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Duelo eterno

Años después de haber perdido a un hijo o hermano, familiares de víctimas de delitos siguen buscando la manera de vivir con el dolor; ¿qué pasó luego de aquel día en la vida de cinco de ellos?
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05 de diciembre de 2016 a las 05:00
Hace más de tres años que la casa de Damián está intacta. Todo quedó ahí, como suspendido en el tiempo. El 15 de octubre de 2013 llegó por la noche, se cambió el pantalón y la campera, los dejó arriba de su cama y salió. A las pocas horas, la peor noticia llegó a oídos de Silvia, su madre. A Damián, un joven de 21 años que trabajaba en una pizzería, lo habían baleado en una plaza de Flor de Maroñas, el barrio donde su familia sigue viviendo.

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Damián murió ese día. Un año y medio después, su madre tomó valor y sacó el pantalón y la campera de arriba de la cama, puso a lavar las sábanas y cerró la puerta de esa casa, para no volver a abrirla.
Mientras lo cuenta, se seca las lágrimas de los ojos. Hasta hace poco, le era imposible hablar de la muerte de su hijo porque más que la voz, se le quebraba el alma.

Durante diez días, el rostro de Silvia quedó congelado en una muestra fotográfica junto al de seis familiares de víctimas de la delincuencia más, todos integrantes de la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia (Asfavide). El fotógrafo Carlos Costa le ofreció a la asociación realizar la exposición "¡Basta!" como parte de un concurso de intervenciones urbanas organizado por la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM). Si bien todas las caras reflejan el dolor de la pérdida de un hijo o hermano, el objetivo iba más allá de eso. "Es un llamado a la sociedad para decir que no queremos tener más esto", explicó a El Observador Graciela Barrera, presidenta de Asfavide y otra de las retratadas.

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Para Graciela "hubo un antes y un después" del 14 de enero de 2009, día que elegiría borrar del calendario sin dudarlo. Alejandro, su hijo de 30 años, era repartidor de pollos y fue asesinado mientras trabajaba. A casi ocho años, el asesino sigue sin aparecer. "¿Cómo salimos adelante? No sé", dice. Un día después, en la puerta de la avícola de la familia un cartel dejaba claro que "salir adelante" no iba a ser sencillo: "Decía que nos habían matado a Alejandro y nos habían destruido", cuenta la madre del joven.

Pasaban los días y Graciela se dio cuenta que era "seguir" o "hundirse". Una tarde, cuando estaba a punto de ir por la segunda opción, prendió el televisor y comenzó a ver un programa con testimonios de familiares de algunas de las víctimas del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido el 18 de julio de 1994. Esos testimonios fueron el punto de inspiración de Graciela para que el 28 de agosto de 2012 naciera Asfavide. "Ahí empezamos a caminar y nos unimos con otras dos familias. Creo que esto es lo que hoy por hoy hace que yo pueda salir adelante", afirma.

En su lucha diaria por salir a flote, Graciela encontró dos caminos: Asfavide y la cárcel de Punta de Rieles. De forma regular visita ese centro y da charlas a presos, siempre mirándolos a los ojos.
Como presidenta de la asociación, una de las funciones de Graciela es buscar a personas que estén pasando por aquello que nadie quiere pasar, para que la conozcan y puedan recurrir a Asfavide cuando lo crean necesario. Fue así que, a los pocos días de la muerte de Damián, golpeó la puerta en lo de Silvia.

Luego de un tiempo, decidió unirse y actualmente considera que Asfavide es uno de los responsables de que pueda, de a poco, vivir con el recuerdo de Damián. Graciela está sentada a su lado en la sede de Asfavide y le toma la mano con cariño. "Recién ahora Silvia está pudiendo hablar, pero dentro de todo está empezando a transitar ese caminito. Hay que entender que uno tiene un proceso y no es de un día para el otro. Son lentos y llevamos cada uno de forma diferente. Lo que nosotros podemos hacer es brindar herramientas para que uno saque fuerzas desde adentro", explica la presidenta de Asfavide.

"La vida te endurece"

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La peluquería del esposo de Cristina siguió funcionando igual que antes 22 de julio de 2010. Maximiliano tenía 27 años y trabajaba allí con su padre. Además de ser peluquero era repartidor y fue asesinado mientras trabajaba.

Su madre, Cristina, cuenta que lo mataron un jueves, el entierro fue el sábado y el lunes volvió a trabajar. Lo mismo hizo su esposo, que ahora atiende solo en la peluquería. "Seguí la vida. ¿Qué iba a hacer?. Tenía que seguir con todo ese dolor. Tuve que sacar adelante una nuera y un nieto. Uno aprende a vivir de otra manera. La vida te endurece. A veces me siento más allá del bien y del mal", dice con la voz entrecortada.

Una de las maneras de Cristina para poder "seguir" fue concentrarse en ayudar a la pareja de su hijo. Con su esposo le consiguieron un mejor trabajo y actualmente pudo volver a formar una familia. Cuando Cristina se enteró de que su nuera estaba nuevamente en pareja, no hizo otra cosa que alegrarse.

Gaby, otra de las participantes de la muestra, también se concentró en ayudar a otras personas para intentar superar el asesinato de Álvaro, su hijo de 20 años al que mataron el 22 de enero de 2013.
Gaby trabaja en una escuela y en la sonrisa de cada niño que corre por el patio ve la de su hijo.
Además, todos los sábado, va a un asentamiento de Malvín Norte a trabajar con niños de la zona. A pesar de que iba antes de que su hijo fuera asesinado en una rapiña, cuando Álvaro murió quiso darle otro sentido a sus visitas de cada sábado. "Quiero cambiarle la cabeza a esos niños", dice. Como el de Graciala, el crimen de su hijo también estaba impune. De las siete familias que participaron de la muestra fotográfica, solo dos casos se habían resuelto.

Uno de esos era el de Gustavo, asesinado en una rapiña hace seis años. Era taxista y su padre, Daniel, debió lidiar desde ese momento con versiones sobre los motivos de la muerte de su hijo, que siguen apareciendo hasta el día de hoy. De hecho, una de las formas que Daniel encontró para poder seguir viviendo después de que mataran a Gustavo fue aclarar una, dos, tres o las veces que fuera necesario que fue asesinado en medio de una rapiña.

De los cinco familiares que dieron su testimonio, a Daniel es al que se le nota más el enojo por aquel 7 de noviembre de 2010. Cada uno continúa haciendo su duelo, de diferentes maneras, pero todos comparten el dolor de no poder volver el tiempo atrás.

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