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Al infinito y más allá

Johnny B. Goode, Chuck Berry, 1958
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09 de octubre de 2015 a las 05:00

En 1958 el rock and roll ya se había desprendido del blues y el jazz, y junto al cada vez más contagioso rhythm & blues invadía las listas pop con los éxitos de Jerry Lee Lewis, Elvis Presley, Buddy Holly, Eddie Cochran y Chuck Berry, entre otros. La estética de cantantes y orquestas, sin embargo, seguía pareciéndose.

Por Javier Lyonnet

La grabación de Johnny B. Goode en la voz de Chuck Berry surca el espacio a 62.000 kilómetros por hora desde hace 38 años. A bordo de las naves Voyager I y Voyager II la canción compone la primera colección de creaciones humanas que excedió los límites del sistema solar. Junto a obras de Beethoven y Mozart, de arpistas de Azerbaiyán, percusionistas senegaleses e intérpretes peruanos de zampoña, el tema de Chuck Berry integra un mensaje musical de la humanidad para... Quién sabe quién. O qué

Entre la indumentaria de un Frank Sinatra y un Elvis Presley no había demasiada diferencia. El nuevo estilo se imponía a ritmo de cadera y pelvis. Y, en el caso de Chuck Berry, a fuerza de energía eléctrica y rodillas flexibles. Tan conocido por el "paso del pato" como por su talento para tocar la guitarra, Chuck Berry es una leyenda viviente. Su canción Johnny B. Goode es en buena parte responsable de ese prestigio.

Su suponía que los blancos bailaban con Presley y los negros con Chuck Berry, pero este último fue uno de los pioneros en romper la frontera racial de los gustos musicales, tanto en las pistas de baile como en las estructuras de los rankings.

La historia de Johnny, ese precoz muchachito que quiere triunfar como músico, ha sido interpretada por todos los nombres imaginables de la primera fila del rock (desde Los Beatles y los Stones hasta B.B. King y Prince) y adaptada a numerosos géneros: country, heavy metal, punk, orquesta de ukeleles. Una de sus versiones más famosas fue grabada en clave de reggae, a cargo de Peter Tosh: la adaptación es tan buena que el original parece haber sido escrito para el jamaiquino.

"Johnny B. Goode es probablemente la primera canción acerca de cuánto dinero podría hacer un músico tocando la guitarra, no hay otra canción en la historia del rock and roll que celebre de forma más jubilosa las raíces populares del género", sostiene el crítico estadounidense Joe Queenan en el diario británico The Guardian.

La cuestión es que el Johnny de la canción nunca aprendió del todo a leer y escribir, pero toca bien la guitarra. La gente se detiene para escucharlo junto a las vías del tren y comenta, "qué bien toca el chiquilín".

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Su madre le dice que algún día será un hombre, y que será el líder de su propia banda. Que la gente vendrá desde lejos a escucharlo, y que quizá su nombre aparezca en un cartel luminoso.

Chuck Berry concibió la canción en 1955, mientras estaba de gira en Nueva Orleans, pero recién la grabó en 1958, en su tercer álbum para el sello Chess de Chicago, donde quedó registrada la parte más importante de su repertorio. Para entonces su nombre ya presidía marquesinas: el hombre era el autor e intérprete de Maybellene, un superhit, que fue seguido por Roll Over Beethoven y Rock And Roll Music. Chuck Berry dominaba la guitarra eléctrica como pocos y ofrecía un entretenido show escénico con sus dislocados pasos de baile y —literalmente— dejando cada gota de sudor en el escenario.

Negro sobre blanco

El Johnny de la canción —si bien fue inspirado por el pianista de la banda de Berry, Johnnie Johnson— remitía a la infancia y a las aspiraciones del propio compositor. Las licencias literarias colocan al personaje en Louisiana, en el sur profundo, proveniente de un entorno rural precario —una cabaña de madera y barro— y casi analfabeto. Se le supone blanco ya que el autor usa la figura "country boy". Años después admitiría que en el original era "colored boy" (chico de color) pero que prefirió cambiar el texto para no comprometer la difusión de la canción en una época de plena lucha por los derechos raciales ante una política segregacionista aún vigente.

En ese entonces los blancos y los negros aún no se mezclaban en los estados del sur, algo contra lo que Chuck Berry combatió. Primero como músico, sus canciones llegaban por igual al público negro y al público blanco, y luego como empresario, al abrir un club "integrado" en la ciudad de Saint Louis, de donde era originario, una ciudad menos reaccionaria y más cosmopolita que otros enclaves sureños.

De hecho, Chuck Berry nació y creció en el 2520 de la avenida Goode de Saint Louis, una clave más de que el personaje de la canción Johnny B. Goode no era otro que él mismo. Algunos detalles de su biografía que no se mencionan allí son que el músico, antes de lanzarse de lleno a la carrera artística, ejercía como peluquero y cosmetólogo, especialidades en las que se había titulado. O que había pasado tres años preso en su adolescencia por una serie de robos a mano armada cometidos junto con un grupo de amigos. Pero bueno, es una canción y no un libro. Y los 88 años de Chuck Berry —hasta ahora— dan para escribir varios.

Las huellas del pato

La influencia de Chuck Berry como padre del rock y de Johnny B. Goode como canción canónica del género es tal que los dioses terrenales del rock y el pop se han rendido a sus pies desde siempre: de Keith Richards a John Lennon o Brian Wilson y Elvis Presley.

John Lennon habló maravillas de él y lo invitó a un programa de televisión que condujo en 1972 junto con Yoko Ono. Una suplencia en el Mike Douglas Show. Juntos tocaron Johnny B. Goode. "Él escribía buenas canciones y letras inteligentes en la década de 1950, cuando la mayoría de los artistas cantaba 'Oh baby I love you so'; este es el tipo de gente que influyó en nuestra generación para tratar de darle algún sentido a nuestras canciones y no solo cantar 'do wah diddy'", dijo Lennon. Y más aun: "Todos le debemos mucho a Chuck Berry, incluso Dylan; me encanta todo lo que ha hecho, siempre estuvo en una categoría distinta a la de todos los demás intérpretes".

Con Brian Wilson, el líder de los Beach Boys, las cosas no fueron tan encantadoras: Chuck Berry le hizo un juicio por refritar la melodía de la canción Sweet Little Sixteen en su tema Surfin' USA. Le ganó y su nombre figura desde entonces como coautor.

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Presley, un intérprete fuera de serie, sufría por su incapacidad para componer canciones legendarias. "Quisiera expresar mis sentimientos de la manera que lo hace Chuck Berry", confesó alguna vez.

El vínculo con Keith Richards es un poco más rock, como corresponde. La primera vez que el guitarrista de los Stones fue a saludarlo en un backstage, emocionado, Chuck Berry le dio una trompada. Es que no sabía quién era. Vio a un desconocido con pinta de demente que se le acercaba a abrazarlo y atinó a defenderse.

Años después, en 1987, Keith Richards le organizó un homenaje. Joe Queenan lo relata con mucha gracia. Chuck Berry siempre fue conocido por contratar bandas locales baratas para sus shows, con las cuales no ensayaba. En estos rejuntes improvisados llegó a tocar Bruce Springsteen (a principios de la década de 1970), quien ha relatado que Berry tenía "el molesto hábito de cambiar a notas difíciles en medio de una canción". En 1986, Springsteen y la E Street Band acompañaron a Chuck Berry en el escenario, sí, tocaron Johnny B. Goode.

"Cuando Keith Richards armó el homenaje al hombre cuyo estilo de tocar la guitarra había seguido desde su adolescencia —Chuck Berry: Hail, Hail, Rock'n'Roll— parte de la motivación era ver cómo se desempeñaría el maestro si fuera acompañado por una banda que supiera sus canciones; lo hizo bastante bien", afirma Queenan.

Polémica octogenaria

A sus 86 años, Chuck Berry llegó a Uruguay por primera vez para actuar en el Teatro de Verano, en una gira precedida por cierta polémica que se confirmó en el show. Críticos y periodistas, incluso algunos músicos, rechazaban que la propia familia de Berry —sus hijos— estuvieran usando al ya anciano guitarrista para hacer unos pesos. El grupo local The Supersónicos fue la acertada elección para telonear el show, por su confesa influencia de las glorias de los años de 1950, de quienes tomaran la postura escénica, incluyendo los pasos coreográficos del propio Chuck. "Decadencia" fue la palabra más usada para describir esta serie de shows que recorrió Sudamérica dos años atrás.

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