“Tengo 32 años y a los 8 se me despertó la pasión por la magia. Mis padres empezaron a comprarme las cajas con juegos de magia y a partir de ahí no paré. A los 14 o 15 años me di cuenta que para ser mago no solo hay que saber cómo hacer los trucos, sino que también hay que buscar la forma en que la persona pueda vivir una experiencia mágica, que se asombre, que pueda emocionarse con lo que mostrás.
Considero que la magia es un arte y pienso que tiene que trasmitir cosas, sino pasa a un mero aparatito, carta y no es la idea. Hoy en día trabajo exclusivamente para eventos empresariales y para fiestas de adultos. En el extranjero doy conferencias, shows y espectáculos para magos. Es un trabajo muy autodidacta, pero se requiere siempre de la ayuda de otros magos. Se perfecciona y se mejora todo el tiempo.
Es un proceso solitario en cuanto a la asimilación de la enseñanza. Te tenés que encerrar en tu casa, estudiar, leer y practicar. Pero la magia no es magia si no hay otra persona”.
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