Berch Rupenian en su oficina de la calle Paraguay

Espectáculos y Cultura > ENTREVISTA A BERCH RUPENIAN

El ave Fénix tiene sangre armenia

Luego de pasar años duros, Berch Rupenian volvió a la radio con proyecto nuevo y con ánimo de recuperar la 94.7
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30 de enero de 2014 a las 18:53

Se dice usualmente que de todos los inmigrantes que han llegado al Uruguay, los vascos son los más porfiados. Cabezaduras, emperrados en un proyecto, sin cejar hasta que lo consiguen.

Berch Rupenian demuestra que el gen armenio también puede ser porfiado. ¿O es que acaso tiene sangre vasca? “No, soy ciento por ciento armenio”, dice Rupenian al recibir a El Observador en su oficina de la calle Paraguay, mientras posa para las fotos. “Tengo este hermoso perfil etrusco”, agrega y ríe del tamaño de su nariz.

Hace unos años estuvo en el piso, pasándola mal, incluso entre rejas. Perdió la radio, el espacio, y tuvo que volver a rehacerse desde las cenizas. Primero casi como un francotirador, con un espacio propio dentro de una radio de música latina. Luego, desde hace cuatro veranos, con un número del dial, 95.1, Concierto Punta. Si bien no tiene un espacio radial en Montevideo, la tecnología lo ayudó y le dio la libertad a sus oyentes para que lo escuchen vía internet, acá o en Siberia.

Para esa recuperación apeló a la mística familiar, a la memoria emotiva. Es que los genes están presentes allí, sobrevuelan en el espacio. En las paredes hay fotos suyas junto a su hermano Aram (fallecido en mayo de 2013) y con artistas famosos del mundo de la música: en el camerino junto a Barry White, con Rod Stewart, con Luis Miguel, con el dúo America y muchos otros más. Son fotos de diferentes épocas, algunas en colores, otras en blanco y negro, algunas con bigote, otras afeitado, y siempre la misma nariz armenia prominente.

En una especie de living improvisado, delante de la oficina de Berch, está sentada María, su madre, de 88 años, y al lado está su tía. Las mujeres miran un televisor, serias.

En otra sala, entre otras fotos, Berch tiene la imagen de su padre, Antonio, que llegó de Armenia a Uruguay en 1925. En realidad se llamaba Haruktiún y había llegado en un barco donde había aprendido el oficio de sastre, huyendo de la guerra y del holocausto de su pueblo a manos de los turcos.

“Llegó con 15 años, con los puesto, sin un peso”, explica Berch frente a un ventanal por donde entra una brisa veraniega.

La familia está tan presente en la radio porque así sucede desde los orígenes del negocio radial, cuando ni siquiera era un negocio. En 1935, a Antonio Rupenian se le ocurrió lanzar una audición en armenio, como manera de reunir a la comunidad presente en Uruguay.

“Tenemos que agradecerle a Uruguay, que le dio esa oportunidad a mi padre de hablar en armenio, cuando en muchos países de América Latina eso no sucedía”, explica el hijo.

Luego de peregrinar por diferentes lugares del dial, y de que muchos dueños de radios le dijeran que ya no les interesaba un programa en un idioma extraño, Antonio se dio cuenta de que si no conseguía una radio propia se terminaba la audición. Así, en 1957, compró con varios socios CX 50, que bautizó como Independencia. El estudio estaba en la calle Paysandú 1286.

Berch empezó a los ocho años leyendo en la audición armenia, se subía a un cajón de bebida y leía textos de su padre. Así le perdió el miedo al micrófono y al estudio.

En 1962, antes incluso de que Los Beatles dieran el batacazo a nivel global iniciando una auténtica revolución cultural en el mundo, con 15 años Berch Rupenian comenzó con su programa Impactos de la nueva ola, que pronto cambió a Impactos.

Ese fue el comienzo de una voz y de una leyenda en radio, primero en AM, con Independencia, y luego en FM, a través de Concierto y de varias otras emisoras. “Acompañado con esa revolución, hubo un cambio enorme en la radio, porque Independencia se transformó en la primera radio juvenil. En los años de 1960 la juventud no era un medio apetecible para los anunciantes, no había una radio joven. Sí había programas para jóvenes en radio (en Sarandí, en Oriental y en otras), pero no había una radio dedicada todo el tiempo”, dice Rupenian.

Durante la dictadura recuerda no haber recibido censura, porque no pasaban canciones en español ni canto popular. “Los militares no tenían idea de lo que pasábamos, porque en inglés también había letras revolucionarias”, agrega.

A partir de 1976, Berch, junto a su hermano Aram, viajaban seguido a Estados Unidos y se empaparon de los cambios tecnológicos. Se dieron cuenta de que el futuro estaba en la FM y no en las AM.

En 1984, el gobierno militar, antes de retirarse, concedió varias ondas de FM. Según narra Rupenian, uno de los permisionarios ganadores de una onda de FM fue el periodista Daniel Branaá. “Él estaba en Europa y no tenía idea de que le habían dado una radio. Había trabajado como locutor en Independencia y nos dijo: ‘Me dieron una radio, pero yo no me puedo ocupar’. Entonces nos contrató a mi hermano Aram y a mí. Así lanzamos Concierto FM,en junio de 1985”, cuenta Rupenian.

A partir de entonces, la política comercial de Concierto apostó de manera fuerte a las temporadas de verano en Punta del Este. En una alianza estratégica con Teledoce, desde 1986 Rupenian musicalizaba los programas Verano de..., y eso potenció a la radio y su audiencia. La canción Cara, del italiano Christian, fue el primer éxito de los veranos de Concierto. A partir de 1990, la familia Rupenian compra Concierto, y mantiene el control hasta julio de 2007, cuando la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicación (Ursec) les prohibe salir al aire (ver recuadro). Allí comienza una época que Rupenian define como “oscura”, y a la que prefiere no referirse.

“En 2008, luego de estar un año y medio fuera de la radio, dijimos: ‘Hay que volver’. ¿De qué manera volver? Con Impactos”, dice el comunicador.

Fue un camino duro: buscó opciones, golpeó puertas pero nadie abría. Hasta que la emisora La Ley , una FM de música latina que como todas tenía baches de audiencia en las mañanas, le dio un espacio. “Fue muy raro. Era una radio de música latina, que de pronto tenía un programa en inglés”, agrega.

A los pocos meses se acercó una radio de Rivera, Horizonte FM, a decirle a Rupenian que querían tener Impactos. Pero en 2008 no estaba tan extendido internet, no había forma en ese momento de llegar. Entonces grabaron un disco con 40 programas y se lo llevaron a la frontera. A la semana llegó el interés desde Salto, de América FM. Después fue Artigas, luego Rocha. “Hoy hay una red de 30 FM en todo el país. Impactos es hoy el único programa de FM de cobertura nacional”.

“Estamos asombrados del éxito que hemos tenido en el interior”, afirma Rupenian y describe el paisaje fuera de Montevideo como un sitio donde se está produciendo un cambio enorme. La revolución del agro ha hecho que mucha gente que estudió en la capital o que veraneó en el este conociera Concierto. Salió a los 19 departamentos, recorrió miles de kilómetros y pasó música en fiestas. Volvió al llano y se rehizo. Ahora busca recuperar la mítica frecuencia 94.7, hoy en poder del Sodre.

“La radio es mi vida. Nací y voy a morir dentro de la radio. No es una profesión que estudié, para mí esto es vocacional. Cuando empecé no había ni siquiera ciencias de la comunicación”, concluye Rupenian, a quien vuelve a brillarle un sol de verano.

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