En el cercano oeste del país vitivinícola se elaboran buenos vinos desde hace décadas. Bodegas tradicionales empujan junto a pequeños proyectos boutique a un destino único para Uruguay. ¿Por qué único? Entre otras cosas porque la distancia con la capital ha permitido desarrollar oferta inmobiliaria en medio de los viñedos. La experiencia de dormir cerca de una bodega es buscada por público que recorre el mundo, cosa inexplorada en Montevideo y Canelones, donde se concentra la mayoría de las empresas vitivinícolas.
La llegada de capitales argentinos en los últimos años dio lugar al desarrollo de pequeños emprendimientos con una mirada fuerte en el turismo. Eso sumado a empresas ya establecidas y con décadas de trayectoria.
La ruta del vino de Carmelo (Colonia) ha tomado fuerza en la última década y se transformó en un circuito ineludible para los enófilos. Un fin de semana por la zona puede dejar extasiado a cualquier amante del vino.
Entre las últimas novedades se encuentra la ampliación de la oferta de Campotinto, un emprendimiento que nació con una posada en medio de un viñedo, y que rápidamente incorporó bodega propia. Ahora sumó una sala de degustación, que fue montada en una vieja casona de campo ubicada a metros de sus instalaciones. Manteniendo un estilo rústico chic, ahora Campotinto ofrece en Carmelo hospedaje, almuerzos, desayunos, meriendas, degustaciones y recorridas. De las ocho habitaciones actuales piensan llegar a 12.
Eso se suma a lo que ya tenía Narbona, con habitaciones, restaurante y sala de degustación.
Bodega Almacén Cordano, que queda muy cerca de Campotinto, sumó hace poco la opción de dormir entre los viñedos. Y El Legado bodega boutique proyecta la construcción de cabañas para que sus visitantes tengan la opción de pasar la noche frente a sus plantas de tannat, syrah y marselán.
La oferta es amplia y se puede completar con la visita a la histórica bodega Los Cerros de San Juan, o a la ineludible bodega Familia Irurtia, empresa que continuaron los hijos del pionero Dante Irurtia.
A riesgo de generalizar, se podría decir que los vinos de Carmelo tienen algunas particularidades en comparación con el resto del país. La condición climática y de suelo permite a las uvas madurar antes y en ocasiones mejor, y los terrenos arenosos tener un mejor drenaje ante el exceso de lluvias.
Suele decirse que los vinos blancos se expresan de una forma extraordinaria en Colonia, lo cual es cierto. La variedad blanca viognier, por ejemplo, encontró allí un lugar para expresarse en todo su potencial. Y en el caso de los tintos, las condiciones de Carmelo dan al consumidor la posibilidad de diversificar sus gustos.
Quienes rechazan a los tannat por ser muy agresivos en la boca podrían probar algunos de los que se elaboran en el oeste del país. Los taninos de los tintos de esa zona (y por ende la sensación astringente) son en general más amables. Desde luego que cada bodega tiene su perfil y los productos varían incluso año tras año. Pero la materia prima en Carmelo es un insumo para llegar al consumidor de vinos con productos fáciles de beber.
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