Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

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El auge de la demagogia

El show mediático, tanto entre demócratas como entre republicanos, está en la cúspide
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31 de enero de 2016 a las 00:00

Se abre el torneo electoral en Estados Unidos hacia las convenciones partidarias del mes de julio y las elecciones del primer martes de noviembre. El 1° de febrero tendrán lugar el caucus (o asamblea partidaria) de Iowa y una semana más tarde las primarias de New Hampshire.

El show mediático, tanto entre demócratas como entre republicanos, está en la cúspide y se habla de todo menos de propuestas y de políticas a implementar en caso de que el candidato llegue a ocupar la Casa Blanca. Lo inimaginable hace unos meses puede ocurrir: que en vez de una lucha entre candidatos centristas (Hillary Clinton vs Jeb Bush) haya una contienda entre el senador por Vermont, Bernie Sanders (de la izquierda del Partido Demócrata, y que se autocalifica de “socialista”, algo muy poco común en Estados Unidos), y el magnate Donald Trump (capaz de decir cuanto disparate sea posible, de agraviar a contrincantes, políticos, periodistas, economistas por razones de intelecto, sexo, raza o lo que sea sin que se le mueva un pelo de su peluca).

La competencia intrapartidaria no es en torno de propuestas concretas sino de eslóganes baratos para hacer gritar a las masas como en un estadio de fútbol americano. En eso, Trump tiene una enorme capacidad de generar olas de aplausos fáciles: propone levantar un muro en la frontera con México para impedir la inmigración de ilegales; propone prohibir el ingreso de musulmanes para evitar ataques terroristas en suelo americano; propone que Apple produzca en Estados Unidos todos sus productos en vez de importarlos de China; propone cosas tan vagas como “hacer a Estados Unidos grande otra vez”; propone unirse con Putin y critica sin compasión tanto a Obama como a Bush y a Clinton; y, por si fuera poco, se opone a los acuerdos de libre comercio, algo que comparte con muchos sectores de la izquierda latinoamericana.

Sanders, ubicado a la izquierda del Partido Demócrata, también adopta políticas proteccionistas, pretende regular más aun los mercados, propone desmantelar los bancos de Wall Street, que hace poco fueron obligados por el gobierno a fusionarse para salvar otros bancos. Coincide con Trump en aumentar los impuestos a los más ricos (aunque ello afectaría a Trump pero no a Sanders).

Lo notable es que ambos candidatos, que van por los extremos de sus respectivos partidos, terminan lanzando eslóganes muy parecidos. Y son muy parecidos porque tienen una raíz populista y demagógica. Hay un problema y lanzan una solución fácil y atractiva de decir pero imposible o muy difícil de aplicar. Hay problemas de inmigración: levantemos un muro; hay terrorismo, impidamos el ingreso de musulmanes; hay corrupción en Wall Street, cerremos los bancos; hay empleos que se van a China por allí es más barato producir, prohibamos las exportaciones; Estados Unidos está en problemas en Medio Oriente, retirémonos de allí y que se arreglen como puedan. Todo son promesas de fácil solución pero que no solucionan el problema o que lo agravan. Eso sí, como desde la época de los romanos, son palabras que halagan a una buena cantidad de gente que no se detiene a estudiar su viabilidad o su costo y se quedan con el titular que impacta.

Estamos en una época de auge de los populistas. Quizá ello se deba a problemas recientes que no tienen fácil solución como el crecimiento de la inmigración, legal e ilegal, como el aumento de terrorismo islámico con su calculada y fría dosis de crueldad destinada a generar miedo. Quizá la gente perciba que el estado de bienestar se está agotando en Europa y no termina de despegar en Estados Unidos, y que es preciso depender más de uno mismo que del Estado. Quizá esos políticos, que también surgen en España, Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Holanda, aprovechan que hay mucha gente dispuesta a cambiar su libertad por seguridad a cualquier precio, gente que va desarrollando mayor aversión al riesgo y que espera que el riesgo lo tome otro o lo asuma el Estado.

El auge de los populismos no es bueno para Occidente. Quizá en Estados Unidos no se llegue a la opción de hierro Trump vs Sanders y haya una competencia por la presidencia más racional. Pero los populismos están a la vista, son apreciados por amplios sectores de la población y son reflejo, también, de la falta de líderes serios que se guíen por sus propias convicciones y digan lo que realmente piensan para solucionar los problemas que nos aquejan, en lugar de guiarse por las encuestas de opinión para decir lo que más gusta y en lugar de halagar para ser a su vez halagado.

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