Martín Viggiano

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El batacazo de una bodega sin cartel

Un vino de familia Bresesti ganó una medalla en Francia
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18 de marzo de 2016 a las 00:00

Hace 80 años que la bodega Bresesti elabora vino, fundamentalmente de mesa. Como muchas bodegas uruguayas aportan al mercado productos de consumo fresco y sin demasiadas pretensiones. Pero hace uno años Bruno, la tercera generación de los Bresesti, se propuso elaborar un vino que demostrara lo que eran capaces de dar las uvas de sus viñas, en Las Violetas (Canelones). Fue así que preparó los cuadros de Tannat más destacados del campo y cambió para esa ocasión el método de elaboración. Cuidó la cosecha, respetó la maduración de la fruta y completó el resto de los pasos hasta llegar a un tinto de alta calidad. Conforme con su logro, se tuvo fe y mandó muestras al concurso Vinalies, un concurso que organiza hace 30 años la Unión de Enólogos de Francia, considerado uno de los más importantes del mundo.

No es el primer vino que gana una medalla en esa competición, de hecho hay cientos que lo han obtenido y en la última edición, 14 etiquetas uruguayas recibieron medallas. Lo inusual en todo caso es que un vino de Bresesti, una pequeña bodega familiar dedicada al vino de mesa (el común que viene en damajuana, botella de 1,5 litros o caja) haya demostrado la nobleza de la uva y el potencial de sus capacidades.

El negocio para la bodega que ahora lidera Bruno (27 años) junto a su padre no parece estar en los vinos finos, o al menos en el corto plazo. Sin embargo el batacazo de esta viña sin cartel reaviva algunos conceptos que hacen tan apasionante el mundo del vino.

Primero que la uva manda y, por más que haya tecnología y conocimiento, si no hay fruta de calidad, los vinos no podrán destacarse. Y segundo que las catas a ciegas, el método que utilizan este tipo de concursos para analizar los vinos, son una herramienta que empareja y da posibilidad a todos los productos sin discriminación.

Cuando una botella llega a la mesa tiene su primera carta de presentación que es la etiqueta. El nombre, la marca, la procedencia y hasta el enólogo que lo elabora dan información sustanciosa al consumidor que, por obvias razones, sugestiona su juicio antes de probar ese vino. La degustación a ciegas sin información previa quita todo ese manto y permite que los vinos sean juzgados en la cancha: la copa.

A principios de los 2000 la madre de Bruno se le acercó para contarle entre lágrimas que un vino de los suyos había ganado una medalla en un concurso local. Era un bálsamo para la familia porque la cosa no andaba bien en momentos previos a la crisis, y la visibilidad de esa distinción iba a abrir puertas. La noticia de la medalla en Vinalies le recordó a Bruno aquella sensación emocionante. La industria vitivinícola uruguaya no pasa por su mejor momento pero la pasión y el trabajo de los productores se mantiene. Ahora, los Bresesti tienen una poderosísima carta de presentación y una puerta que se abre, después de 80 años de trabajar en silencio y sin cartel.

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