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Cloud atlas, la vuelta de los Wachowski con una supuesta novela imposible

Se decía que el texto de David Mitchell era inadaptable, pero los hermanos de The Matrix, en sociedad con Tom Tykwer, consiguieron llevar a la perfección esta conexión de seis historias paralelas
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04 de enero de 2013 a las 11:10

Cloud atlas, de David Mitchell, ha integrado por años cuanta lista de novelas imposibles de llevar al cine se han realizado. La razón es que se trata de una muy ambiciosa obra que cuenta seis historias paralelas conectadas entre sí; cada una de ellas ambientada en una época diferente y perteneciente a un género distinto.

Por si la expectativa de verla llevada al cine no fuera poca, se trata también del retorno de los hermanos Andy y Larry (ahora Lana) Wachowski, a quienes las mieles del éxito les fueran tan pródigas con su trilogía Matrix (especialmente la primera parte que fue un clásico inmediato de la ciencia ficción; la segunda y tercera parte fueron bastante flojas). Luego se limitaron a labores de producción (como en V de Vendetta) o a dirigir fracasos comerciales como fue el caso de la simpática Meteoro.

Su regreso es una obra colectiva en la que integran al alemán Tom Tykwer –quien saltara a la fama con obras como Corre Lola, corre o La princesa y el guerrero, pero que también andaba medio desaparecido– y la misma idea de regreso a épocas de gloria se contagia en el elenco elegido, ya que sus primeros nombres –Tom Hanks, Halle Berry, Susan Sarandon, Hugh Grant– también supieron vivir sus mejores tiempos hace años.

Concretamente, ¿es un gran regreso de todos los antes mencionados? Ciertamente lo es.
Cloud atlas no es en realidad una sola historia, sino que son evidentemente seis. Por un lado, tenemos la aventura de un abogado que trata de regresar a su casa por mar en 1849 y que genera un vínculo especial con un esclavo, su diario de viaje es leído en 1936 en Inglaterra por un compositor que busca componer su obra maestra, las cartas de este compositor a su amante son leídas por una periodista que busca destapar un escándalo que involucra a una planta nuclear en 1973, la biografía de esta periodista es leída por un editor que debe dinero a unos mafiosos en 2012, la película sobre la vida de este editor es vista por una clon (o algo así) en Nueva Seúl en 2144 y, por último, esta clon es una suerte de diosa reverenciada por los sobrevivientes a La Caída (una suerte de Apocalipsis) 106 inviernos luego de ocurrida la misma.

Cloud atlas apuesta al espectador atento y entremezcla todas estas historias en las que además, y como se juega al concepto de vidas pasadas e historias que se reiteran, los actores se repiten en todas ellas. Como se decía antes, cada historia pertenece a un género distinto y así, la del abogado es una aventura clásica de mar, la del compositor es un drama, la de la periodista es un thriller político bien setentero, la del editor (que es por lejos la mejor, apoyada en una increíble labor actoral de Jim Broadbent) es una comedia, la de la clon en Corea es ciencia ficción distópica, mientras que la última pertenece a la ciencia ficción más posapocalíptica.

Y lo notable es lo bien que funcionan todas y cada una de estas historias, con la complejidad extrema de construir su inicio, desarrollo y clímax final todas al unísono.

La labor del elenco está a la altura de las circunstancias: Hanks y Berry cumplen como los casi protagonistas, pero el elenco secundario (Broadbent, Hugo Weaving, James D’Arcy, etcétera) es quien más cumple, en ocasiones en apariciones mínimas.

Se ven superados, eso sí, por el uso irregular de maquillaje o apliques que es muy efectivo por momentos y casi risible en otros.

Esto, más la apuesta de que actores interpreten etnias distintas (Halle Berry como una mujer rubia británica, ídem para la coreana Doona Bae, todos los caucásicos que fallan al tratar de pasar como asiáticos) es de lo poco que fracasa en la película, pero que con todo –si uno realiza un conveniente pacto de irrupción de verosimilitud– pasa.

Menos efectiva es la idea de transmitir que todas las vidas son las mismas en las distintas épocas –en un concepto muy new age–, de destinos inevitables, digno de Carlos Castañeda a quien incluso se menciona, ya que cuando el mismo actor interpreta a un villano en una y a un héroe en otra, la idea no se sostiene.

Por fortuna este concepto y los remates de frases cursis como “serás simplemente una gota en el mar. ¿Qué es el mar sino una multitud de gotas?” sobrevuelan apenas el filme y no terminan por hacer ruido en el transcurso de la película.

Lo que quedan son casi tres horas de cine que no se sienten en lo absoluto, buenas actuaciones, buenas historias y una película que confirma el regreso de gente muy talentosa al séptimo arte.

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