Opinión > ANÁLISIS/ Nicolás Albertoni

Brasil, los lácteos y el foco del debate

Están aquellos gobiernos que invierten gran parte del tiempo debatiendo políticas para progresar. También están aquellos que no dan espacio al debate e invierten su tiempo resolviendo problemas
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14 de octubre de 2017 a las 05:00
No es común en ninguna parte del mundo que de un día para otro un mercado le avise a su socio comercial que dejará de recibir el 30% de las importaciones que normalmente recibe. Menos habitual es poner como razón la desconfianza de que la producción de una materia prima como la leche, sea producida en su totalidad en suelo nacional.

Vale recordar que uno de los costos más altos de la cadena lechera está en el transporte. Por tanto, esgrimir que un mercado puede llegar triangular leche es lo más cercano a una tomada de pelo.

Es decir, el grado de irracionalidad de este tipo de medidas – sea por el porcentaje mencionado o el argumento que lo sustenta – es solo comprable a una situación de conflicto muy seria entre las dos partes. Pero esta noticia no surge de un territorio en guerra ni muchos menos, sino que se dio entre Brasil y Uruguay, dos socios comerciales históricos.

Como es sabido, tras varias semanas de amenazas, el ministro de agricultura de Brasil, Blairo Maggi, confirmó que suspenderá las importaciones de lácteos uruguayos hasta que se demuestre que la producción uruguaya no utiliza materia prima importada.

En 2016, Uruguay le exportó a Brasil poco más de 100 mil toneladas de lácteos, lo que equivale a un monto cercano a los US$ 350 millones. Los lácteos son nada menos que un tercio del total exportado por Uruguay a Brasil. Es una proporción realmente importante del total exportado a ese mercado.

Uruguay es competitivo en Brasil no solo por tener índices de ordeñe tan buenos como los de Europa u Oceanía, sino también por evitar pagar aranceles que otros países fuera del Mercosur deben pagar. Es en gran parte por este tipo de sectores que cuando debatimos sobre alternativas de negociación fuera del Mercosur, terminamos prefiriendo quedarnos en el bloque.

Y con razón. Muchas familias viven de un sector como el lácteo, el cual –como cualquier otro del rubro agropecuario – está atado a precios de gran sensibilidad. Agregarle más riesgos al negocios hace casi inviable la sustentabilidad. Pero lo que sucedió en estos días con Brasil no debe ser tomado como un hecho aislado.

La preguntas que surgen de toda esta situación deberían ir bastante más allá de los lácteos. Por ejemplo, ¿si ni siquiera podemos confiar en los pocos acuerdos comerciales ya firmados hasta cuándo creemos que vamos a subsistir en un mundo que se conecta cada vez más comercialmente?

El foco del debate sobre el problema que nos presenta hoy Brasil no debería pasar únicamente en la solución del problema concreto, sino en ayudarnos a pensar entre todos cómo hacer para que algo así no vuelva a suceder. Y gran parte de la repuesta está en que hoy Uruguay – aunque nos cueste asumirlo – no tiene una estrategia de inserción comercial, lo que tiene es intenciones de inserción comercial.

Y aquí la evidencia: por los próximos días, gran parte de las energías de Cancillería y Agricultura estarán puestas – con inmensa razón – en resolver este problema. Este pasará a ser el objetivo inmediato y urgente. De resolverse, el titular será "se pudo destrabar el conflicto con Brasil" y todos quedaremos felices.

Pero lo que se pueda lograr en realidad – si es que se resuelve – no es ni más ni menos que volver a la misma zona de riesgo que estábamos antes. Es decir, vamos a pensar que avanzamos pero lo que hicimos en realidad fue volver al mismo casillero de antes. Nuestro nivel de problemas como país muchas veces parece estar asociado a la forma en que afrontamos las soluciones.

Es decir, cuando la resolución a nuestros problemas diarios termina siendo nuestro único horizonte y no como la oportunidad para poder cambiar el rumbo de discusiones, terminamos siendo una nación que gira en su propio eje.

¿Por qué no usaremos este tipo de situaciones en las que nos pone hoy Brasil como excusas para elevar la mira y preguntarnos hasta cuándo estamos dispuestos a seguir ampliando una dependencia comercial vulnerable?

Podríamos mencionar varios puntos comerciales relacionados a este tema pero desde hace tiempo ya los venimos analizando en este espacio para demostrar por qué nuestra inserción no avanza. Como ejemplo bastaría preguntarse lo siguiente: ¿Tras la amenaza de Brasil de cuantificar el mercado lácteo, con qué cara puede el Mercosur pedirle a la Unión Europea mayor acceso agrícola cuando en pocas semanas los negociadores comerciales vuelvan a la mesa para avanzar en un posible acuerdo?

Este tipo de desbalances de discurso son una muestra también de que el Mercosur lejos está de tener una mirada 'común' sobre el comercio.

Asimismo, reitero, la encrucijada en la que nos pone hoy Brasil debe motivarnos a cambiar el foco del debate. A no contentarnos cuando este problema se solucione y el lunes siguiente seguir como si nada hubiera pasado.

Si usáramos la misma tracción política con la que nos animamos a parar en la frontera más de 50 camiones de Brasil, para sentarnos en una misma mesa y hablar políticamente entre todos hacia dónde queremos ir, seguramente los problemas pasarían a ser otros. Debatiríamos sobre qué estrategia de inserción comercial vamos utilizar y no sobre qué medida espejo queremos poner para afectar a Brasil.

Están aquellos gobiernos que invierten gran parte de su tiempo debatiendo sobre políticas para progresar. También están aquellos que no dan espacio al debate e invierten gran parte de su tiempo resolviendo problemas. Este segundo modelo nunca lleva a buen puerto. l



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