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Bolivarismo herido

Es notorio que hoy son más los argentinos que entienden a su gobierno y eso lo reflejan las PASO
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18 de agosto de 2017 a las 10:30

Por Danilo Arbilla


Kirchnerismo en Argentina es lo mismo que bolivarismo en Venezuela y otros. Es el progresismo populista y autoritario.

Y la noticia es que también en Argentina el bolivarismo se derrumba. Tal el resultado de las PASO del pasado domingo 13.

Las primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias de hecho solo constituyen una consulta política –un gran censo de opinión– que permite saber cómo se ubica el electorado tres meses antes de las elecciones legislativas.

Aquieta ansiedades y permite quitar la hojarasca –aquellos potenciales candidatos que no obtienen el mínimo para competir–, pero los diputados y senadores recién se elegirán el 22 de octubre.

Las PASO, reflejan, entonces, cómo pensaban los votantes argentinos este domingo 13.

En función de ello se puede afirmar que Cambiemos, el partido del presidente Mauricio Macri, es hoy la mayor fuerza política del país, que el kirchnerismo va en caída con un rechazo popular creciente, que el peronismo propiamente dicho está desmembrado y que los partidos de izquierda tradicional (socialismo y parecidos) pesan poco y nada.

Es posible especular, mirando a octubre, con que un porcentaje de no macristas, pero a la vez muy anti Cristina Kirchner, se vuelque hacia el oficialismo, consolidando y reforzando la posición del presidente.

De todas manera son meras especulaciones. Lo concreto es que si este resultado de las PASO se refleja tal cual en las legislativas, el oficialismo pasaría a tener 104 diputados, en 257, y 24 senadores en 72. Lejos de tener mayoría en las cámaras, aunque si mejor posicionado para negociar con el peronismo no kirchnerista. Y no más que eso.

Cristina ha quedado mal herida; sin duda. Ha conseguido un empate técnico en la provincia de Buenos Aires. Las encuestas la daban como ganadora segura. No es una derrota ni un triunfo, pero implica un retroceso para el kirchnerismo vistos todos los resultados anteriores. Además, compitió con un candidato del macrismo poco carismático. Si hubiera sido contra Macri directamente, seguro que le hubiera ido peor.

Sigue en baja pero igual será senadora.

Además, como dijimos, está herida y ya comenzó a mostrar sus garras: habló de fraude. Desde el gobierno le dijeron que era una cínica y desde los medios le recordaron cómo se manejaron desde su gobierno elecciones anteriores: no resisten análisis.

Es que esa es la regla bolivariana: los magos de la manipulación electoral, cuando pierden y la cosa se les escapa de las manos, llaman manipuladores a los otros.

El hecho es que ser senadora le da fueros y la aleja de la cárcel, lugar en el que ya debería estar según entiende la mayoría de los argentinos.

Por supuesto que no hay riesgos de que pueda molestar en el Senado. Los kirchneristas son haraganes y además no son tan decididos cuando la confrontación es de igual a igual: los bolivarianos son duros y soberbios cuando están con el bastón de mando pero les mete miedo bajar y volver al llano.

Esa es la diferencia, hoy, entre Maduro y Cristina. Aquel todavía manda y manda a matar.

Pero Cristina igual buscará agitar a su gente: sus votantes son del sector más pobre de la población, lo que, por razones lógicas –la necesidad tiene cara de hereje– son los más proclives a ser seducidos por la demagogia populista. Y en esto Cristina se defiende. En esa misma línea, pero no bajo su liderazgo, jugará el sindicalismo peronista, por lo que no es de descartar que la agitación social que ya se vive pueda acentuarse: de aquí a octubre y después también.

Macri, por su parte, tiene que hacer frente a la realidad y esta no es populista ni demagoga: ya no hay chances de derroche (léase subsidios a discreción). Pero eso no lo entienden los que viven en estado de pobreza, a los que no les importa la positiva reacción de los mercados ante el triunfo de Cambiemos. A ellos le preocupa el pan de cada día.

Es notorio, empero, que hoy son más los argentinos que entienden a su gobierno y eso lo reflejan las PASO, pero los números dicen que no basta. Macri precisa que en octubre el respaldo aún sea mayor. Lo necesita, sabe que Cristina Kirchner no le dará tregua y que no por debilitada y malherida se la puede subestimar.

(Danilo Arbilla - Derechos reservados)

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