La primera temporada de Daredevil comenzó muy bien, pero con la escena final de su segundo episodio se compró los corazones de todos. Una extensa pelea en un pasillo contra un grupo de matones filmada en una aparente única toma fue aplaudida como una de las mejores secuencias de la serie. Y en esta segunda temporada se redobla la apuesta con dos escenas similares: una a cargo de Daredevil y otra a menor escala con Punisher. Ambas están a la altura de la primera y confirman que uno de los mejores aspectos de esta producción de Netflix son las coreografías y las acrobáticas peleas, que no dejan de tener un pie en la realidad, con los héroes cansándose y siendo lastimados por sus rivales.
Daredevil tiene varias particularidades y contradicciones. Su identidad real es Matt Murdock, un abogado católico que tiene una fuerte convicción en la justicia, que se refleja en las acciones del héroe enmascarado, que se resiste a matar a los criminales y siempre intenta entregarlos a la policía. Si bien esto le ha generado más de un dilema ético, profesional y personal, el encuentro con Punisher (quien actúa de forma totalmente opuesta) en esta segunda temporada generará una confrontación tanto física como psicológica, que hará olvidar por los primeros episodios la necesidad de un villano propiamente dicho.
Daredevil (al igual que su serie hermana, Jessica Jones) no es la habitual historia de superhéroes. A diferencia de sus colegas cinematográficos y de televisión por cable, estas historias se permiten entrar en temas más adultos como el lugar de la justicia en la sociedad, la venganza, la ética profesional, y a la vez mostrar sangre, violencia, torturas, sexo y otras cuestiones en las que ni Hulk ni el Capitán América se verán envueltos, a pesar de compartir universo.
Y a pesar de la inclusión de ninjas, asesinos inmortales y tramas de espionaje en esta segunda temporada, Daredevil mantiene un pie en el mundo real, que la hace más callejera y cercana que las aventuras galácticas de Thor o los Guardianes de la Galaxia. Todo esto permite que la serie sea más accesible para los que no son fanáticos acérrimos del género, o que no siguen a todos los productos Marvel, además de hacerla más atractiva para el fanático casual.
Por su propio personaje protagónico, Daredevil oscila entre el drama legal y el policial negro, con el superhéroe actuando como detective y guardián del barrio neoyorquino de Hell's Kitchen. La segunda temporada mantiene eso, pero a su vez incluye elementos de espionaje, aspectos del cine de acción oriental (y occidental, con referencias a Terminator), y hasta drama periodístico.
Un giro hacia lo fantástico
La segunda temporada de Daredevil no llega a la excelencia de la primera temporada, en parte porque intenta abarcar varias tramas (aunque están bien resueltas) y en parte porque toma un carácter más fantástico que le quita el realismo de la primera parte. Más allá de eso, la incorporación de Elektra y sobre todo, Punisher, sumado al regreso de varios personajes inesperados hacen que más que la trama, lo importante sea el elenco, los responsables de las bondades de esta segunda temporada.
La trama sufre un problema que se está haciendo repetitivo para las obras de Marvel en Netflix, y es que los 13 capítulos se hacen demasiados. Quizás diez serían suficientes.
A esta temporada de Daredevil le jugó en contra llegar después de Jessica Jones, que dejó el listón bien alto, aunque sus puntos altos superan a los puntos débiles, convirtiéndola en una digna sucesora y dejando a los seguidores ansiosos de recibir la siguiente etapa de la historia de Matt Murdock.
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