Opinión > EL HECHO DE LA SEMANA - MIGUEL ARREGUI

Conviviendo con el desempleo

El paro forzoso está por debajo del promedio de la región, pero escasean las oportunidades
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29 de julio de 2017 a las 05:00
En el último año la tasa de desempleo en Uruguay ancló en torno al 8%: mucho mejor que el alarmante pico de 9% del último verano, aunque lejos de las buenas etapas históricas.

Un aspecto preocupante: el paro se estabilizó no porque se crearan nuevos puestos de trabajo sino porque menos personas salieron a buscarlos. Es probable que haya que acostumbrarse a convivir con al menos unos 140.000 desempleados crónicos.

Según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) el desempleo urbano promedio en América Latina está en aumento y supera el 9%, aunque con grandes desigualdades. En México, Perú o Bolivia ronda el 4%, Chile anda en torno al 7%, Argentina en 9% y Brasil en más de 13% (con diferencias enormes entre el norte y el sur del país).

Existen mediciones más o menos fiables en Montevideo desde 1970, y en todo el país a partir de 1981. El promedio de desempleo durante casi medio siglo fue de 9,8%, con picos de entre 14 y 17% en períodos críticos, como 1982-1983 y 2002-2003.

El largo ciclo de crecimiento llevó el desempleo a sólo 6% o 7% entre 2011 y 2014. La menor desocupación histórica se dio en 1981 (6,2%) y 2011 (6,3%). Algunos analistas consideran que esa es la tasa "estructural" o "natural" de Uruguay, que es más baja que la de España, por ejemplo, o más alta que la de Japón o Estados Unidos. Ocurre que hay un núcleo duro que no está dispuesto a trabajar por lo que le ofrecen, o que está en tránsito entre un empleo y otro, o que es "inempleable" (jóvenes sin preparación ni habilidades básicas, madres solas, personas mayores expulsadas del antiguo sistema industrial).

En los barrios costeros de Montevideo, con una población mejor preparada y vinculada, el desempleo es casi nulo. Pero entre los jóvenes de clase baja la desocupación ronda el 25%, y más aún entre las mujeres. Ellos suelen tener grandes problemas para hallar su primer empleo. La oferta se restringe básicamente a pequeños comercios, supermercados, servicio doméstico, faenas a destajo o "changas" informales.

Pese a que la economía uruguaya continúa creciendo, el número de desempleados aumentó 25% desde 2013. Se atribuye a varias causas. Las empresas, grandes o pequeñas, se muestran muy cautelosas pues el vigor económico no es general sino desparejo. La construcción, por ejemplo, que es uno de los sectores más demandantes de mano de obra de baja calificación relativa, cayó en un pantano. Ahora tiene unos 46.000 trabajadores en obra, muy lejos de los más de 70.000 que empleó en 2012. También los patrones temen a la sindicalización, los conflictos y la baja productividad.

El desempleo golpea más a Montevideo (8,9%) que al interior urbano (7,2%). Esto representa un cambio respecto a décadas pasadas, cuando la situación era la inversa. La extraordinaria bonanza de la economía uruguaya, que crece sin cesar desde 2003, se basa en la producción agropecuaria, las agroindustrias, el transporte y los servicios turísticos. No es casual que las menores tasas de desempleo se den en Colonia y Maldonado, dos departamentos de gran vitalidad económica. Pero el ingreso de los hogares de Montevideo sigue siendo un tercio más alto que en el promedio del interior.

Según viejas encuestas, más del 80% de los uruguayos prefiere un empleo seguro a un empleo bien pago. De ahí el gran atractivo histórico de la función pública, que además tiene horarios restringidos y muchos días libres. Menos del 25% de los trabajadores uruguayos son patrones o cuentapropistas, una tasa relativamente baja, en tanto el 18% están a sueldo del Estado.

A principios de este mes el ministro de Economía, Danilo Astori, sostuvo que una de sus preocupaciones era la caída del nivel de empleo. "Los sectores más dinámicos de la economía en los últimos dos años (como la energía y las telecomunicaciones) fueron aquellos que tuvieron una menor participación en el empleo", precisó.

Los trabajos de baja calificación, que suelen ser relativamente rutinarios y repetitivos, son los más fácilmente sustituibles por tecnologías, software y sistemas de autoservicio. Las compras y las operaciones bancarias se realizan cada vez más mediante computadoras, en tanto pequeños robots limpian las viviendas. Una nueva etapa de la Revolución Industrial está en marcha. La inteligencia artificial es uno de los grandes debates en ciernes. La gran inversión de vanguardia viene por ahí.

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