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Crisis: Atado a la popa del Titanic

La crisis de 2002 dejó heridas profundas en la piel y en el alma de los urguayos
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27 de noviembre de 2016 a las 05:00

En julio de 2002, en el epicentro de una crisis económico-financiera que parecía barrerlo todo, el presidente Jorge Batlle mencionó la posibilidad de renunciar. Los ahorristas corrían a retirar sus depósitos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) daba el caso por perdido y no quería asistir con dinero, el Partido Nacional exigía echar al ministro de Economía, Alberto Bensión, y nadie deseaba agarrar esa papa caliente. "Esto se va a la mierda. El Fondo Monetario nos saca el apoyo y yo voy a terminar como (el presidente argentino, Fernando) De la Rúa, subiéndome al helicóptero. ¡Me voy a tener que ir! ¡Voy a tener que renunciar!, gritaba el presidente, casi fuera de sí", narró Claudio Paolillo en Con los días contados, un libro clásico sobre esa crisis.

Poco después el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, prestó a Uruguay una enorme suma de dinero y forzó al FMI a aflojar la bolsa. Alejandro Atchugarry y Julio de Brun, dos hombres con caras de yo no fui, asumieron la titularidad del Ministerio de Economía y del Banco Central, respectivamente, y negociaron planes para sostener el cielo, que se derrumbaba. Al fin la economía inició una vigorosa recuperación en el otoño de 2003, después de caer durante casi cinco años y dejar un tendal de víctimas. El auge internacional de las materias primas tiró del carro a gran velocidad y se extendió hasta 2014.

La historia uruguaya está jalonada por crisis económicas de proporciones bíblicas. Por ejemplo, la de 1890, que se gestó en Londres e hizo caer al Banco Nacional, antecesor del República. O la de 1913, que hundió el crédito y la producción, y ante la cual José Batlle y Ordóñez debió declarar el default (impago de la deuda externa). O la grave depresión de la década de 1930, después del crac de Wall Street de 1929, con su rosario de quiebras, desempleo explosivo, caída del salario y un nuevo default, y que terminó en un golpe de Estado. También hubo dos décadas de estancamiento e inflación que se iniciaron en 1954, una de las causas del golpe de 1973, o el terrible crac de 1982.

Pero la crisis de 2002 aún vive en la memoria de muchos uruguayos, que en ella perdieron bienes, juventud y esperanzas.

¿Cómo ocurrió?

La década de 1990, que transcurrió bajo los gobiernos de Luis A. Lacalle y Julio Sanguinetti, fue de auge económico. El Mercosur, creado en 1991, provocó un gran intercambio comercial en la región. Pero luego gestó una burbuja de monedas sobrevaluadas, poca competitividad externa y gasto público excesivo. La estantería comenzó a caerse con la gran devaluación de la moneda brasileña en 1999, que dejó a los socios del Mercosur fuera de precio, sin posibilidades de exportar. Argentina cayó de rodillas en 2001 y Uruguay, que estaba en recesión desde fines de 1998, quedó colgado del pincel. Era apenas un chinchorro atado a la popa del Titanic.

La debacle argentina provocó una corrida bancaria. En seis meses los ahorristas retiraron el 47 % de sus depósitos en Uruguay para guardarlos bajo el colchón o en el exterior. La depresión provocó quiebras en cadena, incluidos varios bancos –entre ellos el República y el Hipotecario–, desempleo récord desde que hay mediciones, caída del salario y pobreza extendida. La moneda se devaluó 88 % en pocos días y la deuda pública, que se reprogramó en acuerdo con los acreedores, llegó al 100 % del Producto Bruto Interno. La tasa de natalidad cayó en picada, síntoma de pesimismo, y cerca de 200 mil personas dejaron el país entre 2000 y 2009 para radicarse en España, Estados Unidos o Brasil.

La salida fue difícil, ciertamente. Pero las personas se sacudieron el dolor y continuaron la marcha. No hubo estallidos de violencia masiva ni tentativas de golpes de Estado ni revoluciones, ni se tomaron decisiones radicales o experimentos que complicaran la recuperación, como sí ocurrió en Argentina. El gobierno colorado, con el respaldo de los blancos, se apegó a la ortodoxia, en tanto la izquierda mantuvo "lealtad institucional". En 2004 el Partido Colorado sufrió la peor debacle política de su historia y el Frente Amplio alcanzó el gobierno por primera vez. Lo mantiene hasta hoy.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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