Ningún apellido marcó tanto la historia del Uruguay en el siglo XX como Batlle. José Batlle y Ordoñez (hijo del expresidente Lorenzo Batlle) creó el Estado Uruguayo tal cual lo conocemos y la corriente política más asociada al poder durante décadas: el batllismo. Su sobrino predilecto, Luis Batlle Berres, tomó su legado y como líder político avasallante, fue el símbolo de una era: estatismo, sustitución de importaciones, proteccionismo.
Todas esas ideas combatió, desde joven, Jorge Batlle, el hijo mayor de Luis que se convirtió, a fines del siglo XX, en el cuarto presidente de la dinastía. Tanto es así que cuando asumió el liderazgo de la Lista 15, muchos dirigentes prefirieron irse, al ver que impulsaba –y redactaba– la reforma constitucional que terminó con el
gobierno colegiado en el año 1967, una idea típicamente batllista. Jorge Batlle no dudaba en defender ideas liberales y de apertura al mundo, en un país cerrado, afecto a un estado paternalista y fuertes caudillos siempre dispuestos a ayudar con algún trámite en una oficina pública.
La primera y la segunda
Jorge Batlle vivió la política desde siempre. Tenía 5 años cuando su familia debió exiliarse en Argentina tras el golpe de Estado de Gabriel Terra. Su padre asumió la presidencia en 1947 (Jorge tenía 19 años) tras la muerte de Tomás Berreta y hasta 1951, cuando se reinstauró el régimen colegiado que presidió en 1955. Fue su colaborador cercano. En 1958, con 31 años, fue electo diputado por la lista 15. Al morir su padre en 1964, asumió el liderazgo de la lista 15.
Desde allí promovió la reforma constitucional aprobada en las elecciones de 1966 (fue candidato por primera vez) y comenzó a defender ideas liberales que podrían generar escozor en batllistas clásicos. "Me enfrenté a la orientación ideológica populista que el señor Luis Batlle Berres representaba como hombre de su tiempo", diría en 1989, en una entrevista con La República.
Golpeado por el episodio llamado "la infidencia" (una acusación de beneficiarse en una devaluación que nunca se comprobó y siempre negó), fue candidato por segunda vez en 1971. En la dictadura, fue detenido varias veces y proscripto. Eso lo dejó afuera de las
internas de 1982. En 1984, el
candidato fue Julio María Sanguinetti.
La tercera y la cuarta
En 1989 fue por su tercer intento. Sanguinetti se inclinó por su vicepresidente, Enrique Tarigo, Batlle sintió que "le arrancaron el brazo", pero convocó a la "rebelión de indios contra los caciques" y ganó la interna. La presidencia parecía cerca, pero Batlle dejó claro que no cambiaría su estilo de decir las cosas claras, aunque le costara la elección. Su propuesta de reformar la seguridad social, vender reservas de oro para pagar la deuda externa y su oposición a la reforma constitucional que proponía ajustar las jubilaciones a los aumentos de los salarios públicos generaron polémica. Los blancos ganaron por casi 170 mil votos.
Con una lista 15 débil, volvió a presentarse en 1994 con el slogan "te canta la justa". Sanguinetti fue otra vez electo, pero los "jorgistas" siempre destacaron que los votos de su líder fueron claves.
La quinta, la vencida
Cinco años después, en su quinto intento y con el apoyo de los blancos en el estreno del balotaje, Batlle llegó a la presidencia. Sus primeros meses fueron vertiginosos. Batlle sorprendió con apariciones en lugares públicos, y actitudes que buscaban "desacralizar el poder". Abrió el diálogo a la izquierda y creó la Comisión para la paz, para buscar datos sobre los desaparecidos en dictadura. Ese 2000, gozó de una popularidad enorme.
Pero el impulso reformista chocó con una cruda realidad. Aftosa, corrida bancaria, cierre de bancos, saqueos, la recordada frase sobre los argentinos y posteriores disculpas pautaron la peor crisis financiera de la historia. Los blancos lo dejaron sólo y su popularidad se fue al piso. El referéndum que anuló la ley de ANCAP, le puso la tapa definitiva a sus intenciones. El Partido Colorado tuvo la peor votación de su historia en 2004.
Sin embargo, la salida de la crisis –que incluyó su gestión directa para lograr ayuda de Estados Unidos para reabrir los bancos y un canje de deuda exitoso– muestran que Batlle dejó al país saliendo de la tormenta. Tras cuatro años en picada, la economía uruguaya creció 0,8% en 2003 y 5% en 2004 e inició un ciclo histórico que continuó en los gobiernos del FA. Quienes escriban la historia juzgarán su gobierno. Más allá de eso, Batlle mantuvo la costumbre de defender sus ideas donde sea, tanto ante un micrófono como con cualquier persona que se le acerque, siempre dejando en claro su especial gusto por la polémica.