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Cierran escuelas rurales y los vecinos luchan para evitarlo

Las zonas más alejadas pierden su único centro de referencia
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02 de agosto de 2015 a las 05:00
Hay niños que se quedan a dormir en las escuelas y vuelven a su casa los fines de semana. Otros viajan todos los días 30 kilómetros para ir a estudiar. Los maestros hacen lo mismo: la mayoría viaja diariamente. A veces son los cocineros de la escuela, auxiliares de servicio o porteros, telefonistas e incluso directores. Si la escuela se queda sin alumnos, se levanta temporalmente hasta que haya algún nuevo inscripto. Si pasan dos años y sigue sin concurrencia, puede ser reutilizada con otro fin, ya sea comunitario para la zona, o privado.

La escuela nº21 de Villa Alejandrina en Soriano está en proceso de cierre. Hace más de un año que no concurren niños. "A veces cuando una escuela se cierra, los vecinos que están arraigados en la zona, que fueron a esa escuela, piden su mantenimiento", dijo a El Observador la inspectora departamental de Soriano, María del Carmen Arrambide.

Como este, existen casos similares en muchos departamentos. Mari Teresa Lotito trabajó 18 años como maestra en la escuela nº14 de Cuchilla del Yaguarí en Tacuarembó, que va a cerrar a fines de este año. Una zona completamente rural, casi al límite con el departamento de Rivera. Cada vez hay menos población.

El único niño que vivía en la zona terminó sexto de escuela y comenzó el liceo en otro lugar. Los esfuerzos de Mari Teresa y de los vecinos de Cuchilla del Yaguarí para mantener la escuela de pie son intensos.

En diálogo con El Observador, manifestó que cuando estaba abierta, era el foco socializador. "Los vecinos nos reuníamos ahí. Siempre tratamos de brindar distintos servicios para que la escuela permanezca. Ahora hay un proyecto para que se transforme en un Centro de Pasantías. Lo que queremos es sentir que sigue ahí, viva y funcionando para el pueblo".

Debe permanecer

Los maestros son los primeros que sienten el cierre de las escuelas. Luego de años de estar trabajando, son realojados en otras escuelas de zonas cercanas.

El sentimiento es compartido: pena, tristeza e impotencia por no haber podido hacer más. Ahí es cuando intervienen los vecinos, presentando algún proyecto para convertir la escuela en otro centro educativo, en un museo o en un lugar de reunión para la colectividad.

El director del Departamento de Educación Rural del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), Limber Santos, dijo en entrevista con El Observador TV que hay un proceso recíproco entre la escuela y la comunidad. "La escuela no puede vivir sin la comunidad ni la comunidad funciona sin la escuela".
El componente social fuerte que tiene en la campaña es lo que hace que muchos pobladores luchen para mantenerlas abiertas. La escuela tiene la fuerza para conglomerar una zona rural. En muchos casos en parajes rurales con pocos habitantes, el centro educativo es el único punto de reunión de los habitantes.

"A veces las escuelas permanecen abiertas no ya para dar clases, sino que las utilicen los vecinos para reuniones, por ejemplo, de las Comisiones de Fomento, porque no tienen otro lugar para estar todos juntos", comentó Santos.

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