Opinión > EDITORIAL

Analgésico en vez de cirugía

Congelar precios es una forma errada e inefectiva de combatir la inflación
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30 de julio de 2015 a las 00:52

Congelar precios, como ha pedido el gobierno al comercio, es una forma errada e inefectiva de combatir la inflación. Puede aportar cierto alivio temporario en momentos en que el Índice de Precios al Consumo (IPC) amenaza acercarse a los dos dígitos. Pero en nada ayuda al control sostenible de las presiones inflacionarias, meta para la cual el gobierno dispone de medidas genuinas. Excepto por intervenciones ocasionales del Banco Central con venta de divisas o cambios en los encajes o en las tasas de interés, nada se puede hacer para contener la suba del dólar y su impacto inflacionario. No solo se está valorizando en todo el mundo, sino que no hay otra opción que acompañar la devaluación de las monedas locales en mercados relevantes como Brasil y Argentina, además de otros países de la región, a menos que se acepte perder todavía más competitividad.

Existen, sin embargo, instrumentos que dependen del gobierno, aunque exigen una firmeza de gestión y un ordenamiento fiscal que por ahora no se ha concretado. Por un lado, está la moderación en las tarifas de los servicios públicos, como hizo por un tiempo la administración Mujica el año pasado. Pero se ha ido por el camino opuesto con el aumento de los combustibles, para tratar de sanear algo los déficits de ANCAP al costo de presionar la inflación a la suba. También puede actuar sobre la política salarial, que incide directamente en el IPC. El gobierno asegura que impondrá moderación, tanto en los ajustes del sector privado como del público. Pero es incierto hasta dónde enfrentará la generalizada insurrección sindical en casi todas las áreas de actividad. Otra medida idónea es bajar el gasto público, pero es poco lo que se está haciendo en ese frente.

Ante el ensombrecido horizonte inflacionario el gobierno ha prometido una política salarial más restrictiva, acorde con el incierto crecimiento del PIB, que tiende a menos del 2%, plan que dependerá de su capacidad para resistir las embestidas sindicales. Proyecta además bajar el gasto en algunas áreas dentro de las limitantes rigideces del presupuesto. Pero nada se dice sobre bajar las tarifas de servicios públicos o ajustar más severamente el gasto, aun al costo de posponer algunas inversiones.

Ha recurrido, en cambio, al parche indeseable de un control acordado de precios en artículos básicos de consumo, como ya hizo el gobierno anterior. Dirigentes de las cámaras empresariales, de grandes supermercados y economistas coinciden en la dificultad de congelar o reducir precios en momentos en que el tipo de cambio y los incrementos salariales los empujan a la suba. Y aunque el comercio acceda de alguna manera al pedido gubernamental, su efecto será breve y escaso ya que, al tratarse de un asentimiento voluntario, dependerá de una disposición empresarial que no todos podrán cumplir. La artificialidad de cualquier forma de control de precios se evidenció en su fracaso cada vez que se intentó. De más significación aun es que ataca los síntomas de la inflación y no sus causas, como si un médico enfrentara el tumor canceroso de un paciente con un analgésico en vez de con cirugía.

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