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Advierten que Macri llevará la deuda a un nivel peligroso

Gobierno presentó una previsión optimista para PIB e inflación
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26 de septiembre de 2017 a las 05:00

Ni bien fue presentado, despertó críticas tanto "por izquierda", que cree que oculta la llegada de un nuevo ajuste económico, como desde los economistas de la ortodoxia liberal, que se espantan por los niveles de gasto público y no creen que la reducción fiscal sea verdadera.

Hace tiempo que en Argentina la aprobación de las leyes de presupuesto dejó de ser una instancia parlamentaria más o menos formal que le permite al gobierno reasignar partidas de gasto público. Por el contrario, el ámbito político pasó a considerarlos verdaderos manifiestos de principios, y por eso la presentación de las proyecciones macristas para 2018 está levantando polvareda. Ocurre que en su texto, el gobierno argentino definió que "va por todo", con una serie de objetivos en apariencia incompatibles: prevé una aceleración en el crecimiento de la economía, mayor gasto en obra pública, más ayuda social y, al mismo tiempo, una caída en la inflación y una reducción del déficit fiscal.

Las proyecciones del gobierno implican que para 2018 la economía crecerá en torno de 3,5%. Es todo una novedad para un país que ya se acostumbró a que en los años impares, cuando hay elecciones, la economía crece y luego, en los pares, hay un estancamiento. Pero lo raro es que el gobierno promete un crecimiento al mismo tiempo que baja el déficit fiscal en un punto del PIB, desde el actual nivel de 4,2% hasta el 3,2%.

Como para acallar por anticipado críticas de la oposición, se aclaró que en los dos rubros más sensibles, la obra pública y el llamado "gasto social", no habrá ajuste sino, por el contrario, subas importantes. Las ayudas a la población más vulnerables tendrán un incremento nominal del 22%.

Por otra parte, se prevé que tanto los salarios estatales como las jubilaciones superen entre cinco y 10 puntos a la meta de inflación fijada por el Banco Central, que es del 12%. Y todo esto, con una leve caída de la presión tributaria. Ante lo cual surge la pregunta inevitable de cómo se hará para financiar toda esa bonanza.

La pista está en los subsidios a las tarifas de la electricidad, el gas, el agua y el transporte. Habrá ahí un recorte, de los actuales 2,3 puntos del PIB hasta 1,6. Esto le dio pie a la oposición a hablar del "ajuste que se viene para después de las elecciones".

Números cuestionados

Ni bien el presupuesto fue presentado en el Parlamento, la oposición puso en duda el cumplimiento de muchos de los objetivos.

El diputado Marco Lavagna, referente económico del peronismo no kirchnerista e hijo del ex ministro Roberto Lavagna, puso en duda que se pudieran dar las premisas que plantea el gobierno como impulsoras del crecimiento. Básicamente, cuestionó que se produzca una suba fuerte en las inversiones y marcó como una contradicción la política de altas tasas de interés que mantiene el Banco Central para controlar la inflación.

Como era de prever, el intercambio de "chicanas" más intenso fue entre el exministro de la gestión kirchnerista, Axel Kicillof, y el actual ministro macrista, Nicolás Dujovne.

Kicillof, que ahora ocupa una banca de diputado y lleva la voz cantante a la hora de denunciar planes de ajuste, destacó que, como en 2018 ya no se contará con los ingresos extraordinarios que supuso el blanqueo de capitales, no quedará más remedio que un fuerte incremento de tarifas en servicios públicos si es que se quiere cumplir con la meta de la reducción fiscal. Pronosticó que en Buenos Aires se vendrá un aumento por encima del 1.000%.

Dujovne dijo que el ajuste tarifario será menor al ocurrido el primer año. Y contestó que los recursos del blanqueo que no se percibirán serán compensados con los US$ 20.000 millones que provendrán del Banco Nación y los ingresos extraordinarios por el revalúo fiscal.

"Empezamos a resolver los problemas que nos generó el actual diputado Kicillof y volvemos a generar inversión, crecimiento y empleo", dijo, en una frase que generó el aplauso de la bancada oficialista.

"El único que trabaja"

Pero no solamente los políticos del anterior gobierno kirchnerista dudan de las metas oficiales. En el gremio de los economistas también abundan los comentarios escépticos.

Por caso, un informe de la Fundación Mediterránea, conocida por su apego a la línea ortodoxa, pone la lupa en el agravamiento de los problemas de competitividad, ya que del proyecto de presupuesto se infiere que, otra vez, el dólar evolucionará por debajo de la inflación.

"En consecuencia, constituirá un desafío formidable alcanzar la tasa de inversión propuesta en el proyecto (17,1% del PIB) y mantener un crecimiento sostenido de la misma con un precio relativo que no resulta demasiado favorable a la producción de bienes transables", señala el informe.

Y agrega que, para compensar los problemas cambiarios, se debería avanzar en las otras fuentes de pérdida de competitividad, como la mejora de infraestructura y los costos laborales no salariales.

Pero a la hora de la polémica, el tema que rankea primero por lejos es la toma de crédito como vía de financiamiento del déficit. El gobierno se defiende con el argumento de que el ratio entre deuda y PIB resulta manejable: actualmente es de 28%, subirá el año próximo hasta 31% y continuará en alza dos años más hasta estabilizarse en 37%.

El argumento del gobierno es que esa cifra está debajo del promedio regional –41,7%– y que no implica un riesgo macroeconómico.

Pero no todos opinan igual. Primero, por supuesto, por la historia argentina respecto de la deuda. Para un país que se ha ganado la fama de "defaulteador serial", los ratios que se exigen siempre son más duros que para los buenos pagadores.

Pero, además, hay divergencias respecto de cómo calcular el peso de esta deuda sobre las arcas del Estado. El economista José Luis Espert causó revuelo al denunciar que el macrismo incurre en "relato fiscal" al comparar los niveles de deuda actuales con los que había en 2001, antes de la gran crisis financiera.

Argumenta que las cuentas oficiales no tienen como gasto el pago de intereses de una deuda que crece a un ritmo de US$ 40.000 millones anuales ni el rojo de las finanzas provinciales. Con lo cual, afirma, la meta del 3,2% como déficit sobre el PIB termina siendo ilusoria.

"A partir de fines de 2018 veo una deuda pública ya en torno de los 60 puntos del PIB. Es un nivel demasiado grande para un país con bajo rating crediticio y una historia tan grande de defaults. Por eso, en un año veo a la Argentina muy sensible ante cualquier shock externo desfavorable. Me llama la atención que este gobierno lo único que haya hecho en materia de déficit fiscal es cambiar la manera de financiarlo, de emisión monetaria a deuda", expresó en una entrevista periodística.

La polémica recién empieza, y seguramente será el centro del debate en el tramo final de la campaña electoral. Por lo pronto, Cristina Kirchner ya dio la pauta de que se valdrá de estas previsiones para sus críticas al gobierno de Mauricio Macri: su principal apelación es a la unidad de la oposición "para frenar el ajuste que va a venir el año próximo".

Y tuvo un irónico elogio para el ministro de finanzas, Luis Caputo: "Hay que reconocerle que está todo el día trabajando, emitiendo deuda".

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