"Muchas veces las actitudes pensadas como violentas por los adultos, para los jóvenes son formas de juego y de reconocimiento. La misión del adulto es enseñarle que éstas no son las que en el mundo adulto, del trabajo y en las relaciones de convivencia deben primar", explicó Nilia Viscardi, socióloga experta en centros educativos.
Señaló además que el lenguaje popular, en referencia a los códigos que pueden manejar los adolescentes de distintos sectores sociales, es unos de los principales elementos que llevan a la estigmatización y muchas veces es denostado como violento en vez de ser trabajado. "Los adolescentes de los sectores más acomodados y ricos también usan malas palabras. El problema es que ellos manejan todos los lenguajes, desde el más soez al más culto y otros idiomas", dijo y agregó que no se han encontrado las herramientas para que los adolescentes más vulnerables puedan transitar por los otros lenguajes.
En cuanto a una solución a este problema, la socióloga dijo que más que una estrategia de adaptación a un contexto social, "debemos tener un combate político a la fragmentación cultural", que le impone límites a los niños y adolescentes que tienen el derecho de integrarse a la sociedad por la vía del conocimiento.