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Alepo, de lujoso testigo de la historia a ciudad fantasma

Siglos de patrimonio de la humanidad convertidos en campo de batalla
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30 de diciembre de 2012 a las 19:13

Una mezquita del siglo XIII está cerrada, su tambaleante minarete golpeado por un proyectil en la base. Los francotiradores disparan desde nidos situados en lo alto de los inmensos muros de piedra de la ciudadela, por donde han pasado tropas griegas, romanas, bizantinas, árabes y turcas a lo largo de la historia.

Hasta hace unos meses, la ciudad vieja de Alepo era un museo viviente y un lugar lleno de vida, donde los tenderos del zoco regateaban el precio de sus especias, libros y jabones de aceite de oliva bajo balcones de hierro forjado y ventanas con celosías de madera.

Alepo es la ciudad más grande de Siria y su núcleo económico. Su casco antiguo, con elevadas fortificaciones construidas durante la dinastía medieval de Saladino tras sus victorias en el siglo XII sobre los cruzados, está declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Hoy es una zona de guerra y ruinas. Láminas de hierro retorcidas agujereadas por disparos cubren callejones cerrados y los puestos de los mercados están quemados o destrozados. Los combatientes rebeldes serpentean por la zona en coches con música revolucionaria a todo volumen.

“La Vieja Alepo fue la base de este mundo”, dijo Haj Amer, propietario de una imprenta en el viejo bazar. “Lo que realmente nos duele es la destrucción de las mezquitas”.

“En esta zona están mis raíces, mi vida desde 1975”, añadió. “Siempre me quedaré”.

La guerra civil siria ha costado la vida a unas 44 mil personas y ha desplazado a otro medio millón de sus hogares. Llegó con toda su crudeza a Alepo hace seis meses y, aunque a estas alturas los rebeldes controlan la mayor parte de la ciudad, algunas zonas siguen siendo un campo de batalla.

Las autoridades de la ONU que declararon patrimonio de la humanidad la Vieja Alepo han catalogado algunas de las maravillas que pueden encontrarse aquí.

“El palacio real del siglo XIII, con su porche de entrada plagado de finos ornamentos, está adornado con incrustaciones de mármol blanco”, escribieron.

“La sala del trono, construida en el periodo mameluco (siglos XV y XVI) ha sido elegantemente restaurada: artistas y artesanos sirios han recreado el lujoso escenario de la corte -los techos con sus vigas y artesonados, iluminación, ventanas y columnas policromadas- todo ello, un homenaje a su talento. Hay unos 200 minaretes, algunos gruesos como torres defensivas, otros delgados como agujas”.

La venganza de Al Asad

Durante un paseo por el casco antiguo, los vecinos muestran los daños y cuentan su propio drama.

En la mezquita Al Uthmaniya hay un amplio boquete en una cúpula de 1728. En los suelos de cemento están las marcas dejadas por un proyectil y la cristalera que decoraba los altos arcos de entrada a la sala de oración está despedazada.

“En esta mezquita no había hombres armados”, dijo Abu Mohammed, un vecino de 70 años vestido con ropas tradicionales que suele rezar aquí.

“Hace dos semanas estábamos saliendo de los rezos de la tarde cuando un proyectil explotó en el patio”.

Más allá, en unos baños de la época otomana, bulliciosos antes de la guerra, el hedor húmedo de una piscina abandonada llena el aire de las salas abovedadas de piedra subterráneas.

Un obús atravesó la bóveda del patio interior y pedazos de vidrio de distintos colores se esparcen en torno a una fuente. Faroles de hierro forjado descansan en el suelo. Una máquina expendedora vacía se levanta junto a estanques de mármol y mosaicos cerámicos de colores.

La gente ha comenzado a regresar lentamente a las ruinas de la ciudad vieja.

“Regresamos porque no teníamos otro lugar al que ir”, dijo Riham, de 12 años, que acompaña a su abuela por un callejón empedrado de camino a una clínica. “Ya no reconocemos ni siquiera los viejos callejones de la ciudad”.

En el bazar, unos pocos puestos están abiertos vendiendo dulces y agua embotellada. Los hombres beben té en la puerta de los talleres.

“Bachar al Asad destruyó las mezquitas y el viejo zoco, uno de los zocos más antiguos del mundo”, dijo Abu Othman, un combatiente de la brigada al-Tawheed del Ejército Libre de Siria, que vestía el uniforme verde de la milicia.

“No hemos tenido agua corriente ni electricidad en dos meses”, dijo. “Es como si este hombre estuviera enemistado con las ruinas: con los zocos y las mezquitas. E incluso con los vendedores. Porque no alabaron su represión, se está vengando quemando todas sus propiedades”.

“La Vieja Alepo fue la base de este mundo. Lo que realmente nos duele es la inmensa destrucción de las mezquitas”.

Haj Amer

Propietario de una imprenta

“Hace dos semanas estábamos saliendo de los rezos de la tarde cuando un proyectil explotó en el patio”.

Abu Mohammed

Un anciano de la ciudad

“Regresamos porque no teníamos otro lugar al que ir (...) Ya no reconocemos ni siquiera los viejos callejones de la ciudad”.

Riham

Un niño de 12 años de Alepo

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