Miguel Arregui

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De animales a dioses

En un mundo con poco trabajo, mueren más personas por suicidios que por guerras; y la obesidad mata más que el hambre
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26 de abril de 2017 a las 05:00

Roomba, un robot circular del tamaño de una torta grande, sale de su base, recorre escrupulosamente todas las habitaciones del apartamento, saltea obstáculos, inclusive al gato, mientras aspira el polvo y al fin regresa al rincón donde se guarda y se recarga. Es programable, por lo que suele hacer su tarea cuando no hay nadie en casa. Sustituye con ventajas a la vieja aspiradora –y también reduce la demanda de empleadas domésticas.

Una legión de aparatos con inteligencia artificial está cambiando la vida de manera radical en el hogar, en las calles y en los talleres. Suelen hacer las cosas más rápido y más barato, aunque no siempre mejor. Son tecnologías que se convierten en herramientas de uso masivo, del mismo modo que muchas personas ya no pueden vivir sin el buscador Google, que hace dos décadas no existía, y mucho menos sin Internet.

Los "smartphones" o teléfonos inteligentes, difíciles de imaginar hasta hace poco más de una década, permiten realizar operaciones bancarias de todo tipo, pagar facturas, leer los diarios del mundo o mirar partidos de fútbol en tiempo real.

Uruguay está repleto de empleos obsoletos

Un estudio de la Universidad de Oxford realizado en 2013 sobre 700 profesiones en Estados Unidos concluyó que el 47% estaba en alto riesgo de convertirse en oficios automatizados.

Ya es posible automatizar parcialmente a la mayor parte de los empleos, desde las operaciones bancarias hasta la conducción del transporte público, pasando por los asistentes, las agencias de viaje o la cirugía de alta precisión.

En Uruguay, alrededor de la mitad de los empleos podrían ser sustituidos por máquinas en los próximos 10 o 20 años, según un estudio divulgado el año pasado por la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo, que lo hizo en base a una metodología de la Universidad de Oxford. Los sectores con mayor capacidad de automatización son la agricultura, la industria y el comercio, por no hablar del Estado central o las Intendencias; en tanto la mayor educación de los asalariados reduce la probabilidad de robotización. Los empleos más "sólidos" estarían vinculados a la percepción y manipulación, la habilidad creativa, como solucionar problemas o planear procesos, y la inteligencia social, desde la negociación a la persuasión.

En los últimos tres años la economía uruguaya continuó creciendo a bajo ritmo, pese a una coyuntura regional poco propicia. Pero el desempleo promedio saltó de 6,3% en 2011 a poco más de 8% en el presente. Entonces hubo más crecimiento, aunque leve, y más desempleo. Ocurre que los sectores que empujaron a la economía uruguaya en los últimos años, como las telecomunicaciones y la producción de energía eólica, son intensivos en capital y no tanto en mano de obra de baja calificación.

Si la automatización generalizada no ha ocurrido es por obstáculos políticos y burocráticos, por la baja inversión, la escasez de alternativas laborales razonables para las masas de desempleados del futuro, la misericordia o por la resistencia y temores de las personas. De hecho, Uruguay está lleno de empleos de baja calificación, que cubren deficiencias del sistema, son innecesarios o se han extinguido en otras partes del planeta: guardas de ómnibus, guardias de seguridad, reponedores y cajeros en supermercados, cobradores en peajes, entregadores de números o útiles en oficinas públicas, carteros, porteros, empleados de locales de cobranza, "cuidacoches", despachantes de combustibles.

Aún no hay en el país un servicio de venta y entrega ni remotamente parecido al de Amazon, pero llegará. El e-government (gobierno electrónico), la posibilidad de hacer todos los trámites vía Internet, debería mejorar las cosas y acabar con muchos empleos públicos, aunque, tratándose de Uruguay, eso es harto dudoso.

Los procesos de automatización pueden retrasarse un poco, pero la auténtica solución de fondo depende del sistema de enseñanza y de una formación continua.

A los efectos prácticos, quien no tenga formación técnica, no sea solvente en el manejo de computadoras y no habla inglés, el idioma universal, es casi un analfabeto.

Quiénes sobrevivirán

Vivek Wdhwa, empresario del sector de la tecnología y miembro de la Carnegie Mellon University, en Silicon Valley, California, cree que casi todos los estudios sobre el fenómeno han quedado viejos y no vislumbran su auténtico alcance. "Esos estudios subestiman el impacto de las tecnologías: del 80% al 90% de los empleos pueden ser eliminados en los próximos 10 o 15 años", dijo a un periodista de la agencia France Presse. "La inteligencia artificial progresa mucho más rápidamente de lo esperado". Los asistentes personalizados como Alexa, un dispositivo para el hogar de Amazon, o Google Home, se vuelven más inteligentes cada día. "Microsoft y Google demostraron que la inteligencia artificial podía comprender el lenguaje humano mejor que los propios humanos", resumió Wdhwa, un empresario y estratega del Silicon Valley (el valle del silicio), cuna de buena parte de los proyectos tecnológicos que están cambiando el mundo con más rapidez que cualquier otra revolución anterior.

Las operaciones en la bolsa de Wall Street, el mayor centro financiero del mundo, dependen cada vez más de algoritmos que anticipan tendencias y oportunidades.

Esos programas están diseñados para operar sin intervención humana e implementan estrategias definidas en función de la información que reciben, señala un análisis de AFP repartido en febrero. Recientemente la empresa T3 desarrolló un programa escruta los tuits del presidente Donald Trump, identifica las empresas que menciona, analiza el contenido del mensaje y luego apuesta en bolsa. Y la nueva frontera es la inteligencia estadística. El algoritmo "aprende" y afina sus cálculos en directo utilizando los datos financieros o las redes sociales.

Angela Merkel y un robot de Siemens
Angela Merkel, canciller de Alemania, observa un robot de Siemens.
Angela Merkel, canciller de Alemania, observa un robot de Siemens.

La inteligencia artificial y los robots también han cambiado radicalmente la exploración espacial o el "arte" de la guerra. El último piloto de caza ya ha nacido.

¿Qué empleos sobrevivirán? La inteligencia humana capaz de adaptarse rápidamente a los cambios de escenarios y crear cosas nuevas. Las mentes estratégicas, los líderes, los organizadores, o el artesano ingenioso que arregla un equipo de aire acondicionado o la gotera de la cocina no pueden ser sustituidos fácilmente.

Aunque la automatización efectivamente está acabando con muchos empleos de baja calificación y mala paga, los cambios tecnológicos siempre crearon nuevos puestos de trabajo y oportunidades, sostuvo James Besen, economista e investigador de la Universidad de Boston.

En todo caso, lo que está cambiando es la naturaleza del trabajo: menos tareas repetitivas a cambio de más especialización e inteligencia.

El futuro más promisorio parece ser para los trabajadores del conocimiento y el liderazgo.

El sentido de la vida

El fenómeno de la robotización masiva tiene implicancias que van más allá de los simples desafíos técnicos. Si las personas no tienen empleos y se tornan superfluas, enloquecerán de angustia existencial, aunque sean sostenidas por sus familias o por la seguridad social. La humanidad caería en un precipicio. La forma y el ritmo del cambio serán entonces asuntos decisivos.

También hay amenazas para el sistema democrático y la libertad personal. "Mientras que los algoritmos presionan para sacar a los humanos del mercado de trabajo, la riqueza y el poder podrían concentrarse en las manos de una pequeña élite de propietarios de algoritmos muy poderosos, creando una desigualdad social y política sin precedentes", advierte el historiador Yuval Harari, de la Unversidad Hebrea de Jerusalén, en su libro "Homo Deus: a brief history of tomorrow" (Una breve historia del mañana).

Harari habla de un mundo en el que los hombres evolucionaron de animales a dioses, en el que es mucho más probable morir por suicidio que en una guerra, o es más común la obesidad que el hambre: la comida chatarra mata más gente que los ejércitos, las guerrillas, la policía o el terrorismo. En el libro se plantean preguntas como: cuando tu "smartphone" te conozca mejor de lo que te conoces a ti mismo, ¿seguirás escogiendo tu trabajo, a tu pareja y a tu presidente? O bien: cuando la inteligencia artificial separe a las personas del mercado laboral, ¿encontrarán los millones de desempleados algún tipo de significado en las drogas o los juegos virtuales?

Yuval Harari no cree que la solución sea una "renta básica universal": una especie de salario mínimo por el sólo hecho de existir, como proponen algunos, y que sería la fase más avanzada del capitalismo.

El autor cree que el problema del desempleo masivo es más complejo que disponer de suficientes alimentos o energía, pues "la identidad de las personas gira alrededor de su trabajo".

Bill Gates, fundador de Microsoft, dijo en febrero que apoyaba un "impuesto sobre los robots" que pague la recalificación de los trabajadores desplazados, una idea que otros han manejado en Europa, incluso Benoit Hamon, candidato socialista derrotado en las recientes elecciones presidenciales de Francia. Pero otros gurúes de la tecnología creen que un impuesto así sería contraproducente, en la medida que se enlentecerán los efectos benéficos del cambio. La robotización representa un gran paso adelante en la tarea de eliminar muchos trabajos monótonos o peligrosos, algo positivo para la humanidad.

En la década de 1960 las máquinas empezaron a pintar, cortar, soldar y montar. La economía estadounidense nunca ha producido tantos bienes manufacturados como hoy, pese al discurso del presidente Donald Trump, aunque emplea a 7,3 millones de obreros menos que en 1979.

Las industrias más poderosas del mundo, desde Estados Unidos a Japón, pasando por Alemania o China, son cada vez más robotizadas.

Sin embargo esos países, que ganaron mucha productividad, suelen gozar de pleno empleo. Simplemente las personas pasan a hacer nuevas cosas, generación tras generación.

El Apocalipsis ha sido anunciado demasiadas veces y las cosas no han ido para peor. Obras maestras de la literatura o el cine, como "La Naranja Mecánica", "1984" o "2001: Odisea en el espacio", alertaron hace más de medio siglo sobre un planeta dominado por la violencia, el super-Estado totalitario o las computadoras con voluntad propia. Sin embargo aún la sangre no llega al río.

Las legiones de pobres desesperados, sin nada que perder salvo sus cadenas, que Karl Marx visionó a mediados del siglo XIX como motor de revoluciones inminentes e inevitables, se transformaron en miles de millones de pequeños burgueses celosos de sus espacios de independencia y de sus posesiones, que invierten en bolsa aunque no lo sepan.

Los profetas suelen ver el futuro como una repetición del pasado. Pero el futuro se ha vuelto más imprevisible y novedoso que nunca jamás.

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