En 1988, Alfredo Stroessner fue reelegido en Paraguay. Yo hacía pocos años que trabajaba como fotógrafo de prensa pero me las ingenié para juntar varios medios locales y a la agencia cubana Prensa Latina para cubrir esas elecciones y enviarles a cada uno, fotos de la cobertura. Las calles habían estado bastante pesadas porque a la Policía y parapoliciales paraguayos no les gustaba la represión con gases, preferían el contacto personal con los manifestantes, a los que denominaban los "garroteros".
Unos días antes del comicio me contactó un periodista español para que hiciera fotos de exministros de Franco que habían ido a "colaborar" con el dictador y participaban en una misa en honor del "faro de occidente" y a la que concurrió también Stroessner, de impecable uniforme militar. Yo debería hacer las fotos, imprimirlas (en esa época era la única forma de trasmitirlas) llamarlo desde la recepción de su hotel, subir por la escalera y entregárselas en el descanso entre el piso cuarto y quinto.
En ese momento no presté atención a quién era. Miguel Ángel Bastenier trasmitió las fotos en el diario ABC, cuyo laboratorio yo tomaba como base. Días después encontré tirada la imagen en una bandeja del diario con su leyenda pegada y la guardé. Luego de veinte años, cuando el periodista había adquirido la talla actual, en una mudanza volví a encontrar esa foto, releí la leyenda y ahí me di cuenta de que aquel español nervioso y paranoico, supongo que con razón, era ese grande del periodismo mundial.
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