Opinión > ANÁLISIS/ E.Blasina

Calidad energética y calidad democrática

Capaz que el pensar proyectos para el Uruguay 2030 se vuelve norma y se pueden ir tejiendo acuerdos donde la tiranía de los tiempos electorales no pese
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11 de junio de 2017 a las 05:00
El proyecto de Uruguay como una vanguardia en la superación de las energías fósiles, de país ejemplo de liberalismo e innovación no es posible sin una democracia en la que los votantes sientan un cierto orgullo de los votados. El deterioro en la calidad democrática en Brasil y en Venezuela que ha devastado la política y la economía no debería ni siquiera arrancar en Uruguay. Pero el escepticismo respecto a "la política" y "los políticos" parece crecer. La discusión sobre el abuso de funciones y su derogación y sobre las tarjetas y sus gastos, amplificadas en las redes sociales, lleva a que, para buena parte de la población, la política en lugar de ser una representación de la voluntad de la ciudadanía se convierta en algo parecido a una batalla de egos o a una alegre manera de viajar y gastar.

En esta semana otra vez aparece ANCAP y el petróleo como fuente de problemas para Uruguay. El problema, claro está, no el petróleo en sí. El problema político y económico es que es una fuente de energía es centralizada y controlada por el poder de turno. "Con todo lo que factura la empresa, que le hace una compra más" aparece como una vía de razonamiento que habilita a gastos que sobre este fin de semana causan escándalo. Es una riqueza tan enorme y generada sin mayor esfuerzo. En los países productores es hacer un pozo y recolectar, en los otros una empresa monopólica que compra barato y vende caro.

Refinar sin competencia es tentador. No genera cultura de luchar por algo que realmente vale. No genera cultura de sana competencia. Es evidente que en la gran mayoría de los países esa riqueza fácil y sucia causa estragos. Y aún donde no está, como en Uruguay, su centralismo monopólico deja a los ciudadanos de rehenes.

Cuán distinto será el futuro cuando cada hogar genere con su batería en el techo de su casa y simplemente ande. Cuando cada productor coseche su sol y abastezca a sus vehículos. No habrá monopolio ni sindicato, ajuste fiscal o huelga que pueda poner a la población en jaque ni funcionario administrando millones que se sienta con libertad para meter un tarjetazo.

El gran beneficio de las energías que vendrán se asemeja al socialismo utópico que imaginaban los buenos anarquistas de antes. El Estado o la gran empresa con poder desmesurado se vuelven obsoletos y son sustituidos como en internet por el concepto de red. Una red de paneles compuesto por innumerables nodos en cada casa, empresa, edificio.

El petróleo ha hecho mal a través de Petrobras o ANCAP, y si revisamos, a través de muchas más megaempresas a través de negocios turbios y de usar a empresas sin competencia para promover posibles candidatos políticos.

La política tiene otro problema que es la "futbolización". Hay que estar en un bando, y si un bando propone algo, el otro se debe oponer. Si la propuesta viene del otro bando hay que trancarla, aunque sea una buena idea. Es muy interesante la experiencia de Portugal, que tiene un presidente de izquierda y un primer ministro conservador. Porque seguramente la racionalidad es ambidiestra. Y a Portugal le está yendo muy bien con esa fórmula.

Un caso emblemático de los daños que el petróleo daña la calidad democrática ha sido la victoria de Donald Trump en EEUU. Pero del problema emerge la esperanza. El presidente petróleo friendly ha abandonado los acuerdos para enfrentar el cambio climático y ha generado una toma de conciencia sin precedentes respecto a la gravedad del problema. Apenas tomada la decisión de Trump de abandonar los acuerdos de París, China y California han concretado un acuerdo para promover de ambos lados las tecnologías de energía limpias. A los chinos no les importa de qué color sea el gato con tal que instale paneles solares. Los californianos destacados en innovación, los chinos destacados en desarrollo y multiplicación.

¿Firmaría este gobierno un acuerdo con California? Lo hemos pensado? Tal vez la izquierda no quiera hacerlo por aquello de yankees go home. Tal vez los políticos conservadores no quieran hacerlo porque el gobernador Jerry Brown es demasiado hippie. Recordemos que California tiene legal el cannabis medicinal hace más de 20 años y acá se sigue mirando para otro lado. California también ha sido vanguardia en prohibir las bolsas de plástico y por enseñar curricularmente la historia del movimiento LGBT. A los chinos nada de eso les ha importado. Ni tampoco a Jerry Brown, que se fue hasta Pekín y firmó el acuerdo con el presidente chino Xi Jinping. "Nadie puede quedar a un costado. No podemos permitirnos deserciones en el tremendo desafío que tiene la humanidad en su transición a un futuro sostenible", dijo Brown, que añadió que "el desastre todavía amenaza y tenemos que lograr cambiar el rumbo".

En el mismo sentido de cambiar el rumbo es esperanzador leer el proyecto de Vamos Uruguay para prohibir la importación y fabricación de automóviles que funcionen movidos con derivados del petróleo para el 2030 y prohibir su circulación salvo excepciones al 31 de diciembre de 2035. Tal vez la distancia en el tiempo puede ayudar a derribar prejuicios y construir consensos. Capaz que el pensar proyectos para el Uruguay 2030 se vuelve norma y se pueden ir tejiendo acuerdos donde la tiranía de los tiempos electorales no pese. Sería bueno para la calidad ambiental y democrática a la vez.

En el mundo ha sido nuevamente una semana en la que atentados por doquier, más muertes en Venezuela, tensiones entre Catar y sus vecinos, la guerra interminable en Irak, Siria, Yemen, Afganistán, que siguen mostrando con claridad meridiana la urgencia de salirse del petróleo. Fronteras adentro, ilusiona un consenso entre partidos para darle la bienvenida a un Mundial de fútbol, el que celebre un siglo de mundiales, diciéndole adiós a los motores que tiran humo en un mundo que a esa altura estará mucho más tórrido e inundable de lo que ya está en el presente. Políticos y técnicos de todas las ideologías tienen tiempo para trabajar en cómo llegar de la mejor manera a esa meta. Ganaríamos en calidad ambiental y en calidad democrática, ambas tan urgentes.

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