Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Reflexiones liberales

Cambio de aire

El ocultamiento de la información fue, quizá, uno de los últimos actos de arbitrariedad y autoritarismo manifiestos de Cristina Fernández
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01 de noviembre de 2015 a las 00:00

Un impensado cambio de aire se produjo en la República Argentina en la medianoche del pasado domingo cuando, tras 6 horas sin información, el gobierno de la Sra. Fernández de Kirchner resolvió liberar los resultados electorales parciales que recogían el 70% de los sufragios emitidos y varias sorpresas. Y en las sorpresas estaba la explicación de la demora: los resultados eran tan desfavorables al oficialismo que la Sra. Fernández resolvió demorar su difusión desde las 21 horas, cuando ella fue informada, hasta las 24. Quizá pensaba que muchos argentinos se irían a dormir, sin saber el resultado calamitoso para los planes del gobierno. O quizá la demora era una especie de castigo por no haber recompensado la “excelente gestión” de gobierno con una mejor votación.

Lo cierto es que recién pasadas las 12 de la noche el ministro de Justicia Julio Alak se presentó en público para señalar que se iban a comenzar a cargar las computadoras del Centro Electoral y cuando ello ocurrió los televidentes pudieron comprobar con asombro que Mauricio Macri lideraba la elección presidencial por un par de puntos mientras que María Eugenia Vidal derrotaba cómodamente en la Provincia de Buenos Aires al candidato oficialista Aníbal Fernández. Los vítores del bunker de Cambiemos contrastaban con la desilusión del Luna Park, de donde Scioli se había retirado hacía tiempo, sabedor de cuál era la realidad.

El ocultamiento de la información fue, quizá, uno de los últimos actos de arbitrariedad y autoritarismo manifiestos de Cristina Fernández. Aunque en la semana siguiente la presidente se despachó con un discurso autorreferencial de dos horas, donde aporreó a propios y extraños y no nombró a Scioli ni una sola vez. También envió al Congreso de la Nación los pliegos para designar a dos jueces de la Corte Suprema, aunque hay una sola vacante. La segunda se producirá un día después de que Cristina deje el poder porque el juez Fayt, de 97 años y hostigado por el kirchnerismo de forma despiadada, presentó renuncia pero con fecha 11 de diciembre.

Pero aunque para Cristina todo sigue igual, o seguirá hasta el 10 de diciembre, para la sociedad argentina no es así. El aire ha cambiado. Hay menos crispación. Se respira no solo un cambio de gobierno y de políticas, sino también de formas.

La gente está harta de sermones presidenciales en cadena nacional de radio y televisión una vez por semana y de cepos cambiarios. Los mercados reaccionan favorablemente. Nadie se explica cómo las encuestas no anticiparon este empate técnico que para Scioli es una derrota y para Macri una victoria. Se dio algo que no entraba en ningún escenario, que oscilaba entre el triunfo de Scioli en primera vuelta y un balotaje con Scioli despegado por lo menos 8 puntos de Macri.

Ahora parten cabeza a cabeza, con un Macri entonado y un Scioli cuestionado por su partido y abandonado a su suerte por la presidenta que lo nominó, un poco a desgano y lo rodeó de gente de su estricta confianza. Por si fuera poco, la contundente e inesperada victoria de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires sobre el candidato del riñón kirchnerista Aníbal Fernández, cambió el mapa político del principal distrito electoral del país: se despidieron muchos intendentes con años en el poder y muchas corruptelas a cuestas, perdió el peronismo en su bastión del conurbano bonaerense y pasan a retiro los famosos “barones” que con el poder de su dinero y del que les daba el gobierno nacional y con su tráfico de influencias influían enormemente en la política nacional.

Parte ahora una nueva carrera. Como se dice habitualmente, el balotaje es otra elección y no una continuación de la anterior. Hay un tercio de argentinos que no votaron por ninguno de los dos contendientes. Los votantes de Massa jugarán un papel decisivo pero también los de otros candidatos menos votados. Pero lo cierto es que hay un sentimiento de necesidad de cambio que interpretan tanto Macri como Massa. Hay un hartazgo de 12 años de kircherismo: de verdades infalibles, de hostigamiento a la prensa y a la Justicia, donde no hay adversarios sino enemigos, donde siempre está todo el mundo conspirando contra el modelo nacional y popular que inventó la dinastía K. El 22 de noviembre, el pueblo argentino tendrá que confirmar el cambio. Pero aunque ganara Scioli, el mapa político en el Congreso es otro y tendrá que comenzar a hablar con la oposición en lugar de denostarla un día si y otro también. No es cosa menor.

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