Todo se puede desmentir mientras no aparezcan imágenes. Los ejemplos internacionales son lapidarios: montañas de cadáveres en los campos de concentración nazis, la demencia de Hiroshima y Nagasaki, la captura y ahorcamiento de Saddam Hussein, los primeros ataúdes con soldados norteamericanos, la depravación en la cárcel de Abú Ghraib, el cadáver del “che” Guevara o del líder de Al Qaeda al Zarqawi. El resultado del trabajo libre de los periodistas en guerras como la de Vietnam fue el vuelco de la opinión pública estadounidense en contra de ésta. Estados Unidos aprendió. En la primera guerra del golfo no se permitió el acceso a periodistas. Y en la actual guerra iraquí los reporteros sólo pueden trabajar integrados a las tropas estadounidenses y deben poner las imágenes que generan a consideración de los militares antes de difundirlas. Y si bien la premisa de que “una imagen vale más que mil palabras” es falaz, es aplicable al caso de Osama Bin Laden. Estados Unidos sabe que, frente a la opinión pública, lo único que constata el hecho es mostrar el cadáver.
En una época donde fabricar una fotografía parece ser muy fácil, el público sigue creyendo en las imágenes. Y más aún si son hechas por periodistas.
Twitter: @Sarto1956
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