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Bajo el hechizo de Cate Blanchett

Con "Carol", la actriz australiana luce su distinción y encuentra en Rooney Mara la pareja ideal
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04 de febrero de 2016 a las 05:00

Una mañana, en el caos del ruido y el comercio, entró una mujer rubia en un abrigo de piel", recordaba la autora Patricia Highsmith en una edición de 1989 de la novela El precio de la sal, ahora llevada a la pantalla bajo el nombre Carol (2015). "Quizá la noté porque estaba sola, o porque su abrigo de visón era una rareza, y porque parecía emitir una luz (...). Mi cabeza se sintió rara, como si me fuera a desmayar, pero al mismo tiempo elevada, como si hubiese tenido una visión".

La experiencia, en conjunción con las vivencias de una de sus exparejas, permitieron a Highsmith tejer un drama con aires a thriller, en el que Carol (Cate Blanchett), una mujer de clase alta, esposa y madre, comienza una relación con Therese (Rooney Mara), una joven empleada de una tienda de departamentos en el Estados Unidos de mediados del siglo pasado.

Los obstáculos no tardan y pronto, la soledad que habían logrado dirimir entre ambas resurge a la fuerza, en una sociedad que no solo estigmatiza e insulta a los diferentes sino que también los sume en una suerte de callejón sin salida.

Así, Carol debe enfrentarse a un esposo controlador que quiere quitarle la custodia de su hija. Así, Therese comienza a ver sus cimientos sacudidos, tanto en lo romántico como en lo vocacional.

El filme, dirigido por Todd Haynes (I'm not there, Lejos del paraíso, Velvet Goldmine) y con seis nominaciones al Oscar, pone a la australiana Blanchett en el rol de Carol, dándole la oportunidad de volver aún más quimérica a la figura rubia creada por Highsmith. A lo largo de la película, Blanchett se envuelve con una elegancia intoxicante, delicada, pero amenazante, que enamora al espectador de la misma forma en la que enamora a Therese.

En el caso de Blanchett, la sofisticación trasciende la ambientación, las joyas, los peinados armados y los trajes ceñidos. En el filme se hace notorio el histrionismo que la caracteriza, aquella afinidad dramática y teatral que la hace más que perfecta para el rol. Sin embargo, cuando Carol sufre los impedimentos y las traiciones de su esposo, la intensidad de Blanchett no se pierde, se convierte. En ningún punto su vulnerabilidad se torna frágil, sino que le imprime aún más aristas a un encantamiento arrancado de otra época.

Mara, por su parte, es la contrapartida ideal que nunca se reduce a ser solo una joven embelesada por la figura de la mujer mayor. Para ella, el enamoramiento no es obnubilación, sino una verdadera chance para terminar de comprenderse y construirse a sí misma. Aunque parece inocente e ingenua, su rostro de ojos fascinados deja entrever desde un principio que está a la espera de algo que la sacuda, como la Sabrina de Audrey Hepburn. A pesar del amor y la pasión entre ambas, la amenaza de que las protagonistas pierdan todo lo demás (status social, familia) a manos de su relación se hace omnipresente, inevitable e inquietante.

Como realizador, Todd Haynes ya había deslumbrado a la crítica con I'm not there (2007) y Lejos del Paraíso (2002). Ahora logra presentar una cinta que en ningún momento rompe el embrujo, sino que seduce, como la ilusión de Highsmith.

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