África mía

En este último continente aumentó en grandes proporciones la cifra de turistas que anualmente llegan, la mayoría para hacer un safari, porque el avistamiento en proximidad de animales tales como la jirafa, el elefante, el rinoceronte y el hipopótamo, es una de las tendencias del presente, con el consiguiente daño para el medio ambiente y los animales. Del enorme daño que ocasiona el ser humano al territorio natural poblado por animales en vías de extinción hablan poco los medios informativos, pero, cuando un turista muere atacado por un animal que reacciona para proteger su territorio, se arma gran revuelo, otorgándole al animal un aura de criminal que nada tiene que ver con la realidad de lo ocurrido.

Días atrás, una turista estadounidense de 75 años de edad murió tras ser atacada por un hipopótamo. Con sentimentalismo nada conmovedor, las agencias noticiosas informaron sobre los últimos momentos de la mujer, tras ser atacada por el animal. ¿Por qué la mujer estaba tan cerca del hipopótamo? Para sacarse una foto. Con tal de poder tomarse una autofoto o selfie con un animal en vías de extinción –es cada vez menor en el mundo, incluidos los zoológicos, la cantidad de hipopótamos pigmeos–, hay quienes arriesgan su vida, sabiendo o no que ese tipo de mamífero mata anualmente a unas 500 personas en África y tiene movimientos más rápidos de los que su anatomía hace suponer.

En vez de informar sobre los daños irreparables que provocan en el hábitat los safaris, los medios prefirieron dramatizar aún más la situación, presentando a la invasora como la única víctima de lo sucedido. En tiempos cuando la realidad escribe a diario una nueva página del obituario de la fauna planetaria, hay quienes creen que los únicos inocentes, los únicos que merecen salvarse, son los seres humanos.