Desde la primera infancia, a muchos niños se les enseña el valor de compartir con sus compañeros. Pero la
ciencia ha realizado un nuevo estudio en el que demuestra que mucho de la generosidad no es educación sino que es parte de un mecanismo que se activa en el
cerebro de manera innata. Este mecanismo es una parte del sistema nervioso central que impulsa o reprime a ser bueno con los demás.
"Los comportamientos prosociales son comportamientos sociales que benefician a otras personas. Esto es un aspecto clave de las interacciones humanas, esencial para la cohesión social y vinculación afectiva, pero se sabe poco sobre cómo y por qué las personas hacen cosas para ayudar a los demás", señala el artículo de El Mundo. La ciencia aún no ha podido descifrar con precisión este misterio.
Por su parte, la encargada de liderar la investigación oficial explicó que "aunque las personas tienen tendencia a manifestar un comportamiento prosocial, existen diferencias sustanciales entre un individuo y otro".
La investigación explica que para llegar a esta conclusión los
científicos midieron la actividad cerebral de una muestra mediante resonancias magnéticas que mostraron cómo el cerebro reacciona distinto a los estímulos que lo impulsan a "ser generoso", y que estas reacciones también dependen de si hay de por medio una recompensa real para la persona.