Henrique Meirelles y Michel Temer, en pos de la recuperación económica.

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Brasil, entre ajustes y recortes

El gobierno de Michel Temer tiene como principal objetivo la recuperación económica, para lo cual requiere la implementación de medidas impopulares y que generarán resistencia
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14 de mayo de 2016 a las 05:00
Michel Temer lo tiene claro. "No voy a hacer milagros en dos años", declaró ayer el nuevo presidente de Brasil. Más allá de lo que la frase puede transmitir en primera instancia, encierra un concepto más amplio que se relaciona con su permanencia en el poder. Temer sabe que es muy difícil que su mandato interino culmine en pocos meses, cuando el Senado brasileño tome la resolución final. Por lo tanto, ya comenzó a delinear medidas drásticas que puedan acomodar la complicada situación económica del país, al igual que los problemas políticos que el repentino cambio de gobierno podría generarle. Junto a un gabinete cuestionado por diversos motivos, pero enfocado en la recuperación, Temer buscará que la tercera presidencia del Partido por el Movimiento Democrático brasileño (PMDB) sea recordada por su pragmatismo ante la crisis.

"Estoy acostumbrado a la presión, a situaciones difíciles, a las crisis. Trabajaré de domingo a domingo, de día y de noche, para cumplir las expectativas del pueblo brasileño", dijo el presidente en su primera entrevista tras asumir, con la revista local Epoca. "Con la ayuda de todos, quiero encarrilar este país en estos dos años y siete meses", añadió. "Quiero que al dejar la presidencia, me miren y por lo menos digan 'Este tipo ordenó el país'".

Cambio de rumbo

Dada la profundidad del pozo en el que se encuentra la economía brasileña, el nuevo equipo de gobierno no tardó ni un día en anunciar que tomará medidas duras, inclusive algunas que podrían significarle al reciente mandatario la condena popular, para "salvar" al país.

En conferencia de prensa, Henrique Meirelles, designado como jefe de la cartera económica, advirtió que el gobierno deberá reducir el gasto público, reformar la seguridad social y la edad de la jubilación, de manera de recuperar los índices positivos de la mayor y más influyente economía del continente. El objetivo principal del ministerio de Hacienda es dar un "cambio en el itinerario de la economía", que en 2015 cayó 3,8%, enfrenta una inflación cercana a los dos dígitos y el mayor desempleo desde 2012.

"Creo que la sociedad brasileña es lo suficientemente madura como para saber aceptar medidas de ajuste importantes; lo que sí está claro es que no podemos continuar como hasta ahora", aseguró Meirelles.

Sin embargo, varios analistas exponen que, dado el hastío del pueblo brasileño para con la clase gobernante, estas nuevas medidas podrían generar una fuerte resistencia, que inclinaría la presión social contra un gobierno que carece de experiencia en el enfrentamiento con el enfado popular.

Además, los analistas también aducen que los recortes podrían fomentar el tan repetido concepto de "golpe de estado moderno" que ha rondado al país norteño desde el comienzo del proceso de destitución. De todos modos, el ministerio de Hacienda no cree que la molestia trascienda de tal manera.

El nuevo titular del organismo aseguró que los programas sociales, caballo de batalla de todos los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), no serán modificados, al contrario de lo que sucederá con las leyes concernientes a la seguridad social y el trabajo. "Si vemos el cuadro general de los gastos del gobierno, los programas sociales representan una porción menor", explicó Meirelles.

Una ventaja con la que contará el gobierno de Temer y que no la tuvo el de Dilma Rousseff, es que este cuenta con mayoría en el Congreso, por lo que las reformas que pretenda realizar no serán vetadas por el organismo legislativo. Rousseff intentó sin éxito impulsar en su segundo gobierno un plan de ajuste para poner orden en las cuentas públicas pero chocó con el Congreso opositor que no lo permitió. De todos modos, Meirelles aseguró que esas propuestas elevadas por Rousseff en su momento serán analizadas para comprobar su posible implementación.

La cuestión principal es el margen de tiempo para la acción. Temer ya anunció que no habría milagros, pero de todos modos, Meirelles aseguró que "la recuperación es inevitable en la medida que se tomen las medidas correctas".

Rousseff no se calla, resiste y lucha

Dilma Rousseff es ahora, oposición y resistencia. La destitución temporal de su cargo no mermó las energías con las que atacó el proceso de impeachment durante estos últimos meses, sino que al parecer alentó a un enfrentamiento mucho más encarnizado contra el sistema legislativo que la quitó del poder. En su primera aparición pública, un día después de su destitución, anticipó que se mantendra en pie de lucha, activa políticamente para defender su posición ante la sociedad.

"Un gobierno ilegítimo precisa siempre de mecanismos ilegítimos para mantenerse", apuntó Rousseff. "Tenemos que defendernos políticamente. Esa defensa se hará para toda la sociedad brasileña y pretendo ir cada vez que sea invitada y responder sobre las razones que llevaron a este proceso, con las que tengo una profunda discordancia", dijo también.

"El impeachment es fraudulento, un golpe para poder ejecutar su programa de gobierno que no fue aprobado en las urnas", dijo en un pasaje convertido ya en un clásico de su defensa. En su primer día fuera del cargo para el que fue electa hasta fines de 2018, la primera mujer en presidir Brasil dijo que no tendrá mucho tiempo para sus asuntos privados.

"Voy a viajar por Brasil y no descarto viajar (al exterior) si me convocan. Si considero que es adecuado voy a viajar a cualquier lugar", añadió. "Brasil tiene hoy un gobierno provisorio, interino y una presidenta electa por 54 millones. Hay un gobierno interino e ilegítimo desde el punto de vista de los votos. Lucharemos para volver", cerró Rousseff.

Más allá de que la mandataria puede llegar a recuperar su cargo al frente del gabinete de gobierno brasileño, es algo muy difícil, ya que 55 de 81 senadores votaron a favor de la apertura del juicio. El Senado deberá conseguir dos tercios del total en la votación que definirá definitivamente el rumbo de la presidencia de Brasil.

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