"A la mujer que recibió las balas que me iban destinadas", dice el mensaje que Cédric Rey, sobreviviente milagroso de la matanza del Bataclan, depositó frente a la sala de espectáculos parisina donde el 13 de noviembre pasado yihadistas mataron a 90 personas.
Desde hace dos meses "oigo la voz de mierda del contestador de espera de la poli que se repite sin cesar en mi cabeza". Este conductor de ambulancia de 27 años, con marcadas ojeras, siente la culpabilidad por haberse salvado mientras otros murieron.
A los kamikazes del grupo
Estado Islámico (EI) "los vio entrar", pero no vio que venían armados. No sabe cuánto demoró en reaccionar, pero considera que fue demasiado tiempo.
"No me perdono no haber llamado enseguida a la poli", afirma. De "esa noche", Cédric sólo recuerda fragmentos de horror, en una cronología deshilvanada que intenta ordenar.
Para empezar, "aquella mujer que recibió los balazos en mi lugar". "El terrorista que se había quedado en la entrada apuntó (...) Esa mujer embarazada pasó delante del caño del arma y recibió los balazos que eran para mí". De ella, sólo recuerda que era rubia y las gafas que llevaba.
Cédric recuerda luego la imagen "de un tipo delante de la salida de
emergencia que se giraba hacia izquierda y derecha (...) En determinado momento, dobló una pierna y era como si yo viera su alma irse. Lo veo moverse y de repente te das cuenta de que está muerto, como en las películas", explica el joven.
También señala haber "recogido a un tipo que recibió dos balazos en la pierna izquierda". Cédric no quiere saber que fue de él. "Si me enterara de que se la amputaron, me haría polvo constatar que lo poco que hice esa noche no sirvió para nada", agrega.
"Durante los 15 días posteriores a los atentados, fui todas las noches al Bataclan. En cuanto veía gente con lágrimas en los ojos, me les abalanzaba y les preguntaba: '¿ustedes estaban?'", cuenta Cédric, que sigue de baja médica más de dos meses después.