El hecho de que la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, mejor conocida como CIA, practique
espionaje no es raro: más bien es uno de sus cometidos principales. Pero pasar de decir que la CIA –surgida en 1947, en plena guerra fría– tiene espías alrededor del mundo, a afirmar que está a la cabeza de una red de inteligencia global que utiliza técnicas de hackeo para vulnerar la
privacidad a través de la tecnología, hasta hace algunos años podía sonar exagerado.
En 2013, el exagente de esa agencia Edward Snowden reveló una serie de más de 1 millón de documentos que pusieron a la otra gran agencia de inteligencia estadounidense, la de
Seguridad Nacional (NSA), en el ojo de la tormenta. Ese fue el antecedente más importante del nuevo hallazgo revelado el pasado martes 7.
Se trata de la última gran filtración del sitio web fundado por el australiano Julian Assange, WikiLeaks, y es la más grande referida específicamente a la CIA, a la cual Assange acusó incluso de espiar a ciudadanos de EEUU. Bajo el nombre "Vault 7" –un tipo de codificación– el portal divulgó alrededor de 9.000 documentos y partes de códigos que describen los cerca de 1.000 programas maliciosos (malware) que permiten (o permitieron, ya que la información va de 2013 a 2016) apoderarse del control de dispositivos electrónicos para espiar a distintos usuarios.