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Cinco historias de campeones atípicos en Uruguay

Jugar al cubo rubik, bailar en un caño, intercambiar cartas de magos y dragones, cazar jabalíes y cantar en japónes: disciplinas atípicas en las que también existen uruguayos ganadores
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23 de julio de 2016 a las 05:00
Si alguien dice "campeones uruguayos" es probable que lo primero en que se piense sea en fútbol, básquetbol o algún otro deporte tradicional. Actividades en las que sus campeonatos atraigan a las masas y que sus campeones sean pequeñas o grandes estrellas del ámbito local, con hasta incluso algunos despegues internacionales. Son muy pocos los que asocian "campeones uruguayos" con cubos rubik, bailes del caño, cartas intercambiables de magos y dragones, o cacerías de jabalí. Pero lo cierto es que existen en Uruguay varios campeonatos –algunos oficiales y otros extraoficiales o amateurs– que se organizan todos los años y generan su propia camada de ganadores uruguayos, desconocidos para la mayoría.

El Observador encontró a cinco de estos campeones anónimos: Christian Goñi, que tiene el récord nacional por el menor tiempo armando un cubo rubik a ciegas y también ostenta el récord nacional por armar el mismo cubo con una sola mano; Lucía Erro, que fue la primera uruguaya en ganar el campeonato nacional de pole dance (baile en caño); Oscar Bacigalupi, que lideró el último equipo que ganó la competencia de cacería que se organiza en la ciudad de Aiguá y premia a aquellos que capturen al jabalí más grande; Gabriel Aziz, primer campeón nacional de cartas Magic en 1999; y finalmente a Laila Estrata, cantante de pop japonés que ganó un concurso de karaoke en Montevideo hace algunas semanas.

Ninguno de ellos esperaba salir campeón. De hecho, ninguno esperaba llegar a competir en disciplinas que no son las que se promueven en las escuelas, academias de arte o clubes deportivos del país.

En la mayoría de los casos, los campeones se acercaron a estos particulares universos a través de internet y se vincularon con comunidades anónimas que tienen sus bases en Uruguay pero que se vinculan con aficionados de todo el mundo, lo que genera una gran red de campeones atípicos.
Estas son algunas de sus historias.

Entre guerreros, elfos y magos

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"¿Jugás cartas Magic?": esa es la primera pregunta que hacen los asiduos cuando un desconocido entra a Wirewood Store, un modesto local ubicado en bulevar España y Luis de la Torre que se especializa en la venta y distribución de cartas Magic y otros objetos de la cultura geek o nerd. Su dueño es Gabriel Aziz y según sus cálculos –ya que en sus papeles no hay registro de lo contrario– es el primer campeón nacional de cartas Magic y uno de los primeros uruguayos en participar de un mundial en Estados Unidos.

Magic es un juego de cartas coleccionables creado en 1993, que está basado en un universo de elfos, magos, guerreros y otra enorme variedad de criaturas mágicas. Cada carta posee instrucciones de acción y con un mazo completo pueden jugarse partidas en las que los oponentes enfrentan a sus criaturas en busca de la victoria.

Aziz compró su primer mazo de Magic en 1995 por curiosidad e influencia de un amigo suyo que trabajaba en una librería que comenzó a importarlas a Uruguay. Luego, le agarró el gusto al juego y empezó a juntarse con otros clientes de la librería en un pub que les permitía jugar. Resultó que el que atendía la barra en ese local trabajaba en la distribuidora que vendía las cartas a otros negocios como aquellos en los que Aziz y sus amigos compraban las suyas. Con esa propuesta informal y amateur, la comunidad local de jugadores organizó varios torneos en los que participaban cerca de unas 40 personas, pero nunca aprobado por Wizards of the Coast, la compañía creadora que para ese entonces ya tenía varios campeones alrededor en el mundo y había generado su propio fenómeno en la cultura popular.

En 1999, los jugadores uruguayos consiguieron montar un primer campeonato oficial y este fue en el que Aziz se consagró como campeón. "Fue muy loco porque yo nunca antes había ganado ningún otro campeonato, ni siquiera los caseros que organizamos entre nosotros", contó a El Observador. "Si hoy nos sigue sorprendiendo la cantidad de gente que las cartas Magic junta, imaginate allá por 1999", explicó Aziz, que, luego de ganar en Uruguay, fue a competir a Argentina con otros tres ganadores.

"En mi círculo más cercano estaban acostumbrados, pero los desconocidos no lo podían creer. Me decían: '¿Saliste campeón por jugar a esas cartitas?'", contó el uruguayo.

Hoy Aziz mantiene vivo ese recuerdo y continúa jugando porque, a pesar de competir y tomarlo con responsabilidad, los elfos y los magos "nunca dejaron de ser un hobby".

El pop en una de sus versiones orientales

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Leila Stratta no habla japonés, pero sí canta en japonés. Este año –y por segundo año consecutivo– salió campeona de un concurso de karaoke de j-pop que organiza la Embajada de Japón en Uruguay. Este atípico género musical entre los gustos del uruguayo promedio está basado en la música tradicional japonesa pero con fuertes influencias y variaciones del rock y la música popular de los años 1960 y 1970 en Occidente. Leila tiene 15 años y aseguró que desde chica le gusta cantar. Como fanática del animé, escuchó la primera canción de j-pop cuando tenía 8 años en un programa de las típicas animaciones niponas y quedó fascinada. Desde entonces se ha sumergido cada vez más en un género que la cautivó por articular su vínculo con lo antiguo pero también con lo más moderno de la música.

"La primera vez que canté en un concurso de j-pop fue cuando tenía 11 años, en una convención de animé. Ahí comencé a relacionarme más con ese mundo y la gente que participa en él", contó a El Observador.

La joven se aprende las canciones por el método de repetición, las escucha tantas veces que no puede contarlas y practica la fonética de las palabras que más le cuesta pronunciar hasta que las aprende a la perfección.

La primera vez que concursó en el campeonato de la Embajada (que celebró su novena edición este año) fue en 2013; en 2015 obtuvo su primer trofeo. "No me lo esperaba porque ese día se me puso la mente en blanco y desafiné en una nota", recordó; pero aún así se consagró como la gran ganadora. El jurado, según una nota publicada por la agencia de noticas Efe, valora no solo la calidad vocal del participante sino también su modulación, ritmo, actitud escénica y vestuario.

En esta edición concursaron cerca de 15 solistas y Leila reconoce que la comunidad de interesados en Uruguay por la cultura nipona es grande. "Lo bueno que tiene es que se trata de una disciplina compatible con cualquier público, de cualquier edad. Incluso si no cantás bien o no pronunciás bien el japonés, esto es para divertirse y disfrutar de la cultura", comentó. Sin embargo, Leila cree que la falta de difusión atenta contra este tipo de eventos. "El j-pop como género musical tiene algo especial y la experiencia de acercarse a la cultura japonesa a través de él es genial", remató.

Moverse a la velocidad del cubo

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Ver a Christian Goñi armar un cubo rubik es como presenciar un acto de magia. Con dedos ágiles, los movimientos de sus manos vuelan y son casi imperceptibles. Sus ojos miran fijo el objeto cuadrado y multicolor con el ceño fruncido. No pestañea. En algunos segundos, la mezcla de colores desaparece y las seis caras del cubo quedan perfectamente armadas. Los rojos están con los rojos, los azules con los azules, los amarillos con los amarillos, y así con el resto de los colores. El puzle está resuelto. Para alguien que apenas puede atarse los cordones sin enredarse los dedos, lo que Goñi hace parece imposible. El joven de 24 años tiene el récord nacional porque puede armar un cubo con una sola mano en 19,41 segundos; y demora un minuto con 38 segundos en armarlo con los ojos vendados. Sí, Goñi resuelve un cubo rubik en ese tiempo, sin ver cómo lo está armando y eso lo convierte en un campeón nacional. El récord lo alcanzó con casi un año de "práctica y más práctica".

Su interés por este popular juego de ingenio creado por un profesor de arquitectura húngaro en 1947 surgió hace poco más de tres años. Su padre y él montaron un pequeño negocio de importación de cubos desde China a Uruguay y cuando la primera entrega llegó se llevaron la sorpresa de que, gracias a su calidad, los cubos eran aptos para competir. A partir de allí, Goñi comenzó a investigar por internet y se sumergió dentro de la comunidad cubera en Uruguay hasta transformarse casi que en un referente. La primera vez que entró al grupo en Facebook eran menos de 100 usuarios los que integraban la comunidad; hoy son más de 650. Su primer contacto con los interesados en los cubos fue en una reunión improvisada en el Parque Rodó: allí descubrió el potencial que tenían algunos jóvenes que armaban el cubo en algunos segundos y juntos decidieron hacer uso de ese potencial.


Con el fin de promover su negocio y también despuntar el vicio de armar los cubos, Goñi y la comunidad cubera comenzaron a organizar competencias no oficiales desde Facebook. Luego de dos ediciones tomaron la decisión de dar un paso más y contactarse con gente de Argentina para hacer un campeonato oficial que fuese reconocido por la World Cube Association, una asociación mundial que lleva registro de las competencias y los récords mundiales. De estas últimas ya llevan organizadas dos y con presencia de jugadores de varios países de Latinoamérica. Desde entonces, Uruguay forma parte de una extensa red de fanáticos y competidores del cubo rubik, cuyos integrantes se ayudan mutuamente para mejorar. "Ahora estoy hablando con un colombiano que quiere optimizar su tiempo en ejecución y yo quiero mejorar mi tiempo en memorización; entonces entre nosotros nos damos consejos", contó Goñi a El Observador. Y agregó que es difícil cruzarse con alguien que "no esté dispuesto a dar una mano."

Cuando Goñi toma un cubo y lo arma con los ojos cerrados lo único que da para preguntarse es ¿cómo lo hace?, ¿qué es lo que cruza por su mente en ese momento? Y la respuesta parece ser solo para entendidos.

"Mucha gente le tiene miedo al cubo y le parece imposible llegar a resolverlo, pero es animarse a descubrirlo", dijo.

El arte de bailar el caño

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Baile del caño es sinónimo muchas veces de poca ropa, música sensual y movimientos provocadores. Pero para Lucía Erro es rigor, disciplina y entrenamiento duro. La uruguaya de 30 años se convirtió hace unos meses en la primera campeona nacional de pole dance. Una disciplina que se realiza en torno a un caño y que mezcla baile con acrobacia y gimnasia olímpica y artística.

Erro se acercó por primera vez a esta especialidad hace un año y medio, por pura casualidad. Se encontraba caminando por la calle, al volver del trabajo, cuando se cruzó con el afiche de un gimnasio de barrio que promocionaba la incorporación del caño a su propuesta. "Yo sabía que existía por la tele y el cine, pero no sabía bien lo qué era", dijo a El Observador. Con el afiche en mano y dando rienda suelta a su curiosidad, comenzó a investigar más en internet acerca de los tipos de entrenamiento. Así, se animó a ir a una clase a probar y después de eso nunca más lo dejó. Ahora intercala sus estudios en pediatría con las clases de pole dance.

Formar parte de la competencia nacional tampoco fue algo que ella buscara. En diciembre pasado, el gimnasio realizó una muestra abierta de pole y a Erro le pareció la oportunidad perfecta para mostrar a sus conocidos lo que hacía. "Nunca subí fotos a las redes y a los pocos que sabían que yo bailaba les parecía gracioso porque no sabían bien qué era lo que hacía", explicó. Sin embargo, la joven no pudo estar en el país para el día de la muestra y pospuso su exhibición para el día en que organizaron el campeonato nacional, en el que compitieron otros 12 atletas. Allí Erro destruyó el estereotipo de bailarina de caño para todos sus conocidos. Bajo la música de la película Amélie y vestida y maquillada de payaso, realizó una coreografía cargada de trucos que sorprendieron al jurado y la coronaron con el primer puesto.

Fue allí que sus amigos y familiares "se dieron cuenta de que bailar en el caño no es lo que Tinelli trae".

En junio, la primera campeona nacional viajó a Buenos Aires para competir a nivel sudamericano representando a Uruguay. Pero los nervios le jugaron en contra. "Me caí", recordó entre risas y agregó que de todas formas obtuvo "una experiencia bárbara".

Pero su iniciativa se quedó sin aliento cuando retornó a Uruguay, donde la competencia es algo excepcional. El pole se practica de forma amateur y Erro no cuenta con espónsores ni apoyo suficiente. "Si soy utópica digo que me encantaría vivir de esto. Ojalá algún día alguien lo pueda hacer; hoy lo veo imposible", dijo. Y agregó: "Si fuera por mí, estaría todo el día haciéndolo".

A la caza del primer puesto

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Cuando los perros ladran inquietos, Oscar Bacigalupi ya sabe que ha recibido una señal. Es que los 32 años en el ejercicio de la cacería legal lo han ayudado a reconocer este tipo de mensajes y varios otros. El uruguayo de 56 años es fanático de la cacería y lideró a la cuadrilla que este año se consagró como la ganadora del concurso anual de cacería de jabalíes en la localidad de Aiguá (Maldonado).

El animal pesó 103 kilogramos, una pieza grande, aunque no la mayor que ha cazado en su vida. Hace varios años cazó una que pesó 148 kilos.

No es la primera vez que Bacigalupi se corona campeón en esta disciplina, ya que suele recorrer el país asistiendo a festivales en pueblos pequeños del interior e inscribiéndose a todos los concursos de cacería de jabalíes que se organizan en el marco de estas festividades. Dentro de estos eventos, los interesados han generado una red que no necesariamente tiene su correlato en las redes sociales pero que sí reconoce los méritos de sus integrantes. Bacigalupi contó a El Observador que ser ganador "da prestigio" y que cada vez que gana recibe saludos de sus compañeros y llamadas de todas partes del país. Además, los clubes sociales de cada pueblo tienen sus respectivos murales donde cuelgan las fotos de los equipos ganadores cada año, como si fuese un Facebook analógico, y eso también lo llena de orgullo.

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