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Cómo se prepara una bailarina para el rol más importante y exigente del ballet

El Ballet del Sodre presentó su tercer montaje de El lago de los cisnes pero para las protagonistas el rol doble de cisne blanco y cisne negro nunca deja de desafiar
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02 de abril de 2016 a las 05:00

No obstante, en 1877, mucho antes de la versión de Raúl Candal (2007) que vuelve a realizar el Ballet Nacional del Sodre (BNS), El lago de los cisnes estaba lejos del clásico que es hoy. Antes de aquel estreno original, el Teatro Bolshói de Rusia asignó al compositor Piotr Ilich Chaikovski realizar el que sería su primer ballet. La inexperiencia de Chaikovski con la danza resultó en un nuevo estilo de composición para el ballet, acostumbrado a melodías decorativas, pero también motivó desencuentros con Julius Reisinger, autor de una coreografía fallida que no conquistó al público ni a la prensa. "Difícilmente se convertirá en una obra de repertorio y nadie lo lamentará", sentenció entonces un crítico ruso de la época.


Cuando se pronuncia, la palabra ballet invoca un universo propio. Para el público en general, el término anuncia brazos delicados capaces de dibujar suaves curvas que hacen ver como mera torpeza cualquier otro tipo de movimiento. Para los pies, en tanto, la imagen es de resistencia, con todo el peso del cuerpo sostenido sobre los frágiles dedos. En aquella noción genérica, los tutús y las zapatillas acompañan, blancos y rosados, y en el oído suenan cierto tipo de melodías, aunque sus nombres y sus compositores sean desconocidos.

Sin embargo, cuando los conceptos empiezan a afinarse hay un título que sobresale. Uno que, incluso cuando no se saben los pormenores de la trama, desborda, como un paradigma del ballet: El lago de los cisnes. Casi obligatoria para las compañías de danza clásica alrededor del mundo, la obra ha trascendido al cine (Cisne negro, La princesa cisne) e, incluso en su formato escénico, no deja de convocar sin importar cuántas veces se represente ni cuán a menudo. La evidencia está al alcance de la mano: incluso en su tercer montaje en el Auditorio Adela Reta, que se extenderá hasta el viernes 15 de abril, El lago de los cisnes continúa agotando entradas.

Lago de los Cisnes
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Fue luego de la muerte de Chaikovski que una nueva coreografía, realizada por el francés Marius Petipa (El cascanueces, Don Quijote, La Bayadera) y el ruso Lev Ivanov, le permitió a El lago de los cisnes dar sus primeros pasos para convertirse en el fenómeno que hoy es. En esa colaboración, además, la trama asentó su carácter trágico. Una joven princesa, Odette, era convertida en un cisne por el hechizo del maléfico brujo Rothbart. En uno de sus paseos fuera del palacio, el príncipe Sigfrido encuentra a Odette y conoce su condena, solo redimida por la promesa del amor eterno. Sin embargo, para evitar que Sigfrido salve a Odette, el brujo introduce a Odile, una malvada bruja que, disfrazada de Odette, engaña y conquista al príncipe. Es la muerte de Odette y de Sigfrido la única capaz de romper el hechizo.

La efectividad del plan de Rothbart se articula en torno al parecido entre Odette y Odile, la bondad y la maldad con un mismo rostro, y es ese mismo desdoblamiento el que hizo de la obra uno de los cánones más exitosos. Sin embargo, en la flexibilidad de cada montaje y en las capacidades de cada compañía, la magia a veces cambia de forma y son dos bailarinas las que interpretan a Odette y Odile. Para la coreografía de Candal que se presenta en el BNS, empero, la decisión de Petipa e Ivanov de optar por una sola figura se mantiene intacta, traducida en diferentes elencos, con el protagonismo de las bailarinas María Noel Riccetto, Giovanna Martinatto, Gabriela Flecha, Laura Boltri, Nina Queiroz y Ariele Gomes como Odette/Odile en distintas fechas.

María Noel Riccetto - El Lago de los Cisnes
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Una para todas

Por popular y frecuente que sea la obra, no deja de izarse como una de las producciones más complejas de su género. En este caso se requieren seis elencos versátiles que se alternen entre sí. "Para la bailarina es algo sumamente difícil" interpretar a ambas, señala Riccetto, primera bailarina del BNS que adoptará el rol por segunda vez. "Anímicamente te deja vacía cuando termina la función, porque, si te entregaste por completo, dejaste todo en el escenario".

Para Flecha, también Odette/Odile por segunda oportunidad, se trata del ballet más agotador. "El año pasado hicimos Romeo y Julieta y fue difícil, pero de una manera diferente. Ese ballet me agotó más desde lo emocional porque tiene un acto completamente actuado, pero en este siempre hay pasos y también hay actuación. Son cuatro actos en los que la principal baila casi todo el tiempo, de corrido. A eso, que ya es cansador, se le suma el cambio de rol".

Para las bailarinas, pasar de Odette a Odile es más que solo un cambio de tutú de unos pocos segundos. Según Riccetto, Odette (el cisne blanco) es sinónimo de suavidad, mientras que Odile, el negro, es potencia y dinámica. "Cisne blanco es muy lírico, sus movimientos son muy suaves", explica Martinatto, mientras que eleva sus brazos y dobla las muñecas, acariciando su rostro con el dorso de su mano. "Es un mimo continuo. Ella tiene momentos en los que se quita el agua, muy suaves y controlados, y tiene otros en los que está con su compañero, al que ama, y siente que se va a desmayar. Cisne negro, en cambio, es fuerza. Sus brazos no son líricos, sino que son más duros. Ya no hay amor incondicional, sino seducción".

Lago de los Cisnes
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Más allá de la intención y la personalidad que marcan cada paso, la técnica de una y otra también son parte del contraste, con un cisne negro más demandante y enérgico que el etéreo y ligero cisne blanco. La diferencia se hizo evidente desde la interpretación inicial de la virtuosa bailarina Pierina Legnani, que en 1895 realizó un giro de 32 vueltas para demostrar la destreza de su cisne negro, hipnotizando a Sigfrido y al público por igual.

No obstante, en su bondad, Odette guarda sus propios desafíos. "Es un rol muy diferente a todo lo que ya bailé", comenta Queiroz en su primera oportunidad con el rol. "Tuve que olvidar que es ballet, porque va por otro camino. Estás interpretando a un animal muy indefenso, y cuando ve al príncipe por primera vez, con la bayoneta en la mano, se asusta. Cada vez que el príncipe la toca hay que reaccionar como si no conocieras el tacto humano, como si fueras una flor muy delicada". Cisne negro, sostiene Boltri, también iniciándose en el rol, es "otro tipo de entidad", quizá un ave más grande, incluso, que no comparte la fragilidad, sino que deslumbra con su determinación.

De lo atlético a lo artístico

En el proceso de ambos personajes, la imagen también hace la diferencia. Los rostros de las bailarinas van de la blancura del cisne blanco a los ojos delineados y labios rojos del cisne negro, y los gestos que acompañan al maquillaje deben acentuar la dualidad. Odette, inocente y frágil, es la encarnación de la condena, víctima de la maldad de Rothbart, mientras que Odile, seductora y manipulativa, es el instrumento de la traición. "Cuando soy cisne blanco, por ejemplo, no me río. No hay sonrisas en ningún momento. Es todo timidez y tristeza, susto", comenta Flecha, que tuvo la oportunidad de interpretar únicamente a Odette en una producción de su Paraguay natal. "Cisne negro es todo lo contrario; ella siempre es la que llama la atención". El personaje obligó a la bailarina a medir su sonrisa frente a un espejo para encontrar el punto justo que dejara ver su picardía.

Para escindirse en ambos polos, esa práctica no es el único aliado. "Cuando empieza la temporada casi todos los principales trabajamos juntos, para refrescar la coreografía o para aprenderla. Después del tercer o cuarto ensayo, cuando la coreografía ya se sabe o los tiempos musicales están claros, cada pareja tiene su momento, donde trabajan lo técnico y lo artístico. Somos chicas sumamente diferentes en la parte física, técnica y actoral. Entonces lo que es realmente positivo es sacar lo natural tuyo y desarrollar un personaje basado en quién sos", dice Riccetto.

Para todas las bailarinas, el cisne blanco es el más cercano, el más propio, lo cual convierte a su contraparte en el reto mayor con el desafío inherente de aferrarse de todas las cualidades y emociones que sirvan. "Siempre digo que, si bien para mí lo romántico y etéreo es mucho más fácil, hacer de mala es sumamente divertido porque uno aprovecha para sacar las partes oscuras", comenta Riccetto, en un proceso que no se salda en el primer acercamiento al personaje.

Para Flecha, la experiencia inicial con cisne negro, en el montaje de 2013, fue más fingida que sentida y solo en esta segunda vuelta, con la ayuda de Candal, la búsqueda personal logró darle sentido al personaje.

Lago de los Cisnes
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"Yo busco en mi interior el bien y el mal, lo puro y lo que no es", agrega Martinatto, al admitir que esa introspección constructiva tuvo su propia labor. "No lo tengo que ver en videos o en otras bailarinas para encontrar cómo se representa, sino que lo encuentro en mi interior".

En ella, los momentos de enojo, aunque sean por injusticias mundanas como no ser atendida en un supermercado, son convertidas en el combustible de la rabia de Odile. "Hay una maduración porque hacés el rol varias veces pero en las otras temporadas te tocan otros personajes, y eso te va enriqueciendo. Además pasan los años y llegás a comprender cuáles son los momentos importantes del personaje", en cuáles la expresividad supera a la destreza física.

El código intrínseco de la coreografía, en la que algunos movimientos tienen significados narrativos más allá del despliegue de resistencia o de elasticidad, fue uno de los pilares para Boltri. "Para mí la semana con Candal fue una semana de aprendizaje, porque entendí muchas cosas que antes no tenía claras, que tenían que ver con el movimiento y su porqué, a nivel emocional. Una inclinación no es solo una inclinación: es pedir ayuda, es tener miedo. Son detalles que te hacen la diferencia para entrar al personaje. No estás haciendo un movimiento mecánico".

El cansancio del cuerpo durante ensayos y funciones también moldea las características de los personajes. "Después de hacer la parte del cisne negro quedás muy cansada a nivel físico, y en la última entrada del cisne blanco, cuando ella está desesperada porque no encuentra solución a su situación, siento que el agotamiento me ayuda para hacer a mi personaje aun más dramático", agrega Boltri.

Entre reflexiones, códigos y grandes interpretaciones históricas, el proceso de Riccetto halló en el cine un aliado diferente. Tras casi 10 años en el American Ballet Theatre (ABT) de Nueva York, Riccetto tuvo la oportunidad de realizar las partes de danza de la actriz Mila Kunis en el filme Cisne negro (2010), una película en la que la luz y la oscuridad de ambos roles batalla de la manera aun más explícita. Aunque la filmación misma no cambió su percepción, fue el producto terminado de Darren Aronofsky el que la ayudó a ver la penumbra de una y la debilidad de la otra.

Lago de los Cisnes
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En todas sus experiencias, el rol de cisne blanco y cisne negro fue el paso crítico de cuerpos que antes, como un rito de pasaje, debieron mantenerse en la periferia del escenario. Cuerpos que, hace no muchos años, debieron ser uno de tantos cisnes que bailan en sincronía perfecta para que la protagonista se destaque. Entre ellas, empero, cada rol tiene su dificultad inherente, y cada movimiento es un aprendizaje agradecido.

Llegar hasta Odette y Odile es el anhelo de muchas bailarinas, pero la suerte de pocas. "Cuando me enteré de que me dieron el rol no lo esperaba. Quería que me dieran el pas de chat (una danza de los cisnes pequeños, en el acto 2), porque era un sueño mío, pero esto fue una sorpresa", comenta Queiroz.

Para Boltri, la admiración por El lago de los cisnes surgió en el inicio mismo, con un primer video de ballet que le regaló su madre. "Yo lo miraba y decía 'ojalá llegue a ser la última de la fila algún día', y ahora que me dieron la chance de bailar el papel principal es increíble".

Para quienes ya no es la primera vez, la fascinación y el desafío se mantienen intactos. "Creo que esta presentación me agarra con más experiencia. Ya sé cuán cansada llego al terminar el ballet, y eso me juega a favor", dice Riccetto. "Pero también me doy cuenta de que nunca se hace más fácil porque siempre hay cosas para mejorar, para cambiar". Riccetto, entonces, no titubea. "Para mí este es el ballet que consagra a una bailarina", afirma. Una coronación que enseña matices, contradicciones. Una glorificación que cuerpo, mente e historia aprendieron a asimilar, sin nunca dar por sentada su fuerza.

Lago de los Cisnes
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Funciones

El espectáculo se extenderá hasta el 15 de abril, con funciones agotadas para hoy, mañana y el sàbado 9. Las entradas van de $160 a $810.

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