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Delmira en el caleidoscopio

La obra de Marianella Morena No daré hijos, daré versos, es una gran puesta que resignifica la figura de la poetisa
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08 de octubre de 2014 a las 17:42

A cien años de su muerte, Delmira Agustini está por todas partes. En libros que postulan teorías sobre su muerte, ocurrida a manos de su exesposo Enrique Reyes, en notas periodísticas, en organizaciones que rescatan su memoria como víctima de violencia de género, en intelectuales que la entienden como un ejemplo de mujer revolucionaria. En el teatro, en la música, en medallas de reconocimiento a la Cultura y hasta en el nuevo nombre de la Sala de Conferencias y Eventos del Teatro Solís. Su rostro todavía no está en un billete, como el de su colega Juana de Ibarbourou, pero su figura se ha hecho tan omnipresente que se ha convertido en un fenómeno.

Frente a este panorama, que intenta hacer justicia a las décadas de abandono sobre una personalidad central de las letras uruguayas, la obra escrita y dirigida por Marianella Morena No daré hijos, daré versos, es no solo un espectáculo notable, en cuanto a su texto, sus actuaciones y su apuesta escénica, sino que sirve como una mirilla desde donde resignificar a la figura clásica desde una dramaturgia actual.

Así como lo hizo anteriormente en obras como Las Julietas, que hacía una relectura de Romeo y Julieta a partir de la identidad nacional, y Antígona oriental, que trabajaba el mito de Sófocles en relación a la dictadura uruguaya, la dramaturga pone cuerpo a la poetisa desde una puesta que rompe con lo canónico y que se corporiza en el actor como un rol a ser habitado, experimentado, vivido.

Delmira en versión comedia

“Delmira Agustini/ Esa tirada soy yo./ Esa que veo y que ustedes ven/ esa que vio la prensa, la cana/ esa que vieron mis padres /esa que vio la historia./ Esa misma soy yo./ La muerta./ Delmira, la asesinada”. Con estas palabras entonadas por Lucía Trentini comienza la obra, que se presentó el martes y miércoles en la sala Zavala Muniz, y lo hará también hoy, tras lo cual habrá que esperar hasta el martes 11, miércoles 12 y jueves 13 de noviembre y el lunes 8, martes 9 y miércoles 10 de diciembre para verla.

No daré hijos, daré versos se estructura en torno a seis personajes y tres escenas. En la primera, que comienza con los seis actores tirados sobre una cama con sus cuerpos atravesados cual enredaderas, muestra tres parejas que en realidad son una sola: la de Delmira y el que era entonces su marido, al que abandonó después de un mes y medio de matrimonio y le pidió el divorcio, quien luego se transformó en su amante y asesino.

Estos dos personajes se presentan a través de un muy logrado caleidoscopio actoral, en el que los intérpretes continúan los parlamentos de los otros, y las Delmiras (una más lacrimógena, otra más visceral, otra más inocente) y los Reyes interactúan entre sí. Todos ellos reflejan un mosaico de esa relación, que en la obra se ve motorizada por una Delmira ardiente que no se ve satisfecha sexualmente por su marido.

El segundo acto presenta a la familia de la poetisa, mientras Reyes pasa a ser interpretado por Carlos Rompani y Delmira por Trentini. La excantante de La Tabaré deslumbra en todos los roles de esta obra, si bien es acompañada por un gran elenco (integrado además por Sebastián Serantes, Laura Báez, Agustín Urrutia y Mané Pérez), que intercala muy buenos momentos de canto.

A diferencia del enfoque más tradicional focalizado en la Delmira trágica, el abordaje de Morena, en cambio, tiene drama pero está anclado en la comedia e incluso en el absurdo, y en ese sentido el segundo acto es muy efectivo, con una escena desopilante de Delmira encendida persiguiendo a Reyes mientras se saca la bombacha. Este acto, además, es el que más juega con el rol del teatro y del actor en el proceso de creación. “Por una vez en la vida aportá algo que no sea exceso de realismo”, le dice en un momento Delmira a Reyes, en una frase con evidente guiño al mundo teatral.

El tercer acto se enmarca en el contexto de una supuesta subasta realizada en 2010, en la que se rematan (vale aclarar que Reyes era rematador) objetos de Delmira, frente al caso omiso de la población obnubilada por el Mundial de fútbol. Una pareja, dos policías y un par de investigadoras feministas se hacen con algunos de los objetos y le cuentan su experiencia al público.

Hacia el final, las investigadoras dicen que Delmira “no puede estar encapsulada en un sitio burocrático. No es poesía, es anti poesía”, y el cierre encuadra perfecto con la obra de Morena, que ha hecho de su teatro un espacio de diálogo y de generación de un arte actual y de calidad.

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