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Aníbal Lavandeira: correr tras los objetivos

Es ultramaratonista, su especialidad es la ruta y corre carreras de más de 200 kilómetros. Competitivo y estricto en su entrenamiento, Aníbal Lavandeira nos cuenta su historia llena de pasión, esfuerzo y constancia
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15 de diciembre de 2016 a las 05:00

Estableció varios récords en carreras de ultramaratón, entre ellos, el récord nacional de 12 y de 24 horas y ha logrado competir a nivel internacional con excelentes resultados, como la obtención del primer puesto en la ultramaratón de playa más larga del mundo. Se levanta a las seis de la mañana para salir a entrenar y combina su pasión con el trabajo y su familia, compuesta por su esposa y su hija Lourdes. La humildad de Aníbal, de 47 años, llama la atención y sus relatos convierten el diálogo en algo difícil de transmitir en pocas páginas.

Por Valentina Longo

Lo que se hereda no se roba

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"Mi padre era una persona muy deportista y nos inculcó el deporte a mí y a mis dos hermanas desde chicos", cuenta Aníbal, quien tomó la posta del deporte en la familia. Su padre practicaba boxeo, fútbol y corría, pero no competía. "Siempre me llevaba a caminar y a correr, y le llamaba la atención todo lo que aguantaba siendo muy chico", agrega y comenta que es algo que también nota en su hija. Hasta la adolescencia practicó con él y, a pesar de que su padre iba al Jockey Club y él al Club Banco República, siempre encontraban tiempo para salir a correr por el parque Batlle o la rambla. "Correr era algo natural en nosotros. En la adolescencia paré por un tiempo y luego retomé fusionando la corrida con el boxeo".

Con el paso de los años se convirtió en entrenador de boxeo y empezó a trabajar en la Asociación Cristiana de Jóvenes dando clases de gimnasia y de boxeo, institución de la que todavía forma parte. En el entorno del boxeo no era algo común correr las distancias que hacía él –que en ese entonces eran de 25 kilómetros– y sus compañeros lo trataban de loco, según comenta entre risas. "Comencé a correr cada vez distancias más largas y lo hacía como hobbie". Este pasatiempo se convertiría después en el centro de su vida, al que le dedicaría largas jornadas y enormes sacrificios.

En sus marcas, listos, ¡ya!

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La primera carrera en la que participó fue a comienzos de los años de 1990 en Montevideo, con veintipocos años. Luego fue a correr a Salto, ya que en esa época las carreras no eran tan habituales como ahora y continuó corriendo como aficionado hasta el 2002, cuando empezó a competir con 30 años. Además de correr, daba clases y atendía su negocio: una papelería, de la que en la actualidad se encarga su esposa.

En el 2004 participó de una maratón en Colonia y le encantó el hecho de correr 42 kilómetros. "Un amigo de Melo (Cerro Largo) organizó una carrera que iba de Aceguá a Melo. Eran 60 kilómetros por la ruta 8, con un paisaje de sierras. Me invitó, fui y salí tercero". En esa primera edición eran 20 participantes, mientras que ahora son cientos los que se acercan año a año a correrla en noviembre. Aníbal participó en ella hasta el 2013, luego coincidió con otras competencias y dejó de participar, pero tiene una ida pendiente, ya que el año pasado fue homenajeado y no pudo estar presente.

Correr 24 horas y más

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En el 2014 se organizó otra carrera, de Florida a Durazno, con una distancia de 90 kilómetros. Aníbal la ganó y lo invitaron a correr 100 kilómetros en Argentina, donde salió quinto. "Seguí corriendo carreras largas hasta que se formó la Asociación Uruguaya de Ultramaratón y se realizó una carrera de 24 horas en pista".

Este tipo de carreras se realizan en el mes de mayo en la pista de atletismo. Todos los corredores tienen un chip colocado en sus championes que marca la cantidad de vueltas. Comienza a las nueve de la mañana y culmina a las nueve de la mañana del día siguiente. Gana el corredor que realiza más vueltas en ese tiempo. "El primer año hice 201 kilómetros, el segundo año 207. Me acuerdo de que me había preparado muchísimo", comenta el uruguayo, que entrena con Gabriel Umpiérrez, su profesor de toda la vida. En esas primeras experiencias obtuvo el segundo y tercer puesto respectivamente y esto lo entusiasmó mucho para seguir con carreras de ultramaratón. Al poco tiempo alcanzó el récord de 12 y 24 horas de Uruguay y participó en el mundial de Torino (Italia), donde estableció el récord de 213 kilómetros y fue el primer latinoamericano en ganar. Cuando le pregunto si esperaba ese triunfo, me dice con humildad que no, y añade: "Uno siempre quiere ganar, pero sabía que competía con tremendos corredores". Ganar sin duda le abrió muchas puertas más.

En 2015 tuvo la posibilidad de correr la primera carrera de playa más larga del mundo en Brasil: 230 kilómetros desde la Barra del Chuy hasta el balneario Cassino. "Era un desafío importantísimo porque estaba acostumbrado a la pista, donde cada 400 metros tenés todo lo que querés: comida, bebida, asistencia. En esta, teníamos un puesto cada 50 kilómetros, en un total de 230", relata. Se preparó con tiempo, entrenando mucho. Durante la carrera hubo una gran tormenta, pero eso no le impidió llegar primero a la meta y abrazar a su familia. Esta instancia lo reafirmó como referente y aumentó considerablemente su trabajo como entrenador. Como premio obtuvo la acreditación para la ultramaratón PT281+ de Portugal, en la que participó del 18 al 21 de agosto de este año. La PT281+ recorre 281 kilómetros, es la segunda carrera más larga del mundo y está entre las tres más difíciles. Aníbal salió cuarto y obtuvo ese puesto porque decidió ayudar a uno de sus compañeros que sufrió el mal del sueño. "No hubiese salido tercero, pero hubiese llegado tres o cuatro horas antes y en ese momento eso es una vida. Sin embargo, no podía dejarlo tirado ahí o apretarle el botón de pánico porque eso lo dejaría eliminado. Sentí que tenía que ayudarlo. Él me ayudó primero a mí, cuando mi GPS no tenía señal y luego pude ayudarlo a él". Relata la situación como muy estresante, en donde el cansancio era inmenso, pero el compañerismo venció todas las barreras. Una situación extrema para todos y que culminó con un resultado más que positivo.

Aún no sabe cuál será el próximo. Mientras tanto, está enfocado en su grupo de running Entrenamiento Al Máximo, con quienes se junta sábados y miércoles en el kilómetro 14 de playa Malvín. Aunque es un grupo abierto, está centrado en carreras largas, el fuerte de su entrenador, y seguramente volverá a sorprendernos con sus logros.

Mano a mano con un campeón

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¿En qué pensás cuando corrés?

Soy muy competitivo, así que pienso en el que va adelante y en el que viene atrás. Pienso en llegar a la meta, en que no quiero que me pasen. Soy muy exigente conmigo mismo. Llevo un régimen minucioso de entrenamiento y de comidas. Soy muy honesto compitiendo, jamás haría trampa ni usaría una droga. Si gané, me quedo pensando por qué gané, y si no gané, por qué no. Donde quizá te divaga un poco la cabeza es en los entrenamientos, porque son larguísimos y me tengo que motivar mucho para hacerlos. Los sábados tengo grupo y después hago tres horas más de entrenamiento. Ahí es cuando más pensás por qué hacés todo esto.

¿Sos de escuchar música mientras corrés?

No, podés tener dos horas de música, pero después todo te molesta. Hasta el reloj querés tirar. Todo te pesa, todo te molesta, todo te da calor.

¿Un entrenamiento habitual?

A veces en pista hago 12 horas, 220 vueltas todas iguales, de ocho de la noche a ocho de la mañana. Es increíble cuando al otro día empieza a llegar la gente y te ve ahí. Algunos te van a ver a la largada, después van de tarde, de noche y al otro día de mañana se levantan para verte y te dicen: "No puedo creer que yo me levanté, fui a la feria, dormí la siesta, fui a un cumpleaños, cené, dormí, me levanté, me bañé, vine y seguís corriendo".

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¿Cómo conjugás tu profesión con tu familia?

Por suerte mi esposa y mi hija me acompañan en todo, si no, no podría. Por lo general, vienen conmigo a los viajes. Para mí el mejor premio que puedo recibir es que me esperen en la llegada con un abrazo. Son las que se bancan todo mi sacrificio.

¿De qué cosas te privás y cuáles son las que más extrañás?

Tengo que tener una excelente alimentación para resistir, sobre todo en los entrenamientos. No puedo comer mucha grasa ni mucha carne roja, azúcar o alcohol. Lo que más extraño es un asado, una pizza, un chivito. Pero cada 10 días, dependiendo del momento de entrenamiento en el que esté, me doy un gusto. Llevo esta dieta desde hace años y los resultados son el fruto de esa continuidad.

¿Considerás que todos podemos ser buenos corredores?

Creo que es como en todo, cada uno tiene sus capacidades. Por ejemplo, capaz que yo puedo estudiar medicina y llegar a ser médico, pero no sé si uno bueno. En esto pasa lo mismo. Hay gente que por su contextura física no podría. Considero que todo el mundo con entrenamiento puede llegar más allá de lo que piensa, pero de ahí a ser bueno es otra cosa.

¿Tenés alguna cábala?

No. Soy muy de rezar, pero no. Soy de conectarme con mi viejo, sé que él me está viendo. En la carrera de Portugal recorrimos siete castillos, cuando estaba en el pico más alto, con la vista de 10 casitas y pisos de adoquines, era como estar detenido en el tiempo y en ese momento estaba seguro de que mi viejo estaba ahí. En esas partes sí soy espiritual, pero en los resultados no dejo nada al azar.

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