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Cuando la moda es política: EEUU se expresa sobre Trump

En un Estados Unidos más dividido que nunca tras la llegada de Donald Trump al poder, la moda pasó a ser una fuerte forma de expresarse
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04 de marzo de 2017 a las 05:00
La moda y la política se entrecruzan como nunca en Estados Unidos en artículos con consignas para usar, a un lado y otro del espectro ideológico. La visera roja todavía aparece ocasionalmente sobre la cabeza del presidente electo, a menudo durante esos rallys en los que Donald Trump vuelve a sintonizar con el código de campaña que tanto enfervorizó a sus seguidores más fanáticos y a él mismo, y en el que la consigna se repite una y otra vez, también en remeras: "Make America Great Again".

De poco probable pieza distinguida, el gorro visera pasó a ser el símbolo del movimiento que depositó a Trump en la casa blanca, un eslogan y a estas alturas un mantra, que se convirtió en el caballo de batalla del candidato y del ahora presidente en funciones, quien lo llevó de la contienda electoral, directamente a su cuenta de Twitter.

Al gorro de "Make America Great Again" le tocó la misma suerte que a otras creaciones de la marca Trump: la gente las adoptó como una marca y las hizo suya. Pero esa prenda por sí sola no define la tendencia de lo que está sucediendo en Estados Unidos hoy en día respecto de cómo las personas están utilizando el eslogan político como prenda, como objeto casi que de moda.

En esta categoría hay que considerar también a los pins de "Nasty woman" que recuerdan al agravio de Donald Trump a Hillary Clinton durante un debate (condición que se volvió motivo de orgullo para los seguidores de la demócrata). Y también a los "safety pins" que, tras el Brexit, actores y activistas usaron para manifestarse por una Inglaterra que siguiera unida a Europa.

O a los ya famosos "pussy hats" o sombreros vaginales que muchas mujeres tejieron previo a la marcha femenina de Washington, tras la llegada de Trump al poder. Por allí debería considerarse también a las remeras del movimiento #BlackLivesMatter que surgen por varios lugares con el eslogan que denuncia brutalidad racista en el trato policial hacia algunos ciudadanos, en distintas partes del país.

Para Margarita Noriega, periodista y exeditora de audiencias en Newsweek, "la pasada carrera electoral demostró cómo la moda será una parte clave de cómo las personas interactúan con las noticias y con sus intereses de aquí en adelante".

Para Noriega, si bien ninguno de estos símbolos ha sacudido fronteras culturales, como un conjunto dicen que este es el modo que las personas hoy en tienen para interpretar o reaccionar a un hecho político: utilizando su poder de compra.

En este sentido, hay que considerar también que Trump es probablemente el primer presidente que llegó al poder convertido en una marca que no solo vende hoteles y condominios sino también ropa e incluso agua mineral, y cuya familia -hay que ver el caso de su hija Ivanka- es una marca en sí misma también.

Noriega explica que habría que tener en cuenta por qué revistas como Teen Vogue han pasado a un mayor nivel de relevancia al criticar al presidente electo con una resonancia mayor a la esperada, dado que se trata de una publicación en principio liviana y vinculada a la moda. Teen Vogue, explica Noriega, parece entender algo que muchos otros medios todavía no logran: la conexión entre lo económico y lo político a un nivel más personal.

"Nuestras audiencias están usando tuits como prendas, les dan una segunda vida", afirma Noriega. Y es cierto: a través de las redes sociales, ciertas consignas (una remera, un gorro, la ropa de un determinado color) se entrecruzan entre lo virtual y lo real, dando nuevos significados, o ámbitos de significado, a un determinado mensaje político.

La idea de que hay una relación entre política y consumo de moda no es en absoluto nueva, lo que sí lo es el modo en el que se comunica a través de ella, aún en tiempos de redes sociales.

Una víspera que es símbolo

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Todavía poca gente sabe cuándo Donald Trump utilizó la frase "Make America Great Again". Fue en 2011, pero tras la derrota del republicano Mitt Romney ante Barack Obama en las elecciones de 2012, se convirtió en uno de sus mantras.

Seis días después, Trump registró la marca. "Miren, le va a gustar a todo el mundo" dijo Trump, con su fama de marketeador infalible, a sus colaboradores. Más cerca en el tiempo, durante los primeros encuentros con votantes durante las internas, Trump recibió diferentes tipos de viseras y se decidió por un modelo que casi no tiene diseño y cuyo eslogan está en fuente TImes NEw Roman.

Gastó 2.8 millones en gorros comprados a una fábrica en California. "La gente que no está implicada en política, que no tiene un background, quería mostrar su apoyo por algo diferente y lo hicieron a su modo, comprando estos gorros", explicó Corey Lewandowski, exencargado de prensa de Trump, a la CNN.

La vestimenta de Hillary y sus ecos

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A lo largo de toda la campaña, la vestimenta de Hillary Clinton durante los eventos resonó como pocas cosas.

Si bien es cierto que la vestimenta de un candidato es siempre uno de los atributos más comentados en cuanto a lo que comunica, la cobertura sobre la vestimenta y los diseñadores implicados en la presencia de la candidata demócrata también fueron una parte importante de la cobertura.

No faltó gente que fuera a votar con trajes similares a los que la candidata utilizó durante su campaña. E incluso tras su derrota y la inauguración presidencial de Trump, una foto de ella utilizando un vestido con flores mientras camina por Nueva York fue señalado por algunas publicaciones como una señal de esperanza.

Los pines: ''nasty women'' y el ''pussy hat''

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El feminismo es claramente uno de los movimientos que más chocará contra la administración de Trump. Se sabe desde la campaña electoral, cuando alguno de sus ataques a Hillary Clinton se convirtieron en consignas por parte de sus seguidoras, que llevaban tales frases hirientes como trofeo.

El caso de "nasty women" (que podría traducirse como "despreciable mujer") es uno de los más fuertes: en internet, los sitios como etsy o ebay están llenos de pines diferentes que portan estas consignas.

El "pussy hat", un sombrero que evoca a los genitales femeninos y que se convirtió en ícono de las marchas de las mujeres en Estados Unidos, ya ha pasado a ser un ícono que la propia moda de alta costura ha utilizado para manifestarse. El fin de semana pasado, en Italia, la pasarela de Missoni fue el escenario de un desfile que concluía con modelos portando el ahora legendario gorro.

#Backlivesmatter: del hashtag a la moda

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Uno de los íconos más fuertes de este período político ha sido el de las remeras del movimiento Black Lives Matter, que no solo se han convertido en una nueva manifestación a través de la cual la moda se expresa sobre algo que pasó a nivel social, sino que también dispara reacciones.

Una chica en una escuela de Arizona, por ejemplo, sufrió el año pasado ataques de sus compañeros e incluso fue forzada por los directores de su instituto a cambiarse la remera.

En temas raciales, también llama la atención cómo el deporte se ha unido a protestar. Las remeras con consignas como "hands up, don´t shoot" (tengo las manos arriba, no dispare) que han sido un canto de batalla de las manifestaciones por ataques policiales a ciudadanos de color, han sido utilizadas por atletas como LeBron James durante calentamientos previos a los partidos.

De hecho, las estrellas de la NBA y algunos entrenadores han sido explícitos en criticar a la política o al racismo.

Lazo azul y remera de Planned parenthood

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Planned Parenthood, la institución que ofrece servicios de salud reproductiva en Estados Unidos, está bajo la amenaza de los recortes de Trump. La venta de remeras para apoyar a esta organización sin fines de lucro es otro de los hechos vinculados a la moda y la política este año.

A esto debería añadirse el lazo que apoya a la Asociación por los Derechos Civiles ACLU, que el pasado domingo en los premios Oscar se le vio a una buena cantidad de estrellas y directores.

Son unos meses inéditos para esta asociación, que al momento del primer veto a inmigrantes de Trump y las manifestaciones en el aeropuerto JFK de Nueva York, recibió US$ 24 millones en donaciones y ahora está desarrollando un proyecto para estimular la vinculación civil de los estadounidenses junto al equipo que trabajó con el excandidato y actual senador demócrata Bernie Sanders.

¿Un nuevo Trump? No tan rápido

La semana en EEUU estuvo marcada por el discurso de Donald Trump ante el congreso. Fue, para la mayoría, una sorpresa. Trump mostró una "pose presidencial", como marcaron varios medios.

Parecería obvio tratándose de un presidente de EEUU, pero no lo es para alguien que construyó su personaje político desde el escándalo, el tuiteo obsesivo y desde no seguir las reglas tradicionales.
Trump se limitó a leer el telepromter, lo cual no tiene mucho mérito.

Su mérito fue no ceder a su impulso de salirse del libreto. En general el discurso siguió siendo tan polémico como desde que asumió, pero sin las salidas de tono, fue mucho más aceptado: según una encuesta de CBS, el 77% lo consideró positivo, un número llamativo teniendo en cuenta que Trump tiene una aprobación por debajo del 50%.

Trump es un adicto a los aplausos, como se demostró en su única improvisación: cuando nombró a Carryn Owens, invitada de honor al discurso y esposa del oficial de marina Ryan Owens, muerto en un operativo en Yemen ordenado por Trump. "Ryan debe estar muy contento en este momento" le dijo a la viuda. "Es que debe haber batido un récord", agregó en referencia al largo aplauso que le destinó el Congreso, de más de un minuto.

"Su comentario sobre Owens demostró que incluso si su lenguaje cambia, su perspectiva permanece igual. Cuando se va de guión, cuando habla desde el corazón, vuelve a lo que sabe: el lenguaje de la popularidad, las calificaciones y los ratings", opinó la periodista Anna North en el New York Times.

Pero si Trump es un adicto a la aprobación, los números de su discurso pueden derivar en una nueva faceta: si ser "normal" es bienvenido por la gente, será un argumento para buscar más normalidad.

En ese sentido, fue llamativo que tras el discurso del martes, Trump no tuiteara hasta la noche del jueves, cuando acusó a los demócratas de una "caza de brujas" al fiscal general Jeff Sessions por el caso Rusia. Fue un poco del viejo Trump, aunque con un tono más moderado.

Otra pelea entre el Trump de siempre y otro que parece pelear por salir, seguramente impulsado por sus asesores y aliados republicanos. ¿De quién será la victoria? De eso puede depender mucha de la suerte de su gobierno.


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