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Cuando el ocio por el ocio prevalece sobre el progreso

El desafío de atacar el desdoblamiento social y gente con capacidades laborales limitadas
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15 de enero de 2017 a las 05:00

La primera quincena fue para descanso y para pensar en la soledad o la calma familiar.

A partir del lunes 16, el núcleo del gobierno comienza a trabajar en los contactos políticos y económicos con Alemania, Finlandia y Rusia, y en el diseño del Presupuesto para 2018-2020, con un criterio restrictivo y a la vez con la finalidad de cumplir metas políticas.

Y también para sortear la presión política que algunos socios internos del gobierno, preparan en medio del verano.

Es un año clave para determinar el saldo que dejará la segunda presidencia de Tabaré Vázquez.

Las misiones al exterior apuntan a la atracción de inversiones y consolidación de otras en marcha, y a conseguir al menos consideraciones especiales para facilitar el acceso a mercados.

Las misiones internas, apuntan a aceitar los mecanismos de gobernanza.

El presidente levantó en la campaña electoral la bandera del "sistema nacional de cuidados" y ahora ese plan debe convertirse en realidad: precisará refuerzo presupuestal en el proyecto de Rendición de Cuentas, y un impulso para que su concreción sea visible.

La educación tiene problemas múltiples y los resultados muestran una adolescencia que emerge mal preparada para desempeñarse laboralmente y para crecer en lo académico, lo que golpea más a los estudiantes de zonas de clase media baja, o baja. Requerirá que se refuerce su presupuesto, y no sólo eso.

La infraestructura precisa un impulso muy fuerte y en el gobierno creen que con el "combo" de inversión privada, proyectos de PPP y lo ya presupuestado, eso podrá concretarse. Dependerá más de la eficacia y eficiencia del gobierno que de mayores aportes presupuestales.

Todo eso es lo que habrá que armonizar a partir de la segunda quincena de enero, lo que se da en medio de un alivio general para el gobierno, motivado en una situación económica mejor a la esperada.

No es un hecho menor que 2016 cierre con un crecimiento de 1,2% del PIB aproximadamente, cuando se esperaba algo más flaco. Y también es importante que la proyección para este 2017 indique continuidad de crecimiento, porque se afirma más el dato del tiempo de prosperidad más largo de la historia del Uruguay.

Eso no oculta que el crecimiento sea bajo, y que llevado a per cápita muestre una tendencia de cierta "meseta" para 2015-17.

Las franjas sociales más bajas precisan un crecimiento más fuerte para lograr una mejora que se note. Y ahí radica un problema que no está en la agenda del debate interno del oficialismo, en la que asoma otra vez el plan de aumentar la carga impositiva a los que más tienen o de eliminar exoneraciones a inversiones (lo que el presidente no quiere hacer porque justamente se va de gira a promocionar al Uruguay como buen lugar para invertir, con incentivos fiscales y mantenimiento de las reglas de juego).

El problema es el "desdoblamiento social".

Uruguay se jactó durante décadas de una integración social con movilidad ascendente, en un país en el que los hijos de los pobres soñaban con salir de pobres y progresar. Y en el que sus padres se esforzaban por darle condiciones y oportunidades para la mejora.

Los indicadores sociales mostraron mejora sustancial desde el fin de la crisis hasta 2014 y se han estancado.

Pero el drama del "desdoblamiento" es más que económico, y no se arregla con más crecimiento del ingreso per cápita; se ha desarrollado una cultura del mínimo esfuerzo, de la valoración del ocio por el ocio, de la superposición de ese ocio por encima de las obligaciones laborales, lo que se expresa en llegar tarde o faltar al trabajo sin motivo alguno.

Prima la identificación como un "ñeri" (de "compañeri", de "compañero), sobre el desafío a acceder a un ámbito de superación.

La vergüenza de antes a quedar mal visto por la ignorancia, ha mutado al orgullo de ser inculto, ¿y qué?

Mientras el Uruguay en su conjunto celebra un período de crecimiento continuo que se inició a fines de 2003 y que se extiende a este 2017, se desparrama en la sociedad una cultura extendida del que no se saca el gorrito ni para cenar, ni para entrar a un comercio o a un cine, y que lo que festeja es el ocio y la ignorancia. Trabajar poco, conseguir algo en lo inmediato y no pensar en la semana próxima.

Una subcultura de ese entorno, agrava el panorama con la tentación al narcotráfico, a la prostitución o a delitos comunes. Lo que luego se festeja en redes sociales como un mérito.

El futuro de los hijos de quienes han quedado en la franja de capacidades laborales limitadas, es complicado porque está condicionado económicamente, socialmente y culturalmente.

La continuidad del histórico crecimiento y la temporada turística récord constituyen datos positivos, incuestionables. Pero el desdoblamiento social, con franjas de familias que ya no sólo evolucionan con velocidades distintas si no también en sentido diferente, sigue siendo un desafío enorme que no aparece en la agenda.

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