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¿Cómo aprenden los alumnos?

Es menos un ser capaz de recordar y repetir que uno capaz de buscar, analizar, conectar, y utilizar la información
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12 de junio de 2017 a las 05:00

Por Dr. Guillermo Fossati (PHD)

El foco de la mayor parte del tiempo educativo ha estado en el qué del aprendizaje (lo que queremos que aprendan los alumnos). Mucho menos en el cómo del aprendizaje (cómo aprenden los alumnos). Hoy, si bien se impone revisar los contenidos de aprendizaje, la meta de la educación podría concebirse más como ayuda a los alumnos para que desarrollen las herramientas intelectuales y estrategias de aprendizaje que se requieren para adquirir el conocimiento.

Esto implica menos énfasis en el aprendizaje mecánico (por memorización y repetición) y más énfasis en los caminos pensantes que el alumno utiliza para extraer sentido de los contenidos y para razonar (mezcla de muchas operaciones mentales). Es menos un ser capaz de recordar y repetir información y es más un ser capaz de buscar, analizar, conectar, y utilizar la información. Una cosa es repetir un concepto y otra cosa es comprender un concepto. Una cosa es conocer una regla, en el sentido de ser capaz de formularla verbalmente, y otra cosa es conocer la regla y ser capaz de aplicarla a nuevas situaciones. La capacidad para aplicar conocimiento (un concepto, etc.) a situaciones nuevas es un buen indicador del nivel de comprensión alcanzado. También es cierto que uno no puede aplicar un conocimiento que no recuerda. La acción de pensar no se da en el vacío.

Ya no se espera que los estudiantes sean consumidores pasivos de información proveniente de fuentes de información bien definidas. La perspectiva de aprendizaje hoy es activa, participativa, y constructivista. Tampoco que hagan uso del conocimiento de la forma en la que era utilizado cuando fue adquirido. Los alumnos tienen que desarrollar capacidades para adaptarse a situaciones que cambian, absorber y filtrar nueva información, combinarla con la información que ya tienen, y hacerlo innovando con nuevas formas.

Hoy, más que ayer, se comprende que no es posible aspirar a universalizar el acceso real a la educación sin considerar los procesos cognitivos de base que determinan y explican la capacidad de aprender. A título de ejemplo, la comprensión lectora refiere a lo que el lector sabe y comprende después de haber leído un texto mientras que los procesos de comprensión refieren a las actividades cognitivas mediante las cuales el lector llega a la comprensión de ese texto.

Aprender supone adquirir información, retenerla, interpretarla, y ser capaz de recuperarla y aplicarla cuando es necesario. Esto es posible gracias a la maquinaria cerebral. Procesos cognitivos relacionados con atender, memorizar, recordar, pensar, y razonar. Para aprender el alumno tiene que utilizar y aplicar estas distintas capacidades cognitivas. Capacidades que varían en cada grupo etario y en los distintos niveles educativos y se reflejan en el desempeño y rendimiento educativo de distintas maneras.

Se reflejan, por ejemplo:

-En la edad en la que se llega al “punto óptimo” para comenzar la enseñanza de determinadas asignaturas (especialmente lectura y razonamiento matemático).

-En la facilidad y rapidez de aprendizaje bajo condiciones comunes de enseñanza. A título de ejemplo, un alumno que procesa la información en forma lenta ve comprometido su funcionamiento en clase y ve afectadas sus posibilidades en materia de aprendizaje. El docente (la clase) avanza a un ritmo y el alumno avanza a otro.

-En el control consciente de la atención: prestar atención, sostener el esfuerzo y el foco atencional en lo que se está haciendo (mantenerse en la tarea), evitar distraerse con lo que pueda estar pasando a nuestro alrededor (atención selectiva), desactivar información que ha dejado de ser relevante, establecer y restablecer prioridades atencionales. Un cerebro receptivo a los estímulos (situaciones, experiencias), es un cerebro que puede aprender. Si uno está distraído, haciendo algo sin pensar lo que está haciendo, o ejecutando una acción que no requiere esfuerzo real de su parte, no habrá posibilidad de aprendizaje.

-En la capacidad para retener información en la mente mientras se está recibiendo nueva información o se está pensando y razonando (memoria de trabajo, –el pizarrón de la mente–). Un sistema de capacidad limitada, un espacio para el trabajo mental. Procesos como sumar y restar mentalmente, razonar, pensar en el significado de lo que oímos o leemos, todos suponen llevar a cabo operaciones sobre información mientras que esa información está siendo mantenida en la memoria de trabajo.

-En la capacidad para acceder a información relevante almacenada en la memoria de largo plazo y recuperar esa información cuando uno la necesita. Esto refiere al sistema de conocimientos que ya tiene el alumno y la capacidad para recordar, activar, y aplicar esos conocimientos. Recordamos mejor la información que fue grabada en nuestro cerebro de manera organizada. Muchos alumnos memorizan por repetición; la forma menos eficiente y menos efectiva para memorizar. Importa como los conceptos están representados en la mente del alumno y, más importante, como están conectados entre sí. Cuantas más asociaciones existan entre la nueva información y las cosas que uno ya sabe, más sencillo resultará luego recordar y mejor será el aprendizaje. Lo que ya sabemos determina lo que somos capaces de aprender. Los buenos alumnos conocen de mejor manera lo que saben y sus conocimientos están altamente interconectados. Esto hace que los nuevos conocimientos se relacionen de diversas maneras y con rapidez con los conocimientos que ya se tienen.

-En la capacidad para descubrir la característica (regla, concepto, tendencia, proceso), que está en la base de un problema.

-En la capacidad para razonar y extraer conclusiones de ciertas condiciones dadas.

-En la capacidad para distinguir entre lo sustancial y lo secundario en la comprensión de textos. Seleccionar información relevante y filtrar o descartar información irrelevante a medida que se avanza en la lectura del texto.

-En la capacidad para manipular abstracciones, reglas, generalizaciones, y relaciones lógicas. Capacidades que se requieren cuando no se puede hacer uso de esquemas o rutinas sobreaprendidas. Todo aprendizaje nuevo está condicionado por las capacidades para pensar que tenga el alumno.

-En la generalización y transferencia del aprendizaje de una lección a la siguiente y de una materia a otra. Analizar, sintetizar, y relacionar conceptos. Comprender contenidos avanzados e ideas interdisciplinarias.

-En la habilidad para aplicar los principios aprendidos en un contexto a situaciones nuevas y razonar con conocimientos y procedimientos previamente aprendidos.

La “superioridad” de algunos alumnos frente a sus pares puede ser causada, entre otras cosas, por una mayor velocidad en el procesamiento de información, mejores y fortalecidos procesos de atención, una organización superior de los conocimientos de base, motivación e interés, prácticas más intensas y prolongadas. Hay por lo menos tres razones que explican porque se fracasa en aprender y retener información: falta de interés, falta de atención, falta de esfuerzo. Tres buenos predictores de los logros académicos.

Partiendo de que estén dadas otras condiciones que hacen y explican el aprendizaje (motivación, buena enseñanza, etcétera), las diferencias en perfil cognitivo se reflejan no sólo en el ritmo de aprendizaje sino también en los niveles y complejidad de las competencias y conocimientos que generalmente se logran. El gran objetivo es aumentar el capital intelectual colectivo de la sociedad y mejorar su distribución final.

La pregunta: ¿Cuánto del desarrollo y fortalecimiento de estas habilidades y capacidades cognitivas debería ser cometido de la educación? Es decir, constituir una meta explícita de la educación.

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