Aires innovadores para impulsar a las bodegas locales

La botella de vino está cada vez menos presente en las mesas de familias uruguayas. Eso se puede deducir al ver la evolución de las ventas de vino nacional en los últimos años. Mientras que en 2010 se vendieron casi 74 millones de litros, en 2016 fueron 62 millones, según estadísticas del Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi).

El quiebre de ventas en favor de la cerveza, una cultura de consumo en la que se pasó de la masividad a la calidad y los altos costos para la producción son algunos de los factores con los que los empresarios del sector se enfrentan día a día, explican la caída, y llevan a que le tengan que buscar la vuelta a su negocio. El del vino "no es un buen negocio", disparó Santiago Deicas (30), coordinador de dirección de Establecimiento Juanicó.

Para el presidente de Inavi, José Lez, parte de que actualmente se deba buscar la sustentabilidad del negocio está en el hecho de no haber detectado a tiempo la necesidad de innovar. "Lo que le pasó a nuestra generación –una responsabilidad que asumo– es haber estado en un momento donde el consumo de cerveza empezaba a crecer y no salimos de la estructura más ortodoxa que teníamos de vino con un perfil muy señorial", apuntó Lez.

En la búsqueda de despertar mayor interés por el vino, las bodegas se están aggiornando a través de la creación de nuevos productos, la generación de experiencias en torno al vino y una mejora en el manejo de la comunicación.

Esos nuevos aires vienen en parte acompañados de la inserción de generaciones jóvenes de las familias propietarias de las bodegas que deciden apostar a la innovación como salida. "(Mi generación) no le estaba poniendo todo aquel enfoque de juventud que hoy le están poniendo las nuevas generaciones", reconoció Lez.

Crear variantes del tradicional vino mezclándolo con otros sabores es una posibilidad que surgió a partir de que Inavi comenzó a permitir el lanzamiento de vinos de menor graduación alcohólica en 2014.

La bodega Quinta Santero la aprovechó para lanzar la línea Zenit, de vinos frizzantes elaborados con pulpa natural de frutas. La iniciativa surgió de parte de la tercera generación de la bodega, Edgard Santero (53), con la idea de mantener la atención en el consumo de vinos. El de maracuyá, lanzado hace dos años, le abrió las puertas de comercios como Iberpark y otras vinerías. Su precio está entre los $ 150 y $ 300, variando según el punto de venta y tamaño –375ml o 750ml–.

El producto no se creó apuntando a un público en particular. Sin embargo, Ana Inés Santero (30) contó que tuvo una buena respuesta del público femenino, que hasta lo usa para hacer tragos.

Vincularse con el arte y la cultura es algo que intenta Santero con el objetivo acercarse al público joven.

Mariana Varela (24) es encargada de la comunicación y el marketing de la viña Varela Zarranz y perteneciente a la cuarta generación de esa bodega, que también apostó a variar en sus productos.

Contó que su padre, Enrique Varela (61), ideó "un producto que se acercó al joven y a aquellas personas que no son tomadoras de vino". Se trata de la línea "Vudu 6º" elaborada con vino y esencias naturales de frutas –como maracuyá, limón, ananá, pomelo, entre otras–, sin sabor a alcohol. Esa línea se vende en presentación de latas en supermercados, estaciones de servicio y almacenes de barrio. Su precio ronda los $ 48.

El enoturismo y la fusión del vino con el arte, cultura y gastronomía son modalidades más conocidas de esa reconversión. Mariana Varela de Varela Zarranz contó que el enoturismo ha cobrado mayor fuerza gracias al impulso que le ha dado su generación.

Una característica uruguaya a destacar, según Varela, está en el hecho de que es alguien de la familia el que recibe a los turistas, a diferencia de lo que sucede en otros países, donde lo hace un guía turístico. "Las nuevas generaciones estamos dispuestas a abrir las puertas a todo el mundo y contar de primera mano el trabajo que hacemos", apuntó. Juanicó, por su parte, además del enoturismo también busca atraer público a través de su restaurante. Según Deicas, "llega mucho turista pero cuesta llegar a los uruguayos", que, según comentó, visitan bodegas en el extranjero pero no lo hacen en Uruguay.

Fiorella Moizo (28) pertenece a la nueva generación de la viña Familia Moizo y comenzó a dedicarse de lleno a la bodega familiar a partir de notar la necesidad de atender las redes sociales y una comunicación más directa con los clientes, algo a lo que sus padres –enólogos que llevan adelante la bodega– no podían dedicar tiempo suficiente.

La bodega apostó además a la apertura de una "tienda enoturística", en la que ofrecen productos como mermeladas, aceite de oliva y licores, todo producido en Canelones.