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El bondi de los turistas

El Bus Turístico de la Intendencia tiene diez paradas y cuesta $390 por un día y $600 por dos. Empezó a andar el 13 de diciembre y ofrece una audio guía en seis idiomas. No admite músicos ni vendedores
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18 de enero de 2013 a las 16:00

Hay un ómnibus que se destaca en las calles de Montevideo por su color y tamaño y porque el techo del segundo piso es de lona. Es el Bus Turístico de la ciudad, una iniciativa de la Intendencia. El vehículo carga hasta 60 personas y da una vuelta desde el Mercado del Puerto que pasa por la plaza Independencia, se va para el Prado y vuelve por Bulevar Artigas, para pasar por el Montevideo Shopping, el Punta Carretas Shopping, la rambla, la playa Pocitos y la Ramírez, el Parque Rodó y sus canteras, hasta seguir por la rambla Sur, hasta Lindonlfo Cuestas y volver al Mercado del Puerto.

El bus, de color entre fucsia y violeta, funciona desde el 13 de diciembre, por medio de una licitación de la Intendencia que ganó la empresa Coit. Funciona de lunes a domingo y sale desde las 9 de la mañana todas las horas en punta. Contando la del mercado, son diez paradas y el recorrido toma dos horas y media.

Los boletos se venden en los locales de Abitab y también en el propio ómnibus. Cuestan $390 para bajar y subir las veces que se quiera durante 24 horas, y $600 por hacerlo durante 48 horas.

Durante el trayecto, los pasajeros escuchan por sus auriculares una descripción de los lugares que ven. Hay seis canales para elegir: español, portugués, inglés, francés, alemán e italiano.
Además del chofer, la tripulación incluye una guía turística que acompaña a los pasajeros y responde a sus preguntas, que sobre todo tienen que ver sobre dónde comer o comprar en el lugar en el que eligen bajarse. El miércoles la guía era Camille Simonet, quien se comunicaba en un portugués muy fluido con la gran mayoría de brasileños que estaba en el ómnibus que salió a mediodía del Mercado del Puerto.

El paseo funcionó muy bien para los turistas, que permanecían con sus auriculares puestos y sacaban todas las fotos que podían durante el trayecto. Las paradas en donde más recambio hubo fueron las de los shoppings, Montevideo y Punta Carretas.

En el Mercado de Puerto subieron poco más de 30 personas y en el camino entre la explanada de la Intendencia y el Prado el ómnibus ya tenía unos 45 pasajeros, con la parte alta, al aire libre, llena.

Con el termómetro marcando 35º, la sensación térmica seguía siendo agradable en el piso de arriba. Abajo hay aire acondicionado, pero no es lo mismo ver Montevideo desde la perspectiva de ese segundo piso. Tiene otro encanto, que en 18 de Julio se nota con claridad: desde esa altura, la arquitectura del Centro aumenta su calidad; se puede apreciar ejemplos de la variedad de estilos de la primera mitad del siglo XX y comienzos de la segunda, que desde abajo se esconden detrás de los carteles.

Para ojos nuevos, la ciudad estaba bastante sucia y las veredas en todo el trayecto estaban bastante rotas, pero el recorrido le hacía justicia al encanto de una ciudad entrañable. Por el Centro, los quioscos verdes, que parecen pequeñas mezquitas y el aire cansino de la ciudad en enero tenían su seducción. Durante todo el paseo, los árboles embellecían el panorama, esos plátanos magníficos de los cuales tanto se quejan los lugareños por la pelusa que largan en primavera, son gloriosos en la calle 19 de Abril, a la que techan en un tramo inacabable.

El Prado también tiene su gracia, con su esplendor antiguo y su decadencia orgullosa, el estadio donde se jugó el primer Mundial de fútbol con su museo abierto al público también es atractivo y si uno es un turista tiene que gastar buena parte de su dinero en un shopping, pero es sobre todo la rambla, la que enorgullece a propios y deslumbra a ajenos.

El trayecto la recorre desde Pocitos hasta la Aduana y en el camino hay varias cosas para decir en seis idiomas.

El ómnibus tiene un cartel firmado por Mario Benedetti que dice “Al sur está quieta, esperando, Montevideo”. El que se mueve es el bus y las dos horas y media del viaje entero se hacen cortas.

Un turista chileno que había subido en el Punta Carretas Shopping cerró el círculo cuando bajó en el mercado del Puerto y le preguntó a la guía: “¿Algún lugar para ir a comer?”

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