Opinión > EL HECHO DE LA SEMANA - MIGUEL ARREGUI

Ahora la libertad

El cannabis comienza a salir del sótano en el entendido de que la prohibición provoca más problemas que la apertura
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22 de julio de 2017 a las 05:00
En diciembre de 1938, cuando la quiniela se legalizó en Uruguay bajo control del Estado, algunos policías perdieron un ingreso extra. Hasta entonces era de uso que el comisario del barrio se acercara a algún muchacho que levantaba quiniela clandestina y le ordenara: "Jugale un peso a las dos cifras a la cabeza". Cuando el quinielero, sorprendido, le pregunta a qué número, el comisario respondía: "Al que salga". Ese acierto forzoso implicaba una coima de al menos 70 pesos, el salario policial de un mes.

Que el Estado controle la quiniela o los casinos no los hace mejores, ni siquiera elimina el juego clandestino; pero al menos quita un poco de suciedad del medio. Algo de eso se espera que ocurra con el mercado de la marihuana, que desde el miércoles 19 se vende en farmacias.

Esta legalización es un proceso a la uruguaya: burocrático, confuso, lento, con subsidios y registros. Se descartaron alternativas más simples, ya experimentadas en otras partes. También fue un inicio receloso, pues sólo unas 5.000 personas aceptaron ser registradas, aunque pronto serán muchas más.

¿Por qué registrarse para adquirir marihuana, y no para comprar tabaco o alcohol? Se supone que hay al menos 160.000 compradores potenciales. El mercado negro sigue tan campante. Pero es un principio de un proyecto novedoso, que debería permitir que el cannabis emerja poco a poco de la clandestinidad y pierda parte de su poder criminal.

Los consumidores aún son rechazados por el grueso de la población. Según las encuestas, la mayoría no aprueba la legalización de la marihuana por razones filosóficas, morales y de salud pública. Una convicción similar, extendida a todas las sustancias que provocan alteraciones de la percepción o la consciencia, llevó a prohibir el consumo de alcohol en muchos países, desde Escandinavia al mundo islámico. El caso más conocido es el de la "ley seca" que imperó en Estados Unidos entre 1920 y 1933 debido a la prédica de iglesias protestantes ultraconservadoras. La demanda insatisfecha disparó el crimen organizado.

La producción de alcohol por el Estado uruguayo a partir de 1923 se debió más que nada a la creencia de que se podría sustituir el petróleo y el carbón con un "combustible nacional" independiente.

La producción, suministro y consumo de marihuana está prohibido en casi todo el mundo, como lo están otras sustancias más "pesadas". Pero el muro se agrieta. Varios Estados dejaron de castigar a los consumidores de cannabis o iniciaron experimentos de liberalización parcial o total, desde los conocidos coffee shops holandeses al mercado libre en Colorado desde 2014. Muchos otros Estados de la Unión, desde California a Massachusetts, toman caminos similares.

La despenalización del consumo de ciertas drogas es una vieja propuesta de los liberales. Milton Friedman, premio Nobel de Economía 1976, aconsejó hace casi tres décadas legalizar el consumo de marihuana e incluso de drogas más fuertes como la heroína. Años después, un montón de intelectuales latinoamericanos, desde Mario Vargas Llosa a Gabriel García Márquez, abogaron por la misma causa. "La prohibición ha hecho más atractivo y fructífero el negocio de la droga, y fomenta la criminalidad y la corrupción a todos los niveles", dijeron.

Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, provocó conmoción con una columna que publicó en enero de 2010 en El País de España bajo el título "El otro Estado". No se declaran guerras que no se pueden ganar, sostuvo. El problema no es policial sino económico, pues hay demasiada demanda y demasiado dinero, y la situación sólo empeorará.

Las ideas permisivas, que pusieron el foco en la prevención y la salud pública, comenzaron a prosperar cuando quedó patente el fracaso de la lucha contra el tráfico de drogas en América Latina, que se realizó básicamente según el enfoque de Estados Unidos, el principal mercado, y bañó en sangre a varios países, desde Colombia a México. "Cuando haces algo durante 40 años y no funciona, debes cambiarlo", dijo en 2016 el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos.

En marzo de 2000, el presidente uruguayo Jorge Batlle dijo al semanario Brecha que era partidario de "legalizar todas las drogas". Ideas similares ganaron peso político a partir de 2010, durante la Presidencia de José Mujica. El resultado fue la ley 19.172 de diciembre de 2013, ahora en práctica: el primer caso de una liberación completa en un país completo, con la esperanza de hacer un poco más claro lo que es opaco y sangriento.

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