Kusturica y Mujica

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Documental de Kusturica tiene sus primeras imágenes locales

El equipo de producción que trabaja con el cineasta europeo filmó al mandatario en Treinta y Tres, con mucho arroz, maquinaria y barro de por medio
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01 de abril de 2014 a las 19:06

Como buena tradición uruguaya, se cumple a rajatabla desde hace años. Para celebrar el lanzamiento de la cosecha anual de arroz, el presidente en ejercicio corta un lazo ceremonial frente a una arrocera para luego montar una máquina colosal encargada de recolectar lo cultivado y recorrer la plantación por unos minutos. Todo se desarrolla de manera natural y sin sobresaltos, como suele prometer la vida fuera de la capital.

Sin embargo, este año, la ceremonia sería diferente, ya que todo el acto sería visto bajo una mirada completamente ajena a las costumbres de la agricultura uruguaya. Una mirada premiada internacionalmente con dos Palmas de Oro de Cannes. Una mirada polémica, ruidosa y balcánica, de nombre Emir Kusturica. O al menos eso es lo que se creía en un principio.

Tras meses después del anuncio de que integrantes del Ministerio de Transporte logró convencer al director de origen yugoslavo que filmara su próximo documental sobre la figura de José Mujica, el lunes se supo que Kusturica había arribado a Montevideo por una semana. Con el objetivo de conocer al protagonista de su más reciente película, el cineasta cruzó desde su habitación en el Hotel Radisson Victoria Plaza hasta la Torre Ejecutiva para conversar cara a cara con el presidente. Aunque la reunión fue breve, el encuentro solo logró aumentar el aparente fanatismo de Kusturica por Mujica. “Es el último héroe de la política”, dijo el artista, al mismo tiempo que auguró que “harían una buena película”.

Sin líder

Con director y estrella ya presentados mutuamente, el documental se puso oficialmente en marcha en Uruguay. La primera actividad en el día de ayer en la agenda del presidente fue asistir al lanzamiento de la cosecha de arroz de 2014. Este año se decidió que el evento se realizaría en el establecimiento del productor Fernando Giménez, en la ruta 91, entre las localidades de Vergara y La Charqueada, en pleno departamento de Treinta y Tres. Para Kusturica, uno puede imaginar que este paraje resulta lo más alejado de los Balcanes posible.

A casi cinco horas de viaje desde Montevideo, el establecimiento arrocero vio los primeros rayos del sol del día al recibir decenas de personas que dijeron presente en la ceremonia. Productores rurales, autoridades del gobierno, familias de la zona y escolares de varias escuelas públicas de la zona fueron llenando el embarrado terreno poco a poco a lo largo de la mañana. La lluvia de los días anteriores se encargó que las pisadas de los asistentes se hicieran un poco más lentas un paso a la vez.

Con un público expectante y en aumento a lo largo de la mañana, solo faltaba el arribo de dos estrellas: Mujica y Kusturica. Cuando el presidente, quien llegaría en helicóptero, se encontraba demorado un par de horas, un grupo de camarógrafos, sonidistas y productores bajaron de una camioneta de vidrios polarizados, con aparentes ansías de grabar. Aunque pocos parecieron percatarse de su presencia, fácilmente se los podía diferenciar, ya que ninguno parecía preparado para el terreno que los esperaba. Con un equipamiento visiblemente más grandilocuente de lo normal y championes de marca deportiva no aptos para el terreno, el equipo de filmación de Kusturica arribó a la escena para registrar al presidente uruguayo en el corazón profundo de su país. Tres cámaras, un sonidista y varios técnicos, formaban parte del equipo al que parecía faltarle sólo su líder: el director. Al preguntar por la aparente ausencia del cineasta, las respuestas variaban. “No lo sabemos, creemos que viene”; “Estamos en las primeras imágenes, es muy pronto para que venga”; “Mejor no esperarlo, hay que aprovechar todas las imágenes que se puedan”.

Rápidamente y sin esperar directivas, el equipo de filmación, integrado por trabajadores de la productora audiovisual argentina K & S, se desplegó en la escena campestre. Un pequeño escenario de madera, unas decenas de sillas y las máquinas colosales que aguardaban a sus conductores en los arrozales, conformaban una escenografía diferente. Una productora, encargada de dar las órdenes, dividió al equipo y cada uno se puso en un lugar estratégico para esperar al otro protagonista del largometraje.

Casi dos horas después de la hora pautada, Mujica arribó al establecimiento. La catarata de saludos fraternales, caras sorprendidas de los niños y el dispositivo de seguridad funcionando como barrera humana, no parecía permitir un encuadre que valiera la pena. Al menos cinematográficamente. El momento ideal, de acuerdo a una de las productoras de Kusturica, sería en el discurso, pautado para el cierre del acto. Con un improvisado escenario, el presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz Ernesto Stirling y el ministro interino de Ganadería, Enzo Benech, hicieron uso de la plataforma para expresar su preocupación por la actualidad del sector arrocero (ver página 16 del diario). Cuando Mujica tomó el micrófono, el mandatario hizo de las suyas. Fiel a su estilo, se paró a unos metros de donde estaba sentado y le dio la espalda al escenario para hablarle al público, a la misma altura que todos. El movimiento imprevisto provocó que todos los medios, y principalmente el equipo de documentalistas de Kusturica, arremetiera entre la gente para lograr capturar al presidente.

La toma del dinero

Tras un escueto pero magnético discurso, la “toma del dinero” (en inglés, the money shot, en referencia a la mejor) del protagonista del documental llegaría cuando el presidente se subió a la máquina dispuesta sobre el cultivo. Una vez más el mar de gente y periodistas invadió el espacio del presidente, todo en busca de la foto y la toma, como para que cada uno pudiera contar su historia del momento. Sin apuro alguno, Mujica cortó la cinta frente al cultivo, se subió al gigante industrial encargado de cosechar el arroz y logró que la tradición siguiera un año más. Al bajarse de la máquina, dedicó unos minutos a saludar al público desde lo más alto y no hubo cámara que no lo capturara. La “toma del dinero” se había logrado.

Más tarde, la celebración prosiguió a nivel gastronómico a unos kilómetros de distancia de donde se realizó el acto. Ya fuera de protocolo, el mandatario se mostró más distendido, se lo vio conversando con los trabajadores de la zona y hasta dedicó unos minutos a hablar con la prensa antes de su regreso en helicóptero. Sin perderlo de vista ni un solo segundo, los documentalistas de Kusturica lograron tener otro acercamiento a “El presidente de la gente”, ese posible título que se manejó en un comienzo para el largometraje. De Kusturica no se supo nada en Treinta y Tres y al menos que estuviera disfrazado y pasando desapercibido entre los asistentes –como un auténtico autor del cine documental– es probable que haya decidido saltearse la visita. De todas formas, no faltará ocasión ya que desde la producción se afirmó que el director visitará varias veces Uruguay a lo largo del año.

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