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Con Rousseff se va una amiga para el gobierno uruguayo

El Poder Ejecutivo deberá adaptarse a la nueva realidad que impone la continuidad de Michel Temer en el poder
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01 de septiembre de 2016 a las 05:00
El canciller Rodolfo Nin Novoa recibió la noticia de la destitución de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil mientras almorzaba un lomo con salsa de champignones y papas al horno junto al nuevo embajador de México en Uruguay, Francisco Arroyo Vieyra, en un encuentro organizado por la Cámara de Comercio Uruguayo Mexicana.

Cuando el evento finalizaba los medios intentaron obtener una declaración del canciller por la noticia que en ese momento se reproducía con celeridad en las redes sociales. Nin Novoa declinó la invitación de la prensa con una pregunta: "¿y qué quiere que diga?", señaló el canciller con un gesto de resignación que reconocía que cualquier cosa que él dijera en ese momento sería problemática. No había lo que decir.

La inercia que el canciller exhibió ayer en este tema no debería resultar sorpresiva si se considera que desde hace unas cuantas semanas la cancillería uruguaya daba como una realidad asumida que el proceso de destitución de Rousseff habría de terminar efectivizando la salida de la primera presidenta que tuvo ese país.

Sin embargo, para Uruguay la salida de Rousseff implica la pérdida, en los papeles, de un "gobierno amigo" dado el estrecho vínculo que han mantenido las presidencias del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil y el Frente Amplio en Uruguay. Una "amistad" que se reflejaba en la calidez de las relaciones entre Luiz Inácio "Lula" Da Silva y Dilma Rousseff con Tabaré Vázquez y José Mujica cada vez que uno u otro decidió hacer una visita de Estado.

El gobierno uruguayo tendrá que relacionarse ahora con un vecino cuyo gobierno no sólo exhibe una identidad diferente al que lo precedía sino que también ha dejado en claro que es un hueso duro de roer. El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, José Serra, llegó por primera vez a Montevideo el 5 de julio para intentar postergar la transferencia de la presidencia pro témpore del Mercosur a Venezuela. Durante su corta estancia en el país, Serra se reunió con el presidente Tabaré Vázquez y mantuvo un encuentro con Nin Novoa en la sede de la cancillería uruguaya.

Ese día Brasil compró algo de tiempo para intentar que Uruguay no hiciera el pasaje del mando del bloque regional a Venezuela, pero no logró cumplir con su cometido final: que Venezuela no asumiera la presidencia del bloque.

A las pocas semanas de esa reunión, Uruguay daba por culminada su gestión como presidente del Mercosur y señalaba que no encontraba impedimento alguno para que Venezuela asumiera el mando del bloque.

El domingo, durante su visita a Fray Bentos, Vázquez afirmó que Uruguay reconoce que al día de hoy Venezuela desempeña la presidencia de la organización regional. Una posición que hoy lo enfrenta con Brasil.

Contraste latinoamericano

El silencio inmediato del gobierno uruguayo ante la destitución de Dilma Rousseff contrastó con las palabras y acciones de la izquierda latinoamericana, que no sólo condenó el hecho sino que tomó represalias diplomáticas en solidaridad con la expresidenta.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, retiró ayer a su máximo representante diplomático en Brasil. "Destituyeron a Dilma. Una apología al abuso y la traición. Retiraremos nuestro encargado (de negocios) de la embajada" en Brasilia, escribió el mandatario en Twitter.

"Jamás contestaremos estas prácticas, que nos recuerdan las horas más oscuras de nuestra América. Toda nuestra solidaridad con la compañera Dilma, con Lula, y con todo el pueblo brasileño. ¡Hasta la victoria siempre!", agregó.

En mayo, Quito había llamado a consultas a su embajador en Brasil, Horacio Sevilla, que desde entonces no volvió al puesto y en junio fue nombrado representante permanente de Ecuador ante Naciones Unidas.

La cancillería ecuatoriana afirmó en un comunicado que "políticos adversarios y otras fuerzas de oposición se confabularon contra la democracia para desestabilizar al Gobierno y remover de su cargo de forma ilegítima a la Presidenta Dilma Rousseff".

Por su parte, el presidente de Bolivia, Evo Morales, llamó ayer a consultas a su embajador en Brasil, luego de condenar "el golpe parlamentario".

"Condenamos el golpe parlamentario contra la democracia brasileña. Acompañamos a Dilma, Lula y su pueblo en esta hora difícil", tuiteó el mandatario boliviano.

El gobierno boliviano hizo un llamado a todos los Estados de la región "a rechazar estos golpes de Estado 'suaves' ante el peligro de la debilitación de la institucionalidad de la democracia, provocada por oposiciones incapaces de lograr votos necesarios para formar un gobierno".

El gobierno venezolano también anunció el retiro de su embajador y el congelamiento de sus relaciones con Brasil al condenar "enérgicamente" la destitución de Rousseff con un "golpe de Estado parlamentario".

"Se ha ejecutado una traición histórica contra el pueblo de Brasil, y un atentado contra la integridad de la mandataria más honesta en ejercicio de la presidencia" de ese país, remarcó la cancillería venezolana.

En cambio, el gobierno argentino manifestó que respeta el "proceso institucional" de destitución de Rousseff.

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