de la superficie de la Tierra promedió 14,8º C, cuando lo normal en la era pre industrial era 13,5º. Ciertamente la temperatura del planeta siempre ha variado, pero nunca con tanta rapidez. Y no se trata de un fenómeno aislado: los últimos seis años han sido los seis más calientes desde que se llevan mediciones.

Aunque pronosticar tornados, como pronosticar la cotización del dólar con un año de anticipación puede ser una tarea que parezca imposible, hay que seguir estimulando a que los pronósticos se hagan. De un pronóstico errado se aprende, de una ausencia de pronóstico no. La tecnología irá ayudando a mejorar los pronósticos climáticos No sabremos por mucho tiempo ni cuando ni en donde, pero si sabemos que vendrán más tornados, más lluvias copiosas y que cuando no llueva por algunas semanas en verano los efectos serán muy graves.

Donde hay crisis hay oportunidad. Uruguay ha logrado un cambio notable en su matriz energética hacia formas limpias de generación. Pero hasta ahora lo ha hecho sin que baje el costo a los usuarios, reajustando por ipc para recaudar sin trasladar bajas en los costos de producción. El alto costo de la energía pone en jaque a todo el sistema productivo. La combinación de ese alto costo con un desastre climático puede arrasar a las exportaciones del agro en cualquier momento. Estuvo a punto de suceder con el diluvio del abril pasado.

En muchos sentidos, más vale actuar sin paralizarnos pero con actitud de alerta naranja. Por otro lado imaginar un país en el que el recambio de la matriz energética sirviera para tener costos competitivos nos ubicaría como ejemplo mundial. Y le daría mayor capacidad de resistencia a las empresas que más expuestas están a los daños que el clima alterado más tarde o más temprano desencadenará sobre la producción. Con un dólar chato y costos desproporcionados, el alerta naranja para la mayoría de los sectores productivos es permanente.

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