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Dilma Rousseff y un gobierno que hace agua

La mandataria debe afrontar el desencanto popular, los deseos de impeachment de la oposición, la corrupción y una economía agrietada
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25 de julio de 2015 a las 05:00
Brasil se encuentra en una profunda desdicha y la presidenta Dilma Rousseff vive su propia tragedia política. El gigante sudamericano no levanta cabeza: la corrupción se amplifica, la economía no da señales de mejoramiento, la popularidad de la mandataria está por los suelos y cada vez más piden su destitución. La indignación popular –especialmente generada por el escándalo de Petrobras– es el reflejo de un país que ha dejado de creer luego del espectacular boom económico que vivió en 2010, cuando todo eran aplausos y se lo consideraba como sólida potencia política y financiera.

Rousseff lleva seis meses de su segundo mandato, pero el gobierno tiene una aprobación semejante al fin de su administración luego de una pobre gestión: un 7,7%, de acuerdo a la encuesta realizada esta semana por la firma MDA bajo encargo de la Confederación Nacional del Transporte (CNT). La figura de Rousseff tiene el 15,5% del apoyo. Además, el 70,9% de los consultados consideró que el gobierno actual es "malo o pésimo".

El esquema de corrupción de Petrobras, en el que están implicados directivos de grandes empresas y legisladores y que ha dejado pérdidas por más de US$ 2.000 millones, según la propia firma, sumado a una economía en recesión –analistas prevén una caída del PIB de 1,7% para este año–, han golpeado de lleno en la imagen de la presidenta y de su gobierno. Incluso, desde la oposición se reclama llevarla a un juicio político para discutir la destitución.

Para completar el cuadro crítico, existe un divorcio entre el gobierno y el Parlamento, donde el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), un aliado del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), rompió con la administración de Dilma Rousseff por los casos de corrupción. El presidente de la Cámara de Diputados y perteneciente al PMDB, Eduardo Cunha, ordenó incluso la creación de comisiones investigadoras. Una de ellas indagará además en el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el mayor de fomento en América Latina, por supuestas irregularidades.

David Fleischer, profesor de política en la Universidad de Brasilia, dijo a El Observador que en Brasil existe una crisis política, entre la presidenta y el congreso y con el PMDB, y añadió que la mandataria "está muy sola" y que es "posible" que "no termine su mandato en 2018". El caso Petrobras no derrumbaría por "sí solo" un gobierno, "pero las investigaciones de (la operación) Lava Jato (que indaga un esquema de lavado de dinero sospechoso de mover más de 10.000 millones de reales) sí pueden provocarlo", indicó el analista.

A través de la operación Lava Jato se llegó al escándalo de Petrobras en el que exejecutivos, empresarios y político habrían amañado licitaciones millonarias mediante sobornos, que fueron a parar a las billeteras personales y a financiar partidos políticos como el PMBD de Cunha y el PT de Rousseff.

La Lava Jato motivó la apertura de investigaciones sobre 13 senadores, 22 diputados y dos gobernadores en funciones. Entre los legisladores investigadores se encuentra el propio Cunha. El titular de la cámara baja niega cualquier vinculación con los casos de corrupción, pero un lobista de varias constructoras involucradas en esta millonaria red de desvíos dijo que Cunha pidió un soborno de US$ 5 millones de un contrato de alquiler de barcos sonda para la petrolera estatal.

Por esto y más, se ha entablado una guerra entre Rousseff y Cunha de grandes dimensiones que se suma al tembladeral en el que vive Brasil y que podría acarrear una crisis institucional. "Ninguna expresión podría resumir con tanta propiedad la guerra entre Rousseff y el presidente de la Cámara (de Diputados), Eduardo Cunha: es un típico, claro, evidente y peligroso abrazo de ahogados. El mar no está para peces, ni para Dilma ni para Cunha, y el resultado no es una crisis entre personas sino una crisis institucional", aseveró en su columna del Estado do Sao Paulo la analista Eliane Cantanhede.

La experta agregó que Rousseff está con el agua al cuello debido a la baja popularidad y el rechazo a su gobierno, a una economía que desbarranca, a la pérdida de 345 mil vacantes en el primer semestre, a la falta de liderazgo político y a "crasos" errores de administración. Respecto a Cunha dijo que, pese a que sabe nadar en aguas profundas y turbias, no logra aventar el peso de las investigaciones del Minisetrio Público, de la Justicia, de la Policía Federal y del lobista, Julio Camargo, que lo tiene contra las cuerdas.

Juicio político

Rousseff intenta enfrentar la situación "generando una agenda positiva, pero es muy difícil", afirmó Fleischer de la Universidad de Brasilia. Además, y más allá de que la "situación internacional empeoró mucho", la presidenta "hizo muchas cosas mal entre 2011 y 2014". El analista cree que es probable que las grandes manifestaciones –ya hay una prevista para el 16 de agosto– vuelvan a las calles de las principales ciudades del país. "Es posible en la medida que la situación de pueblo brasileño empeore, es decir, la inflación, el desempleo, los empleos perdidos, los salarios a la baja, etc".

Ante este panorama, la mandataria prefiere mantenerse firme. "Yo no voy a caer", afirmó Rousseff durante una entrevista con el diario Folha de Sao Paulo a principios de julio, en relación a rumores de renuncia o de una destitución parlamentaria. Esta semana, Cunha anunció la reapertura de 11 pedidos de impeachment contra la presidenta.

"No hay bases para que yo caiga. Y que lo intenten. Si hay algo de lo que no tengo miedo es de eso. Ese es el punto de vista de una oposición un tanto golpista. Para sacar a un presidente de la república tienen que explicar por qué", añadió Rousseff durante aquella entrevista con el diario paulista.

La presidenta fue reelegida en octubre en segunda vuelta con muy escasa ventaja sobre el opositor Aécio Neves, cuyo Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) también ha planteado la posibilidad de que Rousseff salga del poder antes de terminar su mandato de cuatro años pero sin especificar cómo.

La encuesta de la firma MDA reportó que el 69,2% de los consultados responsabiliza a Rousseff por el "Petrolao" (aunque no esté siendo investigada por la Justicia, pero sí involucra a estrechos asesores) y que el 62,8% dijo encontrarse a favor de una destitución de la mandataria. "63% aprueba el impeachment de Dilma Rousseff. Ya hay base jurídica, hay apoyo popular (...) No vamos a pagar la cuenta del PT", escribió en Facebook el Movimiento Brasil Libre, una agrupación que se reivindica como una "derecha liberal clásica" y que llama a manifestar el 16 de agosto. Esta y otras organizaciones fueron las que organizaron las multitudinarias marchas de marzo y abril contra el gobierno.

Por si le faltaba alguna contrariedad a Rousseff, al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el mentor político de la presidenta, la fiscalía brasileña le abrió un expediente por supuesto tráfico de influencias para beneficiar a la constructora Odebrecht –la mayor firma de construcción e ingeniería de América Latina–, involucrada en el escándalo de Petrobras.

Lula habría realizado movimientos para que esta empresa ganara contratos en países de la región y de África entre 2011 y 2014. Varios de esos millonarios contratos eran financiados por el BNDES y Lula habría interferido para facilitar el acceso a los créditos. Por el momento, el exmandatario no será llamado a declarar.

Sin crecimiento

El contexto que completa a un Brasil en terapia intensiva lo brindan los datos de la economía. El gigante sudamericano lleva más de cuatro años de crecimiento económico bajo o nulo y las proyecciones oficiales y privadas indican que en 2015 se contraerá entre 1,5% y 1,7%. Brasil encadena una larga racha de malos indicadores económicos.

Según datos oficiales publicados el jueves, la tasa de desempleo de Brasil subió por sexto mes seguido en junio –se expandió a un 6,9%– a su nivel más alto en cinco años confirmando los pronósticos de una profunda recesión este año. También esta semana, Brasil redujo drásticamente sus metas de ahorro fiscal para 2015 y 2016, debido a un descenso en los ingresos impositivos, y anunció nuevos recortes de gastos para mostrar su compromiso con la austeridad. Recortó la meta de superávit presupuestario desde el 1,1% del PIB al 0,15% del PIB.

La confianza del consumidor de Brasil continuó deteriorándose en julio con una baja de 2,3% frente al mes anterior, de acuerdo al índice de la Fundación Getulio Vargas, en el menor nivel desde que se creó la serie histórica.

El gobierno, en tanto, trata de brindar optimismo pese a todo. El jueves, el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, dijo que la economía brasileña "dejó de empeorar" tras asegurar que la reducción de la meta fiscal da "seguridad" y "disminuye la incertidumbre". De cualquier modo, el mercado reaccionó de mal humor –con un fuerte retroceso en la bolsa de San Pablo–, mismo mal humor que sienta la población, la oposición y que Dilma Rousseff, en su soledad, deberá abrirse paso para terminar con decoro su segundo mandato.

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