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Celeste 3.0

La última expresión de esa fábula histórica que es el fútbol uruguayo es la fórmula del 3 a 0 en casa; es un capítulo muy interesante
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22 de noviembre de 2015 a las 05:00

Fui las dos veces al estadio. Los dos 3 a 0, contra las potencias emergentes del continente, Colombia y Chile. La última vez que había ido a ver a Uruguay jugábamos contra Australia, por un puesto en el Mundial de 2002. Ganó Uruguay 3 a 0.

La conclusión es muy fácil: tengo que ir a ver a Uruguay más a menudo. Pero más allá de la cábala, que estoy dispuesto a considerar, quiero hablar del mito. La palabra quiere decir "mentira", en griego, pero es algo un poco más complejo.

Uno de los mejores jugadores de la generación de oro de Chile, Arturo Vidal, declaró que, si bien su selección perdió, es un equipo superior al uruguayo. Yo creo que –más allá del patetismo que implica una declaración así después de ser humillado en la cancha– es verdad.

No solo juegan mejor que Uruguay ahora, sino que históricamente han tenido un juego más dinámico y vistoso que el de Uruguay. Su identidad es el fútbol de velocidad y toque, en tanto que Uruguay es la ferretería atrás y el bazar adelante.

También es verdad que suelen perder contra Uruguay y que nunca ganaron en el Centenario. ¿Qué es lo que les falta, entonces? ¿Cómo puede ser que no puedan demostrar en la práctica esa superioridad teórica?

La respuesta de la tribuna –yo estaba en la Amsterdam, pero la opinión era unánime– es que son un cuadro asustadizo, temeroso, flojo de piernas y de mente, con una ausencia de carácter alarmante, susceptible a la presión dentro y fuera del campo de juego, frágil, carente de agallas. Todo lo cual se canta en las gradas con una palabra que rima con "vagón".

Sin embargo, ese mismo equipo obtuvo este año su primera Copa América y el año pasado venció al campeón del mundo 2 a 0 y llevó a Brasil a la definición por penales en un mundial en su propia casa.

A su tradicional fútbol veloz y preciso le han añadido una voracidad salvaje por la pelota y muy buen criterio ofensivo cuando la obtienen. La prensa internacional, ignorando la historia, los nombraba como "el mejor equipo de América" cada vez que aparecían en la cancha.

Algo similar le ocurrió a la selección de Colombia. Su fútbol siempre ha sido alegre, con buen toque, y tienen a varios jugadores de clase mundial para traducir en goles el dominio que ejercen. Llegaron al Centenario y la exuberancia colorida de su juego se disolvió en el césped.

Por eso me parece que no hay otro remedio que apelar al mito, esa mentira que se hace realidad cuando aparece la fe. Yo creo que el gran aporte del director técnico uruguayo es haber recuperado esa fe. Me lo imagino más como un sacerdote que como un estratega. Sus jugadores creen.

Y entonces los rivales empiezan a sentir una incomodidad creciente. ¿Por qué las cosas que solían salir tan fáciles, ahora cuestan tanto? ¿En qué tipo de trance están estos tipos de camiseta celeste, que van a cada pelota como si fuera la última? Se dicen a sí mismos que tienen que mantener la calma, que son "un equipo superior" y cada media hora la tienen que ir a buscar a la red.

Uruguay logra imponer el concepto de "dolor" en la cancha y hay equipos que no se llevan bien con eso. No me refiero solo al hecho de los choques físicos, sino en que para cada uruguayo el fútbol duele. "Los puntos duelen" dijo Cavani, y es verdad, porque es un duelo nacional que Uruguay no se clasifique a un mundial, porque los chilenos y los colombianos nunca podrán entender ese dolor, porque no saben ni siquiera cómo empezar a entender el sacrificio y la recompensa, porque para ellos es una profesión, un juego, una pasión, pero para Uruguay es algo sagrado, que tiene sus raíces en lo más hondo de la identidad nacional.

Hubo una época en que parecía que los jugadores de la selección uruguaya no entendían la responsabilidad que les cabía, o que la interpretaban mal. Yo creo que el mayor mérito de la era Tabárez es haber recuperado esa responsabilidad. Y si hacemos un golazo, mejor. Y si les pintamos la cara, no me quejo. Pero yo quiero ver a Uruguay en el mundial y soñar con levantar la copa. A la salud de todos los equipos superiores.

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