El péndulo entre nuestros dos grandes vecinos que caracteriza a la vida uruguaya se inclina decisivamente hacia Argentina, por la combinación de su cambio de gobierno y de la declinación de Brasil. Desde que Mauricio Macri asumió la Presidencia se acumulan ventajas que durante más de una década fueron ahogadas por el kirchnerismo. Los puertos, y especialmente el de Montevideo, registran un considerable aumento de actividad desde que Macri anuló la hostil disposición de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner de prohibir el trasbordo en nuestras terminales de mercaderías embarcadas en puertos argentinos. Se han reanudado las exportaciones uruguayas, que habían virtualmente desaparecido bajo el desaforado proteccionismo kirchnerista.
Pero queda mucho por hacer para aprovechar al máximo el restablecimiento de las buenas relaciones rioplatenses, como vía disponible y medianamente rápida en otras áreas y en el campo de la apertura comercial a otros mercados. El futuro de la paralizada regasificadora parece depender de que Argentina le restituya el carácter de emprendimiento binacional, que tuvo en su comienzo pero que desapareció cuando el kirchnerismo resolvió retirarse. UTE, que tiene el 90% de las acciones de la empresa conjunta con ANCAP para ese emprendimiento, duda de que pueda mantener su compromiso financiero mayoritario después de que el consorcio concesionario abandonó la obra. La forma de asegurarla es que Argentina vuelva a asociarse al proyecto, como se gestiona actualmente, perspectiva facilitada por la endémica escasez de gas en el país vecino.
Pero de mayor significación a largo plazo es incorporarse a la resuelta iniciativa argentina hacia un tratado de libre comercio con Estados Unidos, y eventualmente con el Tratado Transpacífico, a través del Mercosur o por su cuenta. La posibilidad de un TLC con el más poderoso mercado del mundo fue reafirmada por el respaldo del presidente Barack Obama a la administración Macri durante su reciente visita a Argentina. El gobierno uruguayo hace tiempo que procura incrementar exportaciones a Estados Unidos. Pero lo viene haciendo con cautelosa modestia, debido a la anquilosada renuencia ideológica de sectores del Frente Amplio a todo lo que implique acercamiento con Estados Unidos. Estos grupos tienen que entender que la guerra fría terminó hace muchos años y que la prioridad para un país en graves dificultades económicas, como es el caso uruguayo, es expandir sus disminuidas exportaciones. De este curso depende la generación de más actividad y empleo, meta primordial para el bienestar de los uruguayos y que toma precedencia sobre el color político de los gobiernos, asunto que ha perdido toda pertinencia.
Durante el período kirchnerista y cuando Brasil emergía con fuerza como uno de los líderes del mundo emergente, el expresidente José Mujica acopló a Uruguay al tren norteño. La medida fue adecuada en ese momento. Pero hoy Brasil se tambalea, en medio de una grave crisis política, de dos años de desastrosa recesión y de la corrupción e incompetencia de su gobierno socialista. Argentina, en cambio, está a las puertas de una recuperación sustentable, lo que convierte en prioridad esencial para nuestro país, en todas las áreas, sacar el máximo provecho de una restablecida asociación amistosa, al margen del color partidario de sus gobiernos.
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