Ricardo Peirano

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Callejón con una única salida

Maduro redobló la apuesta y quiere eliminar todo vestigio de democracia; desea gobernar solo, sostenido por la cúpula militar
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07 de mayo de 2017 a las 05:00

Que la Constitución Bolivariana que estableció Hugo Chávez en 1999 y se ratificó por plebiscito, impresa en un pequeño libro azul similar al Libro Rojo de Mao, y de la que el propio Chávez hacía uso, con ocasión o sin ella, y la guardaba en el bolsillo de su camisa para tenerla siempre a mano, no es un dechado de libertad, republicanismo y estado de derecho, es algo por todos sabido. Por ejemplo, llevaba el número de los poderes de gobierno de tres a cinco, añadiendo el Electoral y el Ciudadano (vaya uno a saber con qué finalidad excepto ir en detrimento del Judicial y Legislativo). Otorgaba un mayor peso al presidente de la República porque estaba hecha a medida de Hugo Chávez. Y precisamente una de esas facultades presidenciales, inciso 24 del artículo 236, sostiene que es función del presidente "Ejercer la iniciativa constitucional y constituyente", algo muy poco democrático y que obviamente atenta contra el equilibrio de poderes.

Por lo demás, los mecanismos de reforma constitucional dejan muchos resquicios al poder presidencial. Con todo, se intentó reformarla en 2007 de forma general sin éxito, y en 2009 con éxito para establecer la reelección inmediata e indefinida de los cargos electivos. Algo que Chávez quería para perpetuarse de por vida en el poder.

Lo que quizá ni el propio Chávez previó fue que su sucesor Nicolás Maduro, de mucho menor carisma y capacidad que su mentor, convocara a una curiosa Asamblea Constituyente de 500 miembros, la mitad designados no se sabe por quién y la otra mitad por las comunas. Algo así como "todo el poder a los sóviets".

Maduro hizo el anuncio el 1 de mayo, entre grandes manifestaciones de protesta, que se suceden día a día sin interrupción. Aduce que no le dejaron otro camino para evitar el "golpe de estado" y para "garantizar la paz en el país". Con más de 30 muertos por la brutal represión de Maduro y de sus grupos milicianos armados, llama la atención la escasa atención de nuestros sectores de izquierda, en especial los sectores más radicales Callejón con una única salida del partido de gobierno y de la central sindical, que el mismo 1° de mayo dio su respaldo a Venezuela y a Cuba. Y ello sin considerar que Maduro aún debe una retractación de su infundada acusación al gobierno uruguayo de conspirar para derrocarlo. Se ve que el amor al "chavismo" nubla las mentes e impide razonar con un mínimo sentido de identidad nacional: deberíamos decir, primero que Maduro se retracte, después veremos lo que está ocurriendo en Venezuela y culpa de quién es. Pues no: a Maduro lo apoyamos aunque acuse a nuestro gobierno (de izquierda) de conspirar contra él. Así están las cosas en este país, nos guste o no.

Pero no pidamos sentido común y sentido de defensa de la identidad nacional donde solo hay pasión ideológica o buena capacidad para hacer negocios con un país donde hay una corrupción rampante y donde las Fuerzas Armadas tienen un poder desmedido, como se vio por la abundancia de militares en el estrado que ocupaba Maduro. Por algo en Venezuela hay más de 2.000 generales, mientras que Estados Unidos se tiene que arreglar solo con 900, según The Economist. Si usted quiere saber dónde radica el poder en la Venezuela actual, no se crea "en el pueblo"; mire más bien a los hombres de verde.

Pues bien, en este escenario Maduro recurrió al poder originario del pueblo venezolano para convocar a la Asamblea Constituyente y acabar con "el golpe de estado" y "defender la paz". Dijo que no le dejaban otro camino, lo cual es falso de toda falsedad. Maduro pudo haber tomado todas las iniciativas internacionales que flotan en el aire desde hace un año, incluso la reciente insistencia del papa Francisco a un diálogo serio y con garantías. Podía haber allanado el camino del referendo revocatorio, contemplado en la Constitución de Chávez, para que el pueblo decidiera sobre su continuidad como presidente. Podía haber establecido un cronograma para la realización de elecciones nacionales. O podía haberlas convocado sin más.

Pero Maduro y los grupos militares que lo apoyan no quieren dialogar en serio ni ceder un milímetro de poder. El poder es para ellos y para siempre. Quizá Maduro estaba encerrado en un callejón, después de los desastres políticos y económicos y las tropelías que cometió desde que asumió el cargo. Pero ese callejón tenía y, sigue teniendo, una salida: la convocatoria a elecciones, que es la única forma de dar legitimidad a un nuevo gobierno que respete los derechos humanos y la autonomía de la Justicia y de la Asamblea Nacional. Maduro optó por redoblar la apuesta y eliminar todo vestigio de democracia. Desea gobernar solo, sostenido por la cúpula militar. Pero que no olvide que las bayonetas, como decía Napoleón, sirven para todo excepto para sentarse encima de ellas.

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