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Educación, la reforma imposible

Desde 1985, seis gobiernos han pasado –transcurre el séptimo– y casi ninguno se ha atrevido a cambiar de raíz un sistema educativo que se desangra
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29 de octubre de 2016 a las 05:00

La educación es una posta caliente que prácticamente ningún presidente desde la restauración democrática se animó a agarrar. Desde 1985 los ánimos de reformar la educación han sobrevolado –con mayor o menor énfasis– todos los gobiernos. Sin embargo, seis administraciones han pasado ya –transcurre la séptima– y el sistema educativo lejos de mejorar ha decaído considerablemente su calidad. Presidente que asume, presidente que promete cambios. Sin embargo, a la hora de poner las transformaciones en marcha, fueron muy pocos los que se atrevieron a ganarle la pulseada a la inercia (y al sistema).

Algunos expertos señalan que el principal obstáculo para ello no es el dinero, la falta de diagnóstico, ni los sindicatos, sino la falta de voluntad política para ponerse la transformación al hombro y asumir los grandes costos que una decisión de este tipo puede traer consigo, pero que el país necesita urgentemente.

"Yo creo que (en los gobiernos) faltaron decisiones políticas de alto rango para tomar las ideas, llevarlas a cabo y mejorarlas", dijo a El Observador la doctora en Ciencias de la Educación y directora del departamento de Formación Humanística de la Universidad Católica, Adriana Aristimuño. Algo similar opinó Renato Opertti, magíster en Educación y coordinador del Programa de Construcción de Capacidades Curriculares de Unesco, quien en diálogo con El Observador manifestó que "las reformas políticas se bloquearon porque no hubo conducción política ni equipos profesionales para llevarlas a cabo" y no por la oposición de los sindicatos.

Esta postura no fue compartida por el maestro Luis Garibaldi, consejero del Consejo de Formación en Educación de ANEP. "Yo no creo que sea solo un tema de voluntad política, sino de acuerdos políticos y sociales que comprometan al cuerpo docente, en particular, para los cambios", expresó a El Observador. "No hemos logrado hacer acuerdos con ellos y sin los docentes no hay cambio", afirmó.

El diagnóstico

A la salida de la democracia, el país intentó salir a flote con un gran acuerdo nacional denominado Concertación Nacional Programática (Conapro), que entre otras cosas se propuso refundar el sistema educativo, que después de la dictadura había quedado afectado. Con Julio María Sanguinetti como presidente, se aprobó la ley de Educación de emergencia, que restituyó las libertades, los concursos y las autonomías de la ANEP y de la Universidad de la República (Udelar).

Los inicios de la década de 1990 encontraron a Luis Alberto Lacalle al mando del país con la voluntad de generar una "revolución educativa" basada en el diagnóstico certero. Para eso el Codicen, bajo el mando de Juan Gabito, realizó en cooperación con la Cepal una serie de investigaciones que dieron al país información sobre los problemas y desafíos en educación. "En los años de 1990 quedaron claros los problemas. Después se han ido adaptando y actualizando hasta el día de hoy, pero la matriz de diagnóstico surge de ahí", comentó Opertti.

A grandes líneas esos estudios pusieron en evidencia la inequidad social a la hora de acceder a la oferta educativa, la baja calidad de los aprendizajes en primaria y secundaria y la estrecha relación entre los resultados y el origen social del estudiante. Además, mostraron las dificultades en la gestión y la pobre formación docente. Problemas que se prolongan y profundizan todos hasta el día de hoy

¿Cómo es posible que en un lapso de más de dos décadas un sistema educativo mantenga y profundice los mismos problemas? "Yo creo que no hemos encontrado la respuesta porque hemos hecho cambios por partes, sin hacer cambios globales en el sistema educativo", sostuvo Opertti.

La reforma

El gobierno de Lacalle pasó y lo sucedió en el poder Sanguinetti, quien desde el inicio asumió el compromiso de reformar la educación. Para ello colocó al frente del Codicen a Germán Rama, un profesional reconocido nacional e internacionalmente, a quien le dio su apoyo para llevar adelante los cambios que considerara necesarios.

Aristimuño y Opertti, que formaron parte de la camada de técnicos que Rama reclutó para llevar a cabo la reforma, coinciden en que la segunda presidencia de Sanguinetti fue el único período desde entonces que intentó un cambio sistémico de la educación, con el cual además el mandatario se comprometió y al que prestó su apoyo. "Rama tuvo dos condiciones fundamentales para poder hacer las cosas: un fuerte apoyo del presidente y una agenda clara de lo que había que hacer", afirmó Opertti.

Lo que intentó Rama se sabe: descentralizó la formación docente creando los Centros Regionales de Profesores (CERP), extendió y perfeccionó la red de escuelas de tiempo completo, creó los bachilleratos tecnológicos e intento reemplazar la alta carga asignaturista de educación media por la enseñanza por áreas, entre otras cosas. Todas, propuestas que encontraron la férrea oposición de los sindicatos y de gran parte de la izquierda.

Sin embargo, para Aristimuño y Opertti esta no fue la razón por la que no prosperó la reforma. Ambos coinciden en que la transformación se perdió porque el gobierno siguiente, aunque fue del mismo color político, la discontinuó. "Faltó liderazgo para tomar las ideas y profundizarlas", señaló Aristimuño. En cambio, para Garibaldi lo que faltó fue la consulta a los docentes y la ausencia de "acuerdos que fueran más allá de lo político".

La última década

En su ensayo Educación: una historia de luces y sombras, publicado en el libro 20 años de democracia de Gerardo Caetano, Opertti señala que la administración de Javier Bonilla al frente del Codicen, durante el gobierno de Jorge Batlle, se caracterizó por la ausencia de "un marco unitario y coherente de política educativa" que diera a la reforma una perspectiva de ajuste y consolidación".

Y en 2005 la izquierda llegó al poder por primera vez. Ese mismo año, Tabaré Vázquez abrió un proceso de debate educativo, con el objetivo de cambiar la ley de emergencia de 1985. En este marco convocó al primer Congreso Nacional de Educación, que fue el germen de la ley General de Educación de 2008. Entre otras cosas, la norma otorgó a los colectivos docentes participación en los órganos de conducción de la ANEP, creó el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) y dispuso la creación de un Instituto Universitario de Educación, que sigue en el debe.

"Educación, educación, educación", así inició José Mujica su mandato en 2010. Muchos se ilusionaron, pero las intenciones volvieron a quedar en palabras. Convencido de la importancia de la educación técnica, el mandatario quiso dar autonomía a la UTU, pero el proyecto fue trancado por su propia fuerza política. Por lo que finalmente se terminó creando la Universidad Tecnológica (UTEC).

Los resultados educativos ya decaídos encendieron una alarma, cuando en 2013 se conocieron los resultados de los estudiantes uruguayos en la prueba internacional PISA de 2012, y los políticos comenzaron a tomar conciencia de la urgente necesidad de reformar la educación.

El tema tiñó la campaña electoral, donde el candidato finalmente electo, Tabaré Vázquez prometió "un cambio de ADN" en el sistema educativo. Para eso se apoyó en Fernando Filgueira, ideólogo de la mentada transformación y un experto reconocido a nivel mundial. Sin embargo, a la hora de repartir los cargos, lo colocó en el segundo lugar del Ministerio de Educación, donde su acción se vio limitada. Las disputas con la ANEP por el modo de llevar a cabo los cambios se terminaron cobrando su renuncia y el Poder Ejecutivo respaldó a Wilson Netto, presidente del Codicen, que era cuestionado por Filgueira y su entorno por la falta de impulso para aplicar los cambios necesarios.

En los últimos días, Vázquez ha expresado que "el cambio de ADN" ya ha comenzado. Todavía está por verse. Mientras tanto, el país del futuro sigue esperando.


Una bomba de tiempo

Aristimuño advirtió que los problemas educativos "son una bomba de tiempo", dado que están generando un gran fractura social. Recordó que la brecha existente en los egresos de educación media entre el quintil 5 (20% más pudiente) y el quintil 1 (20% más pobre) trepa hasta los 15 puntos porcentuales aproximadamente. "Es una brecha de espanto. Esto te mata porque es la sinopsis de la película del futuro", afirmó. Advirtió que esto no solo traerá problemas para tener mano de obra calificada, sino también para combatir el delito y prolongar el sistema previsional. "Esta gente es dable pensar que va a tener empleos precarios e informales. Eso no sostiene el sistema, más aun con la población envejecida que tenemos y tan pocos jóvenes", señaló.


Logros y debes de tres décadas

Para Garibaldi la realidad educativa actual es muy distinta a lo que era cuando se salió de la dictadura. Entre los logros mencionó el crecimiento de la cobertura en educación primaria, media y terciaria universitaria. En este sentido, manifestó que el sistema todavía está lejos de alcanzar la universalización de la educación media, lo que se ha transformado en "una deuda importante". No obstante, destacó otros logros como el incremento del presupuesto destinado a la educación y el establecimiento de mecanismos de participación de todos los actores. En lo que tiene que ver con la educación terciaria, mencionó el desarrollo de la investigación y los posgrados, la extensión de la oferta universitaria al interior y la creación de la segunda universidad pública (UTEC). También, destacó el desarrollo de la educación terciaria privada. A modo de resumen, señaló que durante estos años "se avanzó mucho en lo cuantitativo, aunque lo cualitativo ha costado". Aristimuño coincidió pero fue más allá: "Teníamos un sistema de muy buena calidad, aunque no incluía a todos. Hoy no tenemos ni calidad ni equidad. Eso como resultado social es muy grave", declaró. Por su parte, Opertti señaló un debe del sistema político: "Transformar la educación de una visión de política partidaria a una visión de política pública".

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